Skip to content

Las marcas del Bullying [Parte II]

¿Me estás diciendo que una sola acción puede contribuir al desorden interior de una víctima de bullying?

No hace falta ser tan perspicaces o ir más lejos, desafortunadamente se cuentan por montones los casos en los que una niña se derrumba porque otra “no quería ser su amiga”, porque le fue negado el derecho a formar parte de un grupo o porque se divulgó una situación embarazosa en público.
Y qué decir de los casos en los que los padres descubren a sus hijos lastimándose los brazos porque de no ser así difícilmente tendrán el “cariño” o el “respeto” de sus compañeros, o de las vergonzosas situaciones en las que si no se respetan las reglas de un grupo “popular” o dominante, las víctimas podrían ser objeto de represalias. Lo más lamentable es que existen casos en los que las personas llevan a la realidad sus ideas suicidas como consecuencia de haber sido acosadas.

Entonces en el caso de las reglas que impone un grupo “popular” los acosadores no nada más son quienes intimidan ¿cierto? ¿Qué pasa con quienes simplemente ven que hay situaciones de bullying y no hacen nada?

Una de las formas más poderosas de generar violencia es la omisión, pero a ellos no se les puede ni debe juzgar, al menos no con el mismo rigor. Ante el temor a represalias en su contra, lo más lógico es que estas personas encubran los actos ofensivos y denigrantes de otros. Ahí es donde –con una acción sumamente sencilla– los padres o en dado caso los (verdaderos) amigos pueden hacer la diferencia:
En algún momento del día el “observador” puede poner sobre la mesa las situaciones que le parecieron “chistosas” de su jornada –incluidas las que tienen que ver con la persona acosada– pero si los padres o los amigos toman el tema con la seriedad que se requiere y se hace conciencia de que es cómodo utilizar frases como “A ti te gusta que te hagan esas cosas” para justificar su accionar cuando lo ideal es salir de la zona de confort para proteger a los que se sienten marginados, se estaría frenando a acosadores en potencia.
A los observadores se les tendría que explicar que hay algunas maneras sencillas y seguras para ayudar a la persona acosada a escapar de la situación. Sin embargo, si lo hacen, hay que dejarles claro que no deben exponerse al peligro. Este tipo de personas pueden crear una distracción de la manera más sutil que se pueda imaginar: Un observador puede ayudar al acosado a salir de escena diciendo algo como, “Oye, me dijeron que necesitan verte en este momento” o “Vamos, necesitamos de tu ayuda.”
Hay que hacerles ver que en cuanto comienza una situación de acoso, ellos pueden apretar el botón de mute. Con ello el acosador entiende que no es más una persona “entretenida” y puede dejar poco a poco el mal hábito de intimidar a alguien.

Tal parece que la responsabilidad es compartida

Así es. El bullying es un problema social que tiene muchas aristas y puede ser visto por distintos frentes, por ejemplo el que tiene que ver con lo que sucede dentro de las instituciones educativas. A estas alturas posiblemente pueda preguntarse qué sucede con los maestros, tal vez se pregunte si la culpa de que se de el bullying es de ellos y la realidad es que aun cuando no se puede generalizar, sí se puede focalizar la atención en aquellos que minimizan el asunto o “se lavan las manos”.
Hay quienes aseguran que protegerán a las víctimas de acoso pero fallan en la práctica porque “se resuelve” que la culpa de lo sucedido no es de los acosadores, sino del acusado “por dejarse”.
Están también los maestros que aseguran tener “todo bajo control” cuando realmente dejan “a su suerte” al (la) alumno (a) acosado(a) o quienes –con la mano en la cintura– suspenden y/o expulsan a las víctimas de sus planteles por pelearse pero no por ser violentadas.
Hoy es un buen día para cambiar las reglas y pensar que todo debe ser diferente. Las escuelas que se jactan de ofrecer educación integral deberían invertir en un departamento psicopedagógico de calidad para apoyar a los alumnos con estrategias que los ayuden a salir de la engorrosa situación que viven.
Vale la pena preguntarse ¿Por qué dentro de las instituciones educativas no se ubica a la conducta como un punto importante que permita que los niños se reinscriban o no? Los agresores deben estar advertidos de que no pueden acarrear un problema más y que su derecho a permanecer en un aula está condicionado.

Volvamos con el tema del individuo que es acosado ¿Qué herramientas puedo darle como padre para que pueda defenderse o salir de esa situación?

Difícil pregunta, sobre todo porque quien suscribe no es padre, pero puede responder como hijo. El bullying petrifica a la persona que lo sufre y la solución no es tan fácil como la pintan pero –por principio de cuentas– sería importante contar con un recurso extra para apuntalarse. Hay personas que gustan de leer, dibujar, cantar o bailar y el hecho de contar con un tiempo para realizar este tipo de actividades puede renovar a las personas.
Es difícil involucrarse de manera objetiva, pero lo mejor que pueden hacer es recordar a la víctima que lo que se está buscando es el escape pacífico de una agresión y que es necesario darle herramientas para que se defienda y en el mejor de los sentidos se empodere.
Los padres deben velar por sus hijos, en el caso de quienes son menores de edad es significativo que se aseguren de que la víctima tiene amigos que lo quieren y apoyan, adultos que se asegurarán de escucharlo y apoyarlo y elegir lugares seguros en donde hay reglas, disciplina y consecuencias lógicas para los niños o familias que no respetan.
El abuso ya no es una situación que queda en los límites de las escuelas, hoy trasciende las aulas y es justo reconocer que hay un problema de fondo y que tenemos que romper la escalera de la violencia para generar espacios libres de burlas y maltrato físico o sexual.
Es importante que desde el núcleo de la sociedad (la familia) se trabaje para generar espacios más amables y se creen nuevas formas en las que se dé la resolución pacífica de los conflictos.