El hombre que evitó una guerra, el obispo de los pobres, el que daba voz a los sin voz -y cuya obra en vida en favor de los desprotegidos fue descalificada por las altas esferas del poder político y económico- murió el lunes 24 de enero en la capital de México dejando una estela de tristeza, conmoción, condolencias y reconocimientos provenientes de todos los sectores sociales nacionales y extranjeros.
El obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García, fallecido a los 86 años de edad, será recordado por haber fungido como mediador entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno de México durante las negociaciones para la pacificación en el estado de Chiapas, donde el grupo comandado por el “Subcomandante Marcos” se alzó en defensa de las causas indígenas el 1 de enero de 1994.
Manuel Camacho Solís –mediador del entonces presidente Carlos Salinas en el conflicto de Chiapas- asegura que gracias a la intermediación de Ruiz (como miembro de la Comisión Nacional de Intermediación) se evitó una guerra en México cuando los indígenas de ese estado, que aparecieron con pasamontañas y “armas”, habían declarado la guerra al gobierno federal.
El diálogo para la paz que en 1994 frenó la guerra en Chiapas fue posible por la mediación del obispo.
“Jtatic” (padre en lengua tzotzil) pasará a la historia por ser el defensor de esos pueblos olvidados de México, porque les hizo conscientes de sus derechos (como el derecho a la tierra, por ejemplo) y porque logró que todo mundo volteara los ojos hacia ellos, hacia nuestros paisanos chiapanecos.
Hizo realidad la doctrina de la iglesia católica que pide a la humanidad optar por los pobres. A raíz de su muerte, muchos son los artículos escritos en memoria del oriundo de Guanajuato y, probablemente, todo lo que se diga sobre él será poco comparado con la obra realizada en Chiapas y con el amor y reconocimiento que le profesaban desde lo más profundo del corazón los habitantes de esa parte del sureste mexicano.
Llama la atención las palabras que, mediante un comunicado, expresó el subcomandante Marcos, líder del EZLN, a la muerte del sacerdote: “Don Samuel recibió presiones, hostigamientos y amenazas, incluyendo atentados contra su vida por parte del grupo paramilitar mal llamado Paz y Justicia”.
En su ya conocida ironía, Marcos escribe que aún cuando haya palabras de reconocimiento hacia la labor de Samuel Ruiz, existe un cierto regocijo por su muerte: “El grotesco desfile de personajes de la vida política local y nacional frente al féretro de Don Samuel no es para honrarlo, sino para comprobar, con alivio, que ha muerto; y los medios de comunicación locales simulan lamentar lo que en realidad festinan”.
Permítaseme un recuerdo: corría el último bimestre de 1997. Como reportera adscrita a la fuente religiosa para la agencia mexicana de noticias Notimex, me tocó cubrir una misa que presidió don Samuel en la Basílica de Guadalupe.
La ceremonia fue muy emotiva. El templo mariano estaba a reventar. El obispo emérito de San Cristóbal de las Casas dio la nota justo al pronunciar una parte de la misa llamada “oración universal”.
En ella pedía a Dios que las autoridades del gobierno de México dejaran de cometer injusticias contra los indígenas chiapanecos y los de todo el país.
No desaprovechaba ningún momento para alzar la voz en nombre de los sin voz.
Cuestionaba por qué siendo Chiapas uno de los estados con más riquezas naturales de México, tuviera a sus habitantes sumidos en una de las más lastimosas pobrezas de la nación.
Al cumplir los 75 años de edad, en noviembre de 1999, Ruiz presentó ante El Vaticano su renuncia al cargo de obispo emérito, como lo dictan los cánones de la iglesia católica, “la cual fue bien recibida no sólo por el gobierno federal, sino también por algunos obispos del llamado ‘Club de Roma’ que ansiaban su renuncia”.
Al renunciar a la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Ruiz se mudó a la ciudad de Querétaro, a petición de una de sus hermanas. Cuando su salud se lo permitía oficiaba misa en la parroquia de la Sagrada Familia de la colonia Jardines de la Hacienda, lugar donde se celebró ya un novenario en su memoria.
El 12 de enero fue trasladado de un nosocomio de esta ciudad a un hospital de México capital donde finalmente falleció. Sus restos descansan en la Catedral de San Cristóbal de las Casas. Se le atribuye la autoría de “La Teología India, como búsqueda de la presencia de Dios en las culturas originarias”.
El pensamiento y legado de Jtatic se puede resumir en el amor al prójimo, sobre todo cuando el prójimo tenía piel morena, pies descalzos y rostro indígena. Amar hasta que duela, como decía la Madre Teresa de Calcuta.
Norma Saldaña escribe en el proyecto Reporteras de Guardia y es egresada de la Maestría en Periodismo de la Escuela de Comunicación de la Universidad Anáhuac México Sur. Síguela en Twitter @normasv