Circulo con mi taxi libre por la Cara B de la ciudad, esa que nadie quiere ver porque estorba, molesta, incordia: Papelinas que cambian de manos, yonkis de la puta vida, desahuciados, okupas por necesidad, abortos de Dios pidiendo limosna a las puertas blindadas de la Iglesia.
Debajo de un puente mugriento dos mendigos se pelean por el cartón de un televisor de plasma de 52 pulgadas. Salgo y en la próxima esquina un chapero me dice tocándome en la ventanilla que me la chupa por veinte euros (o una dosis) y le digo que no, que ya vengo chupado de casa. Mientras, a escasos cinco metros, dos niños del Este le birlan del bolsillo trasero del pantalón la cartera a un turista.
Sigo y en el próximo semáforo los mismos padres de esos mismos niños buscavidas me limpian el cristal aunque no quiera (si les das una moneda, de regalo, te enseñarán sus dientes de oro). Se pone el semáforo en verde pero espero a que pasen corriendo tres, cuatro, cinco subsaharianos con bolsos falsos de Tous y mantas con CDs (al tercero se le cae uno de Luis Miguel, metafórico momento) perseguidos por dos polis de esos que nos cuidan de la chusma, pero cesan en su empeño porque acelero y les acabo cortando el paso (sin querer). Los polis corrían en la dirección equivocada: Los malos son otros, están en pisos con calefacción y banda ancha. Los negros de mierda sólo buscan sobrevivir en la Tierra Prometida, esa que está a dos calles de allí, donde me para una ecuatoriana con cofia cargada de maletas Louis Vuitton.
– Los señores van al aeropuerto – me dice abriéndoles la puerta.
Los señores toman asiento. En el trayecto, el señor contesta al teléfono:
– Atento al IBEX mañana – le dice a su interlocutor.
Nota: Lo que cuento me sucedió el domingo pasado.
Daniel Díaz es, según sus propias palabras taxista, o taxidermista (según la piel del viajante). Escritor a tiempo parcial y lector insaciable de espejos a jornada completa. Licenciado en Espejología del Profundismo por la Universidad Asfáltica de Madrid (UAM). Bufón y escaparatista de almas. Conduce un taxi desde donde observa la vida y vive en Madrid. Escribe en el blog Ni Libre Ni Ocupado. Síguelo en twitter @simpulso
Texto reproducido con permiso del autor.
Foto: Ni libre ni ocupado