“No seas exagerado, eso no pasa aquí”
¿No? Se la voy a poner fácil. ¿Sabía usted que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico nuestro país ocupaba en 2011, el primer lugar a nivel internacional, con mayores casos de bullying tan solo en el nivel de secundaria? No se trata de un juego de niños, el acoso afecta a millones de personas…niños, jóvenes y (aunque no lo crea) adultos.
Pero el “bullying” siempre ha existido
Efectivamente se trata de un problema añejo, pero tener la conciencia de que existe y no hacer nada para frenarlo resulta realmente cómodo. Tal vez las generaciones anteriores sobrevivieron, pero no contaban con información, no contaban con datos, testimonios, números o estadísticas. Con ese cúmulo de información a la que tenemos acceso ¿No sería mejor proteger a la generación del presente y apoyar a la del futuro para que ésta no resienta los efectos de un comportamiento tan tóxico?
¿De qué te preocupas? Son solo palabras…nada más. Ya se les pasará.
Sí, el acoso se puede dar de manera verbal, pero tristemente también se da en un plano físico y social. Consulta Mitofsky recientemente hizo una encuesta para conocer más acerca de esta problemática y las cifras son alarmantes. Al realizar un análisis entre aquellos que fueron víctimas de acoso y preguntar específicamente por el tipo de abuso al que se enfrentaron, tener un apodo fue lo más común obteniendo 67% de las menciones, sufrir burlas por algún “defecto físico” (nótense comillas) el 50%, que le escondieran sus pertenencias registró el 47% y la violencia física 44%. ¿Se da cuenta? A la luz de los datos se demuestra que el acoso no puede ser considerado como parte de “los gajes del oficio”.
El acoso no puede, ni debe ser esa parte del crecimiento que por fuerza todos tienen que padecer y soportar. Además, pensar que “el tiempo cura las heridas” es caer en el error, ¿Sabía usted que según un estudio realizado por la Universidad Duke, los problemas psicológicos y secuelas producto del bullying pueden durar al menos 20 años?
Las palabras duelen, hieren y pueden generar graves consecuencias. En este caso, las víctimas se convierten en personas inquietas, inseguras, tristes y solitarias; son depresivas y –además de otro tipo de cuestiones– son propensas a maquilar ideas suicidas ¿Esto es lo que queremos para nuestros familiares, amigos o para nosotros mismos?
Tal vez esto pueda parecerle insólito, extraño o irreal pero la intimidación a través de la palabra es una realidad que puede ser tan perjudicial como el acoso físico. Con la intimidación verbal, el objetivo sigue siendo degradar y humillar a la víctima mientras el agresor se ve a sí mismo como un ser dominante y poderoso. Un insulto, un rumor o incluso un chisme traen consigo consecuencias devastadoras. Las marcas por sufrir tanta agresión son fuertes. Tanto, que la personalidad de las personas puede llegar a romperse.