Skip to content

Ni libre ni ocupado: los relojes torcidos de Dios

Barrio de Canillejas, 11.45 de la mañana. Me levanta el bastón una anciana apostada en la acera junto a otra más anciana aún. Detengo el taxi a su lado, toman las dos asiento, y la más viva me dice:

– Buenos días, hijo. Queremos ir a una iglesia, lo más rápido posible.

– Eso está hecho. ¿A qué iglesia desean ir? – pregunto accionando el taxímetro.

– No lo sé. No somos de aquí. Mi nieta me ha apuntado un par de ellas. Dice que son las mejores. Mire – la anciana saca de su bolsillo una nota con dos direcciones apuntadas.

– Sí. Están en el centro -digo después de leer el papel..

– ¿Llegaremos a la misa de doce? – me pregunta la otra.

– Imposible. Apenas faltan 10 minutos para las doce, y estamos lejos del centro – digo.

– Pues llévenos a la más cercana. ¡Deprisa!

Busco en el navegador la iglesia más cercana. En el menú de búsqueda selecciono “Lugares de Culto”. La iglesia más cercana se encuentra a escasos 950 metros. Iniciamos la marcha.

Durante el corto trayecto, la más anciana le dice a la otra:

– Tendríamos que haber salido con más tiempo, Conchita. Si tu nieta nos apuntó esas dos iglesias, por algo será. Ya sabes que no me gusta ir a lo loco y meterme en cualquier parrocucha de barrio.

Aun con los semáforos y el atasco, llegamos 5 minutos antes de las 12. En efecto, se trataba de una parroquia humilde de barrio.

– A menuda birria de iglesia nos ha traído, hijo.

– Era la más cercana – contesté.

– En fin. Al menos hemos llegado a tiempo. No te enojes, Maruja. Tome, cóbrese.

Me pagaron los 3,15€ de la carrera y allá que fueron. Las dos, cogidas del brazo, puntuales a su cita diaria con Dios.

Maruja no quería celebrar su misa de hoy en una parroquia de barrio. Pensé que llevaría bien a mano, en el bolso, su Tarjeta Eternal Travel con miles de puntos acumulados durante toda su vida: