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BAJO EL EFECTO DOPPLER: KENNETH ANGER O EL RETORNO A SODOMA.

La puerta de la entrada era un poco angosta y mal iluminada, el piso estaba húmedo, cubierto de diminutos charcos de agua que se acumulaban en las irregularidades de la superficie. Eran casi las 11 de la noche, y la lluvia caía estrepitosamente azotando el pavimento. Al fondo en el pasillo se podía distinguir un letrero con luz de neón.

EXI… la letra T estaba fundida.

Camine aproximadamente 35 pasos hasta llegar a unas escaleras en forma de caracol, forrada por una vieja alfombra, al parecer roja, con estampados de estrellas y rombos. El tercer escalón estaba totalmente descubierto a causa de una enorme rasgadura que se extendía hasta la pared, una pared descarapelada y cubierta de afiches con cuerpos desnudos y nombres estrafalarios:

“ASSFEST”, “HELLCATS”,”FUCKED ON SIGHT”, “GLUTEUS MAXIMASS”,”FETISH FUCKS”,”HOMOERECTUS”, “THE BAD GUY”…

Ascendiendo lentamente por aquel festín de pollas, culos, vaginas, tetas operadas, bocas abiertas y anos dilatados, llegue finalmente hasta otro pasillo en donde se ubicaban las salas de proyecciones, cada una con una tendencia y un tema especifico. Eran ocho en total y con el cartel incrustado de la película que se estaba proyectando.

Del lado derecho se ubicaban las cintas” hetero” o” buga”, y del izquierdo las de temática “ gay” o “bi”.
Desde fuera podía escucharse una sarta de gemidos, gritos y palabras clásicas como: Fuck me, suck my dick, teachme baby, i comming…en fin todo ese argot “sutil” y “estimulante” del cine porno hacia acto de prescencia.
Ese día era mi cumpleaños. Y había decidió hacer algo nuevo, quería festejar de una forma muy sui generis esos 30 años que llegaban a mí como una enorme patada en los testículos. 30 años de frustración y de insatisfacción plena. Haciéndome ver que la puta vida me había pasado como un zumbido de avión y yo ni siquiera me había enterado. Había que ver el grandísimo hijo e’ puta en que me había convertido. En fin uno nunca está a la medida de las expectativas.

Había bebido desde la mañana, tenía casi botella y media de vodka en mi torrente sanguíneo, cosa que pasaba desapercibida gracias a la buena “coca” que me había vendido “el chino” en la mañana. Estaba algo eufórico y ansioso, pero controlado, gracias a ello mis pasos me llevaron justo a la tercera puerta de mi lado izquierdo. El titulo llamo mi atención “SODOMA”, trayendo a mi memoria aquel film de Passolini. Solo que esta vez la poesía se había quedado olvidada en algún burdel o en el resquicio de alguna coladera.
La sala era pequeña, como para cincuenta espectadores, dentro habíamos aproximadamente once personas, dispersadas en diferentes butacas, solo dos estaban juntas, era una pareja gay.

La música era muy buena, como de los años 60s, en la primera escena aparecía un chico vestido de motociclista, con una chamarra de cuero, y la palabra HELL inscrita en la espalda, conducía su moto a lo largo de alguna calle de los Angeles, plagada de prostitutas, transexuales y jonkies. Escena siguiente, dicho personaje entraba a lo que parecía ser una especie de bodega convertida en taller mecánico, ahí se encontraba un negro como de 1.80 de estatura, vestido de overol gris. Lo de más era totalmente predecible, apenas habían cruzado casi un par de diálogos, cuando estos se abalanzaron sobre la cajuela de un mustang shelby del 69, dispuestos a follarse sin ningún miramiento.

Fue entonces cuando traje a mi memoria aquella película que había visto en el cineclub de la universidad, hacia casi 10 años, era diciembre y recuerdo que nos la hicieron ver en la clase de Historia del Arte. Era de un tal Kenneth Anger, nunca antes hasta entonces había escuchado algo de él. La película se llamaba Scorpio Rising. Una completa blasfemia a los ojos recatados, ortodoxos, y convencionales de la mayoría de mis compañeros. Muchos la odiaron, yo en cambio la recibí con los brazos abiertos, se trataba de una total irreverencia a todos los cánones que me rodeaban en ese entonces. Motociclistas rockeros- nazis, con una estética cruda y sombría, de índole fetichista y de ritos transgresores. Una pieza entrañable y poco usual que se apodera de tu mente desde las primeras imágenes.
En ese momento me sentía como dentro de esa película, rodeado de chicos que se besaban y lamian los unos a los otros, cubiertos en trajes de cuero y charol, con música sesentera y velocidad en el derrapar de las llantas de una harley. Una especie de Sodoma hecha y deshecha solo para mí.

El mundo hubiese llegado a su fin en ese momento, se hubiera abierto la tierra justo ahí bajos mis pies, hundiéndonos a todos en el puto infierno, y aun así yo… sería feliz.

La escena cambiaba, ahora estaban dos chicas y el mismo chico de la chamarra de cuero, yo me metía por la nariz lo poco quedaba de una grapa que estaba en la bolsa de mi pantalón, la música subía cada vez más, mi temperatura aumentaba, comenzaba a salivar….el ambiente era el indicado el tiempo se dilataba, y mis manos estaban sudando…era mi cumpleaños y la noche apenas empezaba.