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Quizás en el ámbito de las artes escénicas  se ha llegado al punto en donde las certezas y los conceptos arquetípicos han devastado los procesos de ruptura, cercenando de esta manera todo tipo de experimentación que con lleve a la búsqueda de nuevos caminos.

Afortunadamente las nuevas generaciones  están empezando a confiar más en sus cuestionamientos y en aquellas preguntas que se posicionan de la voluntad y la razón.

Sasha Waltz, es probablemente uno de los puntos de partida que conlleva a la creación de nuevas interrogantes, generando un lenguaje escénico propio, arriesgado, entre el filo de la incomprensión y la empatía.

Todo un discurso que de desborda a través de imágenes , acciones que van mas allá de una trayectoria física, involucrando sonidos y espacios alegóricos que sitúan al espectador dentro de un universo metafísico.

Valiéndose de elementos visuales, dancísticos, teatrales, musicales, arquitectónicos y de diseño, Sasha logra una revolución que rompe toda línea divisoria entre la danza y el teatro, apostando por un lenguaje que se enfoca principalmente en el suceso escénico, evitando de esta manera cualquier hermetismo o verdad ilusoria.