Por Isaac Llopis. La Libreta en Blanco (CC)
Ayer conseguí que algunos de mis amigos, de los más críticos y conservadores (un abrazo para vosotros), se pasaran a la asamblea de la jornada de reflexión en Muntanyeta. Lo que vimos allí, desgraciadamente, nos hizo a todos preguntarnos qué había cambiado, por qué estábamos allí y si realmente valía la pena este movimiento. ¿Por qué? Porque lo que presenciamos, contra lo que había pasado anteriormente, fue un mítin político en toda regla.
Delante de nuestros ojos, uno tras otro, fueron apareciendo los “portavoces” de las diferentes áreas del movimiento. El área de educación, el área de medio ambiente, el área de barrios, el área de cultura, el área de política… (¿No nos recuerda esto a algo que tenemos muy, muy visto?) Cada uno explicando en su discurso las propuestas que entre ellos mismos habían pactado, incluyendo las que venían de Madrid y agregando aquellas relacionadas con nuestra ciudad y comunidad (¿No nos recuerda esto a algo que tenemos muy, muy visto?).
Entre estas propuestas hay muchas que venimos escuchando hace mucho tiempo y que conforman nuestro “acuerdo de mínimos” general, que es lo que ha lanzado a miles de personas, ciudad a ciudad a la calle. Cambiar la ley electoral para hacerla más justa, cambiar la constitución, mejorar la participación ciudadana en la política y, especialmente, en la toma de decisiones importantes, reducir la dependencia de los poderes políticos de la banca, mejorar la separación de los poderes jurídico y político, etcétera. Pero también se colaron propuestas como, por ejemplo, reconocer el derecho a autodeterminación, proteger la lengua valenciana y muchos otros (el mítin duró una hora de reloj) que recordaban en exceso al programa de Izquierda Unida.
Además, esto lo coordinan entre una serie de portavoces o grupos de trabajo, a los que nadie sabe quién ha elegido y que no necesariamente representan a la gente del movimiento. Gente que ha infiltrado sus pensamientos de izquierdas en una serie de propuestas detalladas que se incluyen en el programa de algunos partidos de izquierda, pero que hace que corramos el riesgo de que los conservadores que también están en paro, sin casa, sin futuro y cabreados, dejen de pensar que este movimiento les representa también. Precisamente, de lo que nos estamos quejando es de
Que no. Que no. Que no nos representan.
¿Y ahora tenemos representantes a los que nadie ha votado? ¿Quién los ha puesto ahí? ¿Quién les ha dado mi voz? ¿Dónde está mi voto? No. Los medios de comunicación han aireado muchos comentarios de muchos “sabihondos” políticos diciendo que este movimiento no tenía base ni propuestas. Tal vez por eso, aquellos que encabezaron el movimiento, en su afán por acallar las bocas de los politicuchos y sus esbirros mediáticos, han decidido que lo mejor es hacer un listado de propuestas detallado. Pero un listado de propuestas detallado es un programa electoral. Y eso nos convierte en un partido político.
Estamos cayendo precisamente en el error del que nos quejamos en los partidos políticos. Y eso va a acabar dividiendo y dispersando a los ciudadanos que un día se acercaron a Sol en busca de unas premisas básicas, bien definidas, suficientes para que, a partir de ellas, una vez regenerado el sistema, pudiésemos definir cada uno nuestra ideología, sea cual sea sin necesidad del movimiento. Porque las normas políticas ya recogerían esas premisas iniciales en las que todos estábamos de a cuerdo.
La idea central de #nolesvotes siempre ha sido individualista. Para congregar a cientos o miles de personas como ocurre en Sol o Barcelona, es imprescindible un mínimo de organización, pero esa organización debe limitarse a los mínimos con los que salimos a la calle, y nada más. De otro modo estamos permitiendo que los partidos políticos o las ideologías políticas se infiltren en la doctrina del movimiento, que es ciudadano, no político, no lo olvidemos.
Muchos que ayer se fueron de Muntanyeta (la rebautizada “plaza del 15 de mayo”), como yo, probablemente lo hicieron desilusionados. Vieron como un movimiento ciudadanos que comenzaba limpio y con los objetivos generales claros, intentaba plantear un programa electoral demagógico, del mismo modo que hacen los políticos previo a las elecciones, cuando lo que se quiere no es eso, sino cambiar el sistema.
Ricardo Galli lo explica fenomenalmente bien en su videopost de ayer, y estoy absolutamente de acuerdo con él.
Es más, si Democracia Real Ya sigue así, le retiraré mi apoyo. No así a los ciudadanos cabreados. Ellos saben perfectamente lo que quieren, no mutilemos este movimiento malogrando el consenso que habíamos conseguido, por introducir un programa político en el discurso ciudadano. Mantengamos el acuerdo de mínimos que nos sacó a la calle, porque con esas propuestas conseguidas, después cada cual podrá desarrollar la ideología que quiera, en un sistema igualitario y más justo, sin las cortapisas que nos cierran la boca ahora, y con los representantes que nosotros elijamos. De otro modo, los ciudadanos no son tontos, y verán el movimiento como otro partido político más, otro programa demagógico más, además de izquierdas, echando para atrás la unidad entre la diversidad que se había conseguido.