Ya decidí dejar de preguntarme por qué lo hiciste, si porque te sentías menos viejo o más poderoso teniendo a una niña pequeña sometida, si porque en alguno de tus viajes te ofrecieron a una pequeñita como “manjar” y de ahí se te desarrolló el “gusto exótico”, porque cuando anduviste en la sierra con la armada, entre tanta bala y tanta muerte te llenaste de poder y en algún momento en tu cabeza te convertiste en algún tipo de dios con poder para someter a las personas a tu antojo o si sufriste un abuso en tu niñez que te llevó a actuar así. No me interesa saber si mi niña es la primera, porque no puedo remediar lo que hiciste en tu pasado, pero si te garantizo que voy a hacer todo lo que esté en mis manos y más para que sea la última.
Vas diciéndole a la gente que no sabes por qué te esta pasando esto, que eres objeto de una injusticia y una traición, que solo eres un pobre hombre enfermo que tuvo la mala fortuna de poner sus ojos en mi… De una vez por todas te voy a aclarar lo que hiciste. (Como si no lo supieras…) Quien quita y algún día tengas oportunidad de leer estas líneas y aunque lo dudo sientas un poquito de vergüenza, aunque sea por el que dirán, porque lo sabemos, los monstruos no se redimen.
Lo que hiciste en el cuerpecito de mi niña lo voy a omitir, porque está demás, porque lo sabes, porque me atrevo a pensar que te deleitas recordándolo y no quiero ni siquiera imaginarme a otro monstruo como tú babeando al imaginar el cuadro.
Le enseñaste a sentirse humillada, sucia, avergonzada, abandonada, y sobre todo ultrajada, le enseñaste a no confiar en los adultos, a tener miedo de los hombres, para sobrevivir tuvo que separar sus emociones de sus pensamientos, a encerrar sus sentimientos con llave por el terrible miedo de que alguien le vuelva a hacer daño.
Lastimaste tanto su autoestima que no acepta un cumplido sin tener que sacar a colación un supuesto defecto de su personalidad, porque está convencida de que atrás de cualquier halago hay una mala intención. Cortaste de tajo su infancia, la sumergiste en el mundo sucio de tus perversiones, le hiciste que tuviera miedo a cosas que ni siquiera sabía que existían.
Con tu forma de manipularla le hiciste sentir culpable por tener que someterse a tu lujuria, como si ella hubiera podido hacer algo para evitarlo.
Sus días de descanso los cambiaste por días de psicólogo, sus tardes de juego las cambiaste por tardes de terapia, su alegría la cambiaste por tristeza, sus noches de sueño las cambiaste por pesadillas y su sonrisa por unas ojeras moradas.
Yo se que le va a quedar una cicatriz para toda su vida y que no puedo hacer nada para evitarlo, pero sí puedo encargarme de que no lastimes a nadie mas. Y eso te lo prometo, de mi cuenta corre.
Esta historia es real. Pedimos por ello respeto y mesura en los comentarios, y los moderaremos con especial atención. Su autora, Alba, comparte sus vivencias con ustedes en el blog Contra los Monstruos. Publicado con permiso de la autora.
Imagen: jamelah