Marina Abramovic.
El arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas.
Marcel Duchamp.
Hubo un tiempo en que desaparecer era una cuestión de principios, de abandono, de un simple hecho del azar. Momentos en los que el cuerpo se desintegraba por completo dejando tan solo una sensación de vacío, de angustia.
Eso era el pasado…
¿Ahora que nos queda?
Tan solo la fragilidad del instante.
La belleza de lo efímero se centra principalmente en que engloba toda una verdad, una aceptación devastadora de la realidad que nos circunda, y a su vez asfixia.
El performance como disciplina artística puede parecer engañoso, ambiguo, lleno de trabas, de trampas, de pasillos que suelen conducir a lugares obscuros y sin salidas. Sin embargo tras una confesión todo parece abrirse y aclararse desde la brutalidad de una imagen.
Marina Abramovic, es la síntesis de un riesgo, de un capitulo inconcluso que se reescribe constantemente para abordar aquello que solo puede decirse mediante la presencia del cuerpo.
Existen límites, fronteras que están ahí en medio del camino, entre la obra, el artista y el espectador… Marina se encarga de romper esos muros, esas líneas divisorias que solo pueden estorbar y entorpecer un discurso, presentándose tal y como es, no hay mas…solo un mensaje que se encierra entre la mirada que observa y a su vez es observada.
La obra de Abramovic se centra principalmente en su cuerpo y la relación con los ritos, la inconsciencia, el dolor la comunicación e incomunicación con el otro. Pasando a si un lenguaje en donde los limites tienen un lugar imprescindible dentro de su obra.
Las condiciones de lo humano ante el universo que grita y desgarra a cada segundo de la temporalidad de la vida, un gesto que se pierde entre voces, ausencias y silencios.