Ayer sorprendí a un cliente tocándose la entrepierna desde su asiento trasero mientras me miraba a fijamente a través del espejo. Comencé a escuchar el roce continuo de su mano contra la tela del pantalón y entonces pensé: ¿le picará la pierna? En un semáforo volteé la cabeza y el picor que yo intuí resultó estar más arriba, a la altura de su bolsillo izquierdo y en alargada pose.
– ¿Qué hace? – le dije.
– Nada.
– ¿Se está tocando?
– Sí. Un poco.
– No creo que este sea el lugar indicado, caballero.
– Debería de sentirse usted afortunado por provocar en mí cierta excitación.
– ¿Afortunado? En absoluto…
– A todos nos gusta gustar.
– Pues a mí no me gusta que nadie se toquetee en mi taxi mientras conduzco.
– Y si en lugar de un feo cincuentón como yo, fuera una mujer joven y guapa la que ahora mismo se estuviera tocando en su taxi, ¿tampoco le gustaría?
– Nunca se ha dado el caso – le dije.
– No me ha respondido a la pregunta.
– Nunca se ha dado el caso – le dije.
– Es usted tan falso como todos. Páreme aquí mismo. Acaba de joderme la erección.
Me tendió un billete de 5€ (con la otra mano) y se marchó.
Mientras me alejaba le vi a través del espejo parando a otro taxi.
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Nota: En cierto modo aquel hombre tenía razón. Soy un falso. Si aquel feo y calvo tocante hubiera sido dama y bella, seguramente habría reaccionado de otro modo. Los hombres que se tocan en público son unos cerdos. Las mujeres que se tocan en público, unas cachondas con ganas de mambo. Aunque, a decir verdad, ninguna mujer se toca en público de forma súbita y a la vista de cualquiera. Nuestras parafilias son diferentes, quiero decir.
Daniel Díaz es, según sus propias palabras taxista, o taxidermista (según la piel del viajante). Escritor a tiempo parcial y lector insaciable de espejos a jornada completa. Licenciado en Espejología del Profundismo por la Universidad Asfáltica de Madrid (UAM). Bufón y escaparatista de almas. Conduce un taxi desde donde observa la vida y vive en Madrid. Escribe en el blog Ni Libre Ni Ocupado. Síguelo en twitter @simpulso
Este texto no es copyleft y ha sido reproducido únicamente con permiso del autor.
Foto: Ni libre ni ocupado