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Volar sin aviones

Nadia llegó puntual y compró dos boletos para la película francesa cuyo nombre no recuerda. Mateo la alcanzó cuando el filme ya había comenzado. Se dieron beso en la boca amparados por la oscuridad de la sala y disfrutaron no tanto de aquella historia filmada en su totalidad en blanco y negro en las calles de París, sino de sus metidas de mano clandestinas.

Tomás estaba haciendo su incursión académica por Estados Unidos y su hasta entonces novia y hasta entonces mejor amigo habían decidido disfrutar de su infidelidad. Ella sospechaba que lo hacía porque empezaba a haber fisuras en su relación con Tomás; Él porque desde que la vio por primera vez en una fiesta, se enamoró perdidamente de sus ojos claros. Habían pasado muchas cosas juntos. Los dos y los tres. Pero Nadia empezaba a tener dudas. Dudas dolorosas. Una especie de incertidumbre existencial ante el amor. Tomás se lo había dado todo. Mateo también, pero diferente. Con el primero se sentía segura, en un asiento de primera clase de un vuelo comercial. Con el segundo sentía que volaba sin necesidad de aviones. Como un pájaro. Esa noche Nadia iba a elegir sus sueños. y en esos sueños no estaban ni Tomás ni Mateo.

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Foto: Leyre Perez | Flickr (CC)