A día de hoy, hace un año y un día, me enteré de la extinción de la compañía Luz y Fuerza del centro. Naturalmente, yo entonces no tenía ni idea de qué era eso, y mi cabeza estaba en otra parte, en Francia concretamente, en un hotelucho de la costa francesa donde mi compañero y yo estábamos realizando una investigación sobre el destino de cierto refugiado de la Guerra Civil española. Yo estaba abstraída leyendo Homenaje a Cataluña cuando el grito de mi compañero me arrancó violentamente del pasado:
-¡Se cargaron Luz y Fuerza del Centro!-
Y así fue como LyFC y yo fuimos presentados.
En los meses que siguieron a mi llegada a México fui aprendiendo qué era LyFC, me familiaricé con su hermoso logo, aprendí a distinguir entre las divisiones del sindicato y a manejarme con extraños conceptos como “espiral”, “mufa” y “línea viva”. Llegué al campamento de huelguistas del SME sin siquiera tener muy claro quién era Lozano y con la sufrida paciencia de los huelguistas y la abnegación de Caro, mi acompañante y traductora de conceptos, fui aprendiendo poco a poco con ellos, de su historia, de su lucha, de sus esperanzas. Ahora que lo pienso, tal vez hubiesen debido correrme del campamento, porque mi ignorancia sobre los asuntos energéticos de México era ofensiva, pero no lo hicieron. Aprendí también de la corrupción del sindicato, de la venta de puestos, de la dificultad infinita para entrar a trabajar en la empresa. Los mismos trabajadores me lo contaron, pues no era ningún secreto. Pero poco significaba eso para mí. La corrupción es inherente al dinero, y donde haya dinero siempre habrá corrupción. Me extrañaba entonces, y me sigue extrañando ahora, que algunos crean que la corrupción de unos pocos pueda ser la excusa para despojar de sus derechos a muchos. Desde luego, sé que el machaque mediático ha tenido mucho qué ver para que estos dos conceptos –corrupción y despojo de derechos- hayan sido unidos con pegamento en la mente de muchos, asimilados sin dudas como un efecto natural de causa-consecuencia.
Pero ¿a poco les parecería normal que a causa de la corrupción de su jefe echaran a la calle a toda la plantilla de su empresa, sin previo aviso, con retención de sueldos y humillación mediática incluida en el paquete?¿A poco les parecería normal que mañana Televisa anunciara que a causa de la corrupción del gobierno se ha decidido por decreto que todas las instancias gubernamentales van a ser extinguidas en pleno?¿Que a causa de la corrupción de la policía ésta sea extinguida…? Oh, bueno, quizá esto último a algunos si les parezca razonable. A mí no.
Otra cosa que aprendí con el SME –y que creo que muchos no han asimilado- es el avasallador poder técnico y profesional de los trabajadores de LyFC. A riesgo de estar comentando una obviedad, déjenme que les cuente que los electricistas de LyFC tienen de facto el poder para dejar la gran Ciudad de México a oscuras por cuanto tiempo les plazca. Ya lo hicieron, de hecho. El 16 de julio de 1936 el SME se fue a la huelga y dejó la Ciudad de México sin luz –con excepción de los hospitales, edificios públicos y algunos otros servicios esenciales- durante diez días. Con esta huelga, el SME obtuvo la conquista de los derechos obreros más importantes, derechos que luego se extenderían al resto de trabajadores mexicanos. Entre ellos, nada menos que el derecho a la jubilación, de la que tú, lector, tal vez disfrutes.
electricistas del SME armados y en huelga en la subestación Taxqueña, 1936
Esta vez, sin embargo, el SME ha optado por la vía pacífica –de momento, al menos-. Este hecho banal, que todos parecen dar por sentado y que muchos incluso cuestionan, no es banal en absoluto. El SME no es un sindicato de pilotos ni de carpinteros. Es un sindicato de miles electricistas altamente capacitados y podría, si así lo deseara, infligir una terrible herida al gobierno mexicano y al Distrito Federal. Podría sembrar el caos en una ciudad de 30 millones de habitantes, y no sería un caos pequeño. De ello no me cabe la menor duda. Las razones por las que ha evitado hasta el momento hacerlo no las conozco, aunque tengo mis ideas. Tal vez porque no desea perder el apoyo popular con el que cuenta y que tanto le ha costado ganarse –gracias en parte al violento desprestigio al que fueron sometidos los electricistas por parte de la todopoderosa maquinaria mediática que opera en México, y en parte también gracias a las propias corruptelas de algunos trabajadores, que tanto daño han hecho a los trabajadores honrados-. Tal vez porque la directiva sindical es consciente de que eso, precisamente eso –que el SME siembre el caos-, es lo que espera el gobierno para darles la estocada final. Tal vez por pura diplomacia en las negociaciones que están llevando a cabo. Tal vez porque es su último recurso.
Cuando hablaba con los huelguistas de hambre del SME, les pregunté muchas veces por qué no habían recurrido al sabotaje general hasta el momento y si tenían pensado hacerlo. Naturalmente, no me dijeron si tenían pensado hacerlo o no –supongo que eso es top secret– y aprovecharon para negar rotundamente que ellos fueran responsables de ninguno de los accidentes que se han ido haciendo frecuentes en las subestaciones y mufas en los últimos meses. Y tienen razón. Hasta el momento, que se sepa, no hay manera de probar que fueran gente del SME los responsables de los incidentes, y por el contrario todas las evidencias apuntan a que la CFE se ha visto completamente rebasada en su tarea de suplir a LyFC.
marcha del 11 de octubre de 2010. Foto @ugaling
Pero sería un error culpar a la CFE: la CFE hace lo que puede, y no cuenta –ni puede contar, gracias al decreto presidencial- con los operarios que necesita desesperadamente: los electricistas de LyFC, que el gobierno se niega cabezonamente a recontratar. En un escenario que no es tan de ciencia ficción como pueda parecer, somos muchos los que pensamos que el plan es que la CFE se vea totalmente rebasada y desprestigiada en su tarea de mantener en funcionamiento la Ciudad de México para entonces –y solo entonces- emprender otra fulminante campaña de desprestigio contra la última entidad pública que controla la producción y suministro energético en México para darle así el golpe final y concesionar la producción y distribución de energía a empresas privadas extranjeras. Es solo una cuestión de tiempo que esto ocurra. Gran parte de la producción energética mexicana ya está, de hecho, concesionada bajo la figura de Productores Independientes. La parte que queda es el gran pastel que está en disputa. Y en algún lugar, Iberdrola, Endesa, Unión Fenosa y el resto de empresas –quienes ya cuentan, de hecho, con contratos concesionados para producir energía eléctrica-…esperan, pacientes, a que el gobierno mexicano acabe lo empezado. Como diría Depeche Mode: it’s just a question of time.
Sin embargo mi intención no era contarles lo que ya saben. Mi intención era meramente remarcar, a un año y un día de la súbita extinción de Luz y Fuerza del Centro, el carácter ejemplarmente pacífico que ha demostrado el SME. Seguro no faltará quién se me eche al cuello y clame que ¡bloquean el paso de los coches!¡si hasta zarandearon un auto!¡dicen que incluso aventaron piedras! Bueno, relájense. Estamos hablando de hombres y mujeres con la capacidad técnica –y la motivación- para tumbar los circuitos eléctricos de una de las ciudades más grandes y caóticas del mundo. Estamos hablando de miles de personas que tan solo están aguardando –y me consta que muchos de ellos le traen ganas- a que el sindicato les de luz verde para soltar sus iras. Y la ira del SME es grande: fueron despojados, humillados, insultados y vapuleados a todo lo que da. Sus derechos fueron pisoteados impunemente y fueron convertidos en el enemigo público número tres (después del narco y el tabaco). Ellos, que ¡no lo olviden! le consiguieron la jubilación, los servicios médicos y el contrato colectivo. Tamaña ingratitud por parte de ciertos sectores mexicanos ralla en lo increíble. Y sin embargo el SME se mantiene –de momento- imperturbable en la protesta pacífica. Merecen reconocimiento por ello. Tal vez otros no tendrían el autocontrol que ellos han demostrado. El ejercicio de paciencia que han llevado a cabo es espectacular. Teniendo acceso a las armas –armas que en este caso no son otra cosa que su profundo conocimiento de la red eléctrica de la ciudad- han preferido no usarlas. Recuérdelo la próxima vez que su coche se vea atorado en una marcha del SME. Recuerde que la entereza del SME no se mide solo por lo que hace, sino, también, por lo que escoge no hacer.
Altea Gómez
Imagen: fte-energía, @ugaling