Tu libertad llega hasta donde afectas a terceros, parece una sentencia moralista y cuadrada, lo que plantea ese supuesto es poner límites a un concepto que presume no tenerlos. Es una paradoja.
En 1938, Orson Welles transmitió por radio su versión dramatizada de “La guerra de los mundos” de H. G. Wells, el pánico que causó en la audiencia el ficticio ataque extraterrestre que narraba desde la comodidad de las instalaciones de una estación de radio de la cadena CBS fue tal, que hasta la fecha ese episodio histórico es referente obligado de estudio entre sociólogos, comunicólogos y periodistas.
¿Qué fue lo que hizo que la gente entrara en ese estado de terror?, el contexto histórico-social no alentaba a las personas a ser muy positivas. La sensibilidad de las sociedades estaba a flor de piel por los acontecimientos bélicos y los cambios sociales que enfrentaba el mundo de aquellos años.
¿Qué pasa ahora con lo que un par de twitteros enfrentan por ejercer “su libertad” a través de su cuenta de Twitter? El caso de María de Jesús Bravo y Gilberto Martínez, los veracruzanos que con sus mensajes cortos de Twitter causaron pánico entre la ciudadanía nos revela el estado de paranoia que vive la sociedad mexicana.
Los Tweets que arrojaron y que al ser tomados como verídicos los colocaron en una nueva categoría de delincuentes (“twiterroritas), movilizaron a la población ante el miedo de una amenaza que puso a miles de personas a merced de un rumor esparcido en la red social sobre un ataque a una escuela.
Sin duda fue una irresponsabilidad, pero ¿”terrorismo y sabotaje”?, por esa tipificación de delitos, el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, está decidido a proceder hasta las últimas consecuencias: la cárcel, años de encierro.
¿Las publicaciones que se esparcieron como pólvora y que resultaron falsas son motivo suficiente para negarle no sólo la libertad de expresión, sino la libertad a plenitud de los responsables? La acusación directa es que este par de microblogeros causaron la psicosis colectiva, ¿la cárcel?
No debemos caer en los extremos, los twitteros del mundo no debemos proyectarnos en un afán de sentirnos perseguidos como si fuéramos todos los días publicando amenazas de bombas falsas con la mala intención de desinformar, o por simple y vulgar desconocimiento, pero mucho menos se debe permitir que un gobierno actúe de manera absurda, ridícula, condenando con esos parámetros hacia afuera, sin voltear a ver a sus propias instituciones podridas de corrupción, los malos manejos al interior de sus propios elementos, la democracia falsa que profesan, ¿eso no causa psicosis? ¿eso no es el motor de la desconfianza colectiva de la que somos víctimas?