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El aguador de Castilla (alegoría de la Ley Sinde)

Pues resulta que en un pueblo de Castilla vivía un aguador que daba servicio a toda la población. Su padre, el padre de su padre y el padre del padre de su padre se habían pasado la tradición de generación en generación.
Su profesión requería varios trucos para que el negocio saliera bien: cobraba la tinaja de agua a seis reales; por el camino del río a la casa del cliente, paraba en la suya y dejaba 2/6 de tinaja; también pasaba por la casa del ceramista, que era el terrateniente del pueblo, y le dejaba de forma gratuita 1/6 de tinaja de agua (luego él le dejaba las tinajas a mitad de precio); como era sumamente torpe, en el camino se le derramaba casi siempre otro sexto de agua (menudo despilfarro); y por último, el Alcalde del pueblo le imponía unas tasas de 1/6 tanto del agua como del dinero (en total 1 real). En definitiva, al cliente sólo le llegaba 1/6 de la tinaja de agua y pagaba los seis reales, como si fuera a disfrutar de la tinaja entera.
Un buen día, los habitantes de este pueblecito de Castilla se cansaron y se reunieron. Acordaron pagar al herrero 20 reales por habitante y 3 reales más al mes cada uno si les instalaba y mantenía una red de tuberias desde el río hasta sus casas. El herrero aceptó encantado ya que le daría para vivir y muy bien. No obstante, tanto el aguador como el alfarero se negaron y se reunieron en petit comité con el Alcalde y acordaron cobrar unas tasas adicionales: 1 real por cada grifo instalado y 1 real al mes (extra) para cada habitante que tuviera grifo, todo para el aguador y para el ceramista. Además, de los 3 reales que se llevaba el herrero por el mantenimiento, el Alcalde se llevaba un impuesto de 1 real.
Pasados un par de meses, había llegado una etapa de esplendor al pueblo: todos tenían más dinero y más agua, todos excepto el aguador que sólo le daba para vivir (eso sí, sin hacer nada) y el ceramista había visto mermados sus privilegios y sus ingresos. El Alcalde por su parte, también tuvo que reconocer que las cuentas de la alcaldía (y sus privilegios) no pasaban por los mejores momentos. Así que volvieron a reunirse los tres ¡Cómo se atrevían estos campesinos! ¡Ésto era un abuso! El Alcalde decretó que ser aguador era un oficio tradicional y que no se iba a perder. El agua de la tinaja sabía mejor y así lo dio a entender, el agua de las tuberías era insalubre y sólo podría utilizarse para regar y dar de beber a los animales. Manteniendo las anteriores tasas, encontró una fuente de ingresos adicional: al que le pillaran bebiendo agua del grifo de su casa, o del grifo de la casa de un vecino, le iba a ser confiscada la llave de  dicho grifo (o la del del vecino).
Tuvieron entre los tres una gran idea y la plasmaron en papel de esta manera:
– Se crearía una Comisión formada por:
– El aguador (como presidente de la Comisión) y un primo suyo;
– El ceramista (como representante de los gremios del pueblo de Castilla) y un primo suyo;
– Un primo del Alcalde (que era un poco torpe y no sabía hacer nada).
– El posible infractor recibiría una notificación de la Comisión para cerrar el grifo y entregar la llave para investigar pruebas.
– En dos días, el Alcalde escuchará a la Comisión y a los hijos del aguador (que podrían morir de hambre por culpa del infractor) para decidir si la Comisión sigue adelante o no.
– El infractor es infractor también si recibe agua para beber del grifo de su vecino/a, el/la cual es también infractor/a.
– Cada infractor pagará la suma de 10 reales como multa, eso sin contar las responsabilidades tanto penal como civil de la infracción, acciones que podrían ejercitar el Alcalde de oficio, o el aguador o el ceramista, para reclamar el lucro cesante (dinero dejado de ganar por la acción dolosa del acusado).
Final de la historia.
Al final pues, todos arruinados y sin grifos, excepto el aguador, el ceramista y el Alcalde. Por cierto, ellos en su casa tienen grifos y están disfrutando de los reales ganados hasta que se les acaben. Una vez suceda, tendrán que ir a otro sitio, a otro pueblo río abajo de Castilla a vender agua. ALCALDE, por 1/6 de tinaja de agua y 1 real por tinaja ¿NO PODRÍAS HABER HECHO ALGO BENEFICIOSO PARA EL PUEBLO QUE TE DA DE COMER?
Bibliografía consultada: Propuesta de Modificación de la Disposición Final Segunda del Proyecto de Ley de Economía Sostenible que modifica: la Ley 34/2002 de 11 de julio; el RD legislativo 1/1996, de 12 de abril; y la Ley 29/1998, de 13 de julio.
Cuidado, este texto no es creative commons. Esta narración fue publicada originalmente en el blog lexdubia y lo reproducimos aquí solamente con permiso de su autor. ¡Sigue a @lexdubia a través de Twitter!