Bajé del armario una mochila mediana, la llené con dos playeras, un juego de ropa interior muy sexy (nunca se sabe), un traje de baño, calcetines, un par extra de tenis, muchos rollos fotográficos, el libro “Tokio Blues” de Haruki Murakami, mi ipod, la cámara viejita, unos cuantos pesos y salí corriendo.
Mientras me dirigía a la central camionera, descubrí “Narcotic” de Líquido, en mi soundtrack personal. “I don’t mind. I think so. I will let you go”, comencé a cantar inmediatamente. Es una canción que es pegajosa y seguí con ella hasta que llegué a la taquilla. Comencé a ver muchos destinos, no tenía mucho tiempo y sí muchas ganas de alejarme de todo y todos, especialmente de él. Me decidí por un pueblo cercano, como a 6 horas de mi ciudad, pagué el boleto y apresuré el paso. Para mi suerte el camión estaba por salir.
Mi mochila era tan pequeña que no tuve que documentar nada, traté de pasar disimuladamente pero terminé atropellando a medio mundo y tuve que despertar al señor que había decidido ocupar los dos asientos (uno de ellos reservado para mi, de último momento, claro).
Una vez que pasó el caos, Eddie Vedder con Guaranteed sentí la cara mojada. Estaba llorando. Me descubrí pensando en ti, otra vez.
Cansada de pedirle al universo que me ayudara a retroceder el tiempo para nunca haberte conocido, sin éxito, respiré, limpié mis lágrimas y pensé en todo lo que pasamos para llegar al punto en que yo saliera corriendo, intentando dejar todo atrás.
¿Cuándo deja de ser amor y se convierte en maldición? ¿En qué momento la convivencia diaria deja de ser lo más maravilloso del mundo para desear usar la máquina del tiempo para no haberlo conocido?
No quería intensear ni torturame. Esta vez quería tomar un camino diferente. Quería cambiar el rumbo. Deseaba con todo mi corazón dejar de caminar en un cable muy delgado, pero comenzó a cantar Colbie Caillat “One fine wire”. No sé en qué momento cambian las cosas. No sé cuándo los detalles maravillosos se vuelven molestos y rutinarios. No sé en qué momento cambió de “quiero vivir contigo para siempre” a “ya no veo la hora en que te vayas de aquí”.
Entonces, con “Ava Adore” de los Smashing recordé cómo nos conocimos. Yo tenía que grabar un programa de radio para la escuela con alguien “famoso” y tú apareciste: “Hola, no sé si para ti sea muy famoso pero me conocen en varios países de Centroamérica. Si quieres puedo ayudarte con tu tarea”. Vaya tipo pretencioso, pensé. Sí, eras el amigo de mi primo y sí, necesitaba la ayuda para la tarea.
Me aguanté el orgullo y tú aguantaste mi entrevista amateur. Saliendo del programa me preguntaste si quería comer contigo y yo respondí que sólo te aceptaría una chela. UNA. Sonreíste (lo cuál me pareció en ese momento totalmente irresistible) y terminamos en tu cama.
Debo confesar que me sorprendió muchísimo que siguieras buscándome y casi me desmayo cuando hablaste de tener una relación seria, formal, tradicional. Yo me dejé llevar, casi por inercia, cuando un día apareciste en casa de mis papás para conocerlos.
Ni qué decir cuando pusiste el anillo de no sé cuántos kilates en mi dedo durante una de tus giras…y me encontré buscando vestidos de boda.
Y hoy, casi 10 años después, me encuentro en un camión hacia no sé dónde, cuestionándome todo en mi vida, hasta mi amor por ti. “Forbidden” de Steep me recuerda un poco la razón de mi crisis de angustia y mis ganas de escapar.
Yo no quería besar a mi compañero de cubículo. Pero eran demasiadas las noches que pasaba sola mientras tú ensayabas. Nadie dijo que la vida del rockstar era sencilla, menos las de sus parejas. Ya sé, ya sé. Demasiados pretextos podría encontrar. El asunto fue que perdí el control. No supe hasta dónde era soledad, en qué momento se convirtió en aventura y cuándo comencé a decir su nombre en secreto en lugar del tuyo.
La carretera seguía pasando frente a mis ojos, como los recuerdos. Era como si los árboles también estuvieran escapando de todo, al igual que yo. Sólo que eso era un efecto visual. Los árboles se quedan fijos y yo escapo a una velocidad constante.
¿En qué momento me enamoré de uno y dejé que todo muriera por el otro? Después de un tiempo tenía dos relaciones al mismo tiempo y lo único verdadero es que no quería tener alguna.
Me gustaba pasarla bien con los dos, fantasear con uno mientras estaba con el otro. Ver cómo los dos (decían) que morían de amor por mi. Nunca me había sentido tan bien conmigo misma. Ya, ya sé. En terapia analizamos que mi autoestima era inexistente. Pero ¿Y eso qué? Tenía a dos hombres guapos, maravillosos y dispuestos a hacer todo por mi.
Suburban war de Arcade Fire me recuerda que estoy a punto de llegar a mi destino desconocido. La carretera no arregló nada en mi mente, este apenas es el principio de la cavilación.
A lo único que llegué es que el miedo a enfrentar mis actos me hizo huir, ni una nota de despedida dejé. Yo asumo que es desamor hacia mi marido y es amor excesivo hacia mi amante. No quiero dejar a ninguno. Los dos complementan el amor que siento hacia el otro.
¿La verdad? Por lo menos hoy no quiero regresar. Necesito un par de días en que pueda desconectar. Espero que Tokyo Blues haga su chamba y mi mente descanse un poco. Comienzo mi lectura con “Back to Black” de Amy Winehouse de fondo.
Total, siempre hay un mañana, ¿No?
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Imagen: Alice Popkorn