
- Introducción
- ¿Quiénes entrenan realmente a la inteligencia artificial?
- ¿Qué es la anotación de datos y por qué es tan importante?
- ¿Por qué Madagascar se convirtió en un centro de trabajo para la IA?
- ¿Cuánto ganan los trabajadores de la IA?
- ¿Cómo son las condiciones laborales reales?
- ¿Por qué algunas empresas bloquean a Madagascar?
- ¿Hay alternativas o intentos de cambio?
- ¿Madagascar puede dejar de ser solo “mano de obra barata”?
- Preguntas frecuentes (FAQ)
- Conclusión
- Referencias (APA)
- Transcripción del documental de ARTE
la IA depende de miles de personas que entrenan manualmente los algoritmos, muchas veces desde países empobrecidos.La inteligencia artificial suele presentarse como una tecnología autónoma, casi mágica, capaz de aprender y decidir por sí sola. Sin embargo, esta narrativa oculta una realidad mucho más terrenal:
Introducción
En Madagascar, uno de los países con menores ingresos del mundo, esta industria ha encontrado una combinación perfecta: mano de obra joven, formada y extremadamente barata.
Este artículo explica quiénes son esas personas, qué hacen realmente, cuánto cobran y por qué su trabajo es indispensable para plataformas como Amazon, Google o ChatGPT.
¿Quiénes entrenan realmente a la inteligencia artificial?
La IA no aprende sola. Necesita humanos que clasifiquen, corrijan y validen datos para que los sistemas “aprendan” a reconocer imágenes, textos o comportamientos.
En Antananarivo, la capital de Madagascar, David Ratomson, de 32 años, es uno de esos trabajadores invisibles. De día dirige un pequeño bar frente a la estación de autobuses; de noche, desde su casa modesta, se conecta a plataformas digitales para anotar imágenes y clasificar objetos.
Su tarea puede parecer simple —identificar un cisne en una foto, por ejemplo—, pero sin ese trabajo previo los motores de búsqueda y los asistentes de IA no funcionarían.
¿Qué es la anotación de datos y por qué es tan importante?
La anotación de datos consiste en etiquetar manualmente información: imágenes, textos, facturas, vídeos o sonidos.
Es un paso crítico porque:
Define qué ve y qué entiende la IA
Reduce errores en recomendaciones y decisiones automáticas
Permite que los algoritmos “aprendan” patrones
Paradójicamente, cuanto más “inteligente” parece la IA, más trabajo humano invisible hay detrás.
Leer: ChatGPT: La inteligencia que no es inteligente ni es artificial
¿Por qué Madagascar se convirtió en un centro de trabajo para la IA?
Madagascar reúne varios factores clave:
100.000 personas trabajan actualmente en tareas vinculadas a la IA
Tres cuartas partes de la población vive bajo el umbral de la pobreza
El salario medio ronda los 80 euros mensuales
Existe una juventud formada en informática sin alternativas laborales
Para las grandes tecnológicas, esto se traduce en costes mínimos y alta disponibilidad.
¿Cuánto ganan los trabajadores de la IA?
Los ingresos varían según el tipo de contrato:
Trabajadores informales: menos de 80 € al mes, sin seguridad social
Empleados con contrato en empresas BPO: alrededor de 120 € mensuales
Aunque estas cifras superan el promedio nacional, siguen siendo salarios de subsistencia para tareas que sostienen industrias multimillonarias.
¿Cómo son las condiciones laborales reales?
Las condiciones suelen ser duras:
Jornadas estrictamente controladas
Imposibilidad de levantarse del puesto
Objetivos diarios elevados (50 facturas o cientos de imágenes)
Presión constante y vigilancia permanente
Un trabajador anónimo relata que incluso la supuesta detección automática de robos por IA era en realidad realizada por humanos, desmintiendo el discurso corporativo.
¿Por qué algunas empresas bloquean a Madagascar?
Para evitar acusaciones de explotación laboral, empresas como Amazon han bloqueado oficialmente el acceso desde Madagascar.
Sin embargo, esto no detuvo el trabajo:
Se venden y alquilan cuentas extranjeras
Surgen intermediarios ilegales
Se crea un mercado negro de trabajo digital
Hoy, el 80% del sector opera fuera de todo marco legal.
¿Hay alternativas o intentos de cambio?
Sí, aunque son limitados.
Iniciativas sociales y asociativas
Organizaciones como Madal Stars buscan:
Verificar empleadores
Imponer condiciones éticas mínimas
Conectar talento local con empresas responsables
Desarrollo de IA local
Ingenieros malgaches han creado aplicaciones de IA para la agricultura:
Análisis de salud de cultivos
Clasificación de plantas
Uso de software de código abierto
Estas iniciativas culminaron en la creación del Laboratorio de Inteligencia Artificial de Madagascar, donde investigadores trabajan en proyectos propios, lejos del simple rol de subcontratistas.
¿Madagascar puede dejar de ser solo “mano de obra barata”?
El gobierno apuesta oficialmente por regular el sector y atraer inversiones, pero el avance es lento.
Mientras tanto, el país se enfrenta a una disyuntiva clara:
Seguir siendo un proveedor de trabajo invisible y barato, o
Convertirse en un actor real en el desarrollo de inteligencia artificial
El resultado dependerá de regulación, inversión ética y reconocimiento del valor humano detrás de la tecnología.
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿La inteligencia artificial funciona sin humanos?
No. Depende de miles de personas que entrenan y corrigen los sistemas.
¿Es ilegal trabajar en IA desde Madagascar?
No siempre, pero gran parte del sector opera sin contratos ni regulación.
¿Los salarios son competitivos?
Son altos para el contexto local, pero muy bajos en relación con el valor generado.
¿Hay proyectos de IA creados en Madagascar?
Sí, especialmente en agricultura y análisis de datos, aunque aún son minoritarios.
Conclusión
La inteligencia artificial no es neutral ni autónoma. Tiene rostro humano, horarios estrictos y salarios precarios.
Madagascar muestra con claridad una verdad incómoda: el futuro digital del mundo se construye sobre desigualdades muy antiguas.
Reconocer a quienes entrenan la IA no es solo una cuestión económica, sino un imperativo ético y político.
Referencias (APA)
Organización Internacional del Trabajo. (2023). Digital labour platforms and decent work. https://www.ilo.org
Gray, M. L., & Suri, S. (2019). Ghost Work: How to Stop Silicon Valley from Building a New Global Underclass. Houghton Mifflin Harcourt.
Banco Mundial. (2024). Madagascar Economic Update. https://www.worldbank.org
Transcripción del documental de ARTE
Aunque a menudo imaginamos que la inteligencia artificial funciona de forma totalmente autónoma, sin intervención humana, en realidad necesita un ejército de pequeñas manos para funcionar.
En Antananaribo, la capital de Madagascar, David Ratomson, de 32 años, es una de ellas. Para mantener a su familia compagina varios trabajos. La mitad del tiempo, este padre de tres hijos dirige un bar justo enfrente de la gran estación de autobuses de la ciudad. Su mujer, Ariel, maestra, le ayuda a la hora del almuerzo.
Es el final del turno. David se va a casa. Al final de un callejón vive con su familia en una casa modesta. Allí, por la noche, se prepara para trabajar. Está bien equipado, con conexión de fibra óptica. Todos los días de la semana, a partir de las cuatro, se conecta a una plataforma de trabajo en línea que le proporciona tareas que debe realizar.
Su trabajo consiste en anotar imágenes y clasificar objetos para entrenar a la inteligencia artificial a ofrecer mejores sugerencias a los usuarios. A esto se le llama anotación de datos. Por ejemplo, identifica un cisne en una imagen. Luego, cuando un usuario de IA busque una foto de un cisne, podrá acceder a ella gracias al trabajo de David.
David sueña con fundar su propia empresa de inteligencia artificial, pero mientras tanto, para contribuir a los gastos familiares, debe seguir siendo un simple peón.
En Madagascar, unas 100.000 personas hacen lo mismo que David. Son las pequeñas manos de la IA que entrenan los algoritmos de ChatGPT, Google o Amazon. En uno de los países más pobres del mundo, donde tres cuartas partes de sus 31 millones de habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza, la industria de la inteligencia artificial ha encontrado mano de obra disponible, cualificada y, sobre todo, muy barata.
Muchos trabajadores lo hacen sin contrato, sin estatus ni protección social y con salarios muy bajos. Para otros, los que sí tienen contratos formales, esta revolución de la IA representa una gran oportunidad.
En el barrio de Ambodimita, al sureste de la capital, Elina, de 25 años, es una de las privilegiadas. Gracias a su trabajo en la IA, disfruta de un estilo de vida relativamente cómodo con su familia. A las ocho en punto, el autobús de la empresa para la que trabaja pasa a recogerla, una ventaja reservada a los empleados con contrato.
Trabaja en un edificio moderno del distrito financiero. Lo hace en una empresa de BPO, una de las más importantes del sector digital en Madagascar. En el espacio abierto donde trabaja hay unas 80 personas entrenando a la IA, haciendo clic todo el día. Cada operador procesa cientos de datos, imágenes y cifras, que luego son controlados por certificadores bajo la supervisión del director.
El trabajo de Elina consiste en anotar facturas y documentos de empresas de todo el mundo. Los lee y corrige, verificando, por ejemplo, que el IVA esté correctamente contabilizado y aplicado con el tipo impositivo adecuado. Durante sus sesiones de trabajo no puede abandonar su puesto ni un minuto. El objetivo es procesar unas 50 facturas al día, aunque algunos llegan a miles.
Este trabajo paga alrededor de 120 euros mensuales, un salario muy superior a la media nacional, que ronda los 80 euros. Con estas tarifas, los oficios relacionados con la IA atraen a muchos jóvenes malgaches. En los últimos años han surgido numerosas formaciones, tanto en universidades como en escuelas especializadas.
Una de las más exitosas es la Escuela 42, dirigida por el francés Anthony La Cost. Allí no hay profesores: los estudiantes aprenden solos con programas informáticos. Muchos sueñan con mejorar su vida gracias a la inteligencia artificial.
Sin embargo, para algunos titulados que han entrado en el mercado laboral en los últimos años, la realidad dista mucho de lo prometido. Muchos se han desilusionado. Un trabajador, que da su testimonio de forma anónima, cuenta que a pesar de tener buenos títulos en informática lleva cinco años encadenando contratos precarios como anotador de datos. Su salario nunca superó los 80 euros y la presión laboral es constante.
La experiencia que más le indignó fue cuando vigilaba a distancia tiendas en el extranjero mediante sistemas de videovigilancia. Oficialmente era una inteligencia artificial la que detectaba los robos, pero en la práctica eran humanos quienes realizaban el trabajo.
A pesar de todo, sigue trabajando en la IA porque es su única opción laboral. Las condiciones son tan duras que algunas grandes tecnológicas, como Amazon, han incluido a Madagascar en su lista negra para evitar acusaciones de explotación laboral. Oficialmente, es imposible trabajar para la IA de Amazon desde el país, ya que el acceso está bloqueado.
Sin embargo, algunos han encontrado la forma de eludir la prohibición. Dani, de 37 años, es otro peón de la IA. Al principio trabajaba de manera clandestina para Amazon gracias a una cuenta comprada a un intermediario extranjero. Más tarde, comenzó a organizar la compra, venta y alquiler de cuentas, cobrando comisiones y creando un mercado paralelo.
Hoy, el 80% de los trabajadores del sector operan sin un marco legal y fuera de todo control. Aun así, el gobierno de Madagascar apuesta por la inteligencia artificial para desarrollar su economía. Busca regularizar el sector y atraer inversiones internacionales mediante un marco legal más estricto.
Mientras el Estado avanza lentamente, muchos trabajadores prefieren organizarse por su cuenta para defender sus derechos. En la feria internacional de Madagascar, asociaciones como Madal Stars intentan poner en contacto a empresas con trabajadores cualificados, imponiendo condiciones éticas y verificando tanto a empleadores como a contratistas.
Aunque estas iniciativas no cuestionan el modelo de subcontratación global, algunos empresarios malgaches intentan cambiar el paradigma. En las afueras de la capital, ingenieros han desarrollado una aplicación de IA destinada a ayudar a agricultores. La herramienta analiza parámetros como la hidratación de las plantas, su toxicidad o su estado de salud.
Gracias a esta tecnología, los agricultores pueden clasificar sus cultivos y tomar mejores decisiones. La aplicación fue creada a partir de programas de IA de código abierto y entrenada con miles de imágenes de plantas. Sus creadores quieren demostrar que Madagascar no solo anota datos, sino que también es capaz de crear su propia inteligencia artificial.
Para desarrollar estos proyectos, fundaron el laboratorio de IA de Madagascar, ubicado en una comunidad protestante que alberga una iglesia, una escuela y oficinas donde trabajan investigadores e ingenieros. Allí, cada mañana, los niños cantan el himno nacional.
En Madagascar comienza a surgir una nueva vía: la de un país que aspira a convertirse en un actor relevante en el desarrollo de la inteligencia artificial.

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