Barcelona está bien en los cielos.
Allá arriba duerme lo negado,
lo que el reo de tus ojos
ya se encarga de desear.
Y parten sus aves en busca de ventura.
Sí. Barcelona y el mar deben seguir
percheando tu deseo.
Deja a Barcelona al noreste de la ansiedad.
Conocerla sería apagar sus incendios,
sufragar su miseria, violarte el espejismo;
un rumor de mercado enhebrando tus plumas.
Conocerla sería conocerla
para luego entender que la has perdido,
y que ya no sabrías perderte en su olor imaginario.
Barcelona triunfa colgada de tu afán.
Porque triunfa en los techos y no existe,
no deben caer las torres sagradas,
no debe ensuciarse el azar de su lodo,
que no pierdan esos labios sus mestizas vocales,
su besable extranjería.
Porque son como caderas, no se tocan.
Pues no tienes dios y del arte vas dudando,
protege la fe en las postales de tu frente.
Barcelona ignota. Barcelona a salvo.
Barcelona al noreste del deseo.
Julieta Valero, en Altar de los Días Parados
Imagen de Moyan Brenn (CC)