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Año viejo, año nuevo… | Historias de hojaldras y otros panes

Comencé el nuevo año armando una nueva playlist. En ella intenté plasmar los deseos para cada mes. Debí haber puesto una canción por mes, pero en vez de ello  prendí el reproductor de canciones, comencé con Calaveras de Benny Ibarra y Lila Downs y de ahí me seguí.

Me di cuenta que cada canción evoca a un recuerdo, un momento, una intención y un deseo. La música llena mi cabeza casi tanto como mis chicos lo hacen con mi corazón, así que mis selecciones son eclécticas y diferentes entre sí, como mis amores, pero guardan armonía entre ellos.

Había muchos temas de los cuales podía escribir para esta primer historia del año, rupturas amorosas, tradiciones y deseos para el año nuevo, cierre de ciclos. Intenté con todos ellos comenzar la historia pero no pude. Los dedos se negaban a teclear, las ideas estaban dispersas y sólo podía sonreír.  Sí, estoy enamorada.

En realidad, desde hace unos tres años siempre estoy enamorada. Generalmente es del mismo y de algunos más que vienen y van. Desde hace un par de meses llegó a mi vida alguien más. Un hombre maravilloso con quien comparto los espacios y que acepta que existe el poliamor. Me gusta que los hombres de mi vida sepan sus espacios y los acepten como tal. Claro, ellos seguramente me tienen en algún departamento de su corazón, en el edificio que comparto con algunas otras chicas.

Es complejo de explicar, pero este sistema de vida ha traído la paz a mi mente y mi alma. En fin, en 2009 el habitante permanente de mi PH decidió irse a la playa con, supongo, una de las habitantes permanentes de su corazón que no era yo (evidentemente) y en ese tiempo conocí al Señor Pera. Ese señor me prometió la luz, la perfección, las mejores películas y el amor incondicional. Bastaron cuatro citas para que él desapareciera con la cola entre las patas y la cara gacha. Justo fue a finales de año, así que pasé un año nuevo preguntándome qué había hecho mal por varias razones: 1. El habitante permanente se fue sin mi y 2. El Sr. Pera desapareció sin dejar rastro.

Me sentí fatal pero pensé que todo mejoraría. Comencé el año con el corazón triste y la cabeza llena de dudas. Debo confesar que el 2010 estuvo lleno de inconsistencias. Por ejemplo, fue en el que menos tiempo he visto a mi sartreano habitante. Hombres vinieron y se fueron. Algunos reencuentros, besos furtivos, citas infructuosas. Habitantes de mi corazón que así como llegaban desaparecían.

Desde hace varios años sigo varios ritos cuando se acaba el año: siempre saco maletas, pero no siempre viajo. Siempre uso ropa amarilla, pero no siempre tengo dinero. Siempre chones rojos y no siempre tengo amor fijo los 12 meses. Pero algo que, invariablemente se cumple, es que como termino el año lo empiezo.

Es raro, pero eso ha marcado mi vida desde que comencé “La nueva vida”. Si terminó en un 31 de diciembre de malas, con  dolor de panza y aburrida, mis nuevos 365 días se caracterizan por alguna pesadez. Mientras escribo esta parte, “Qué pasará” de Café Tacvba retumba en mis audífonos.

La verdad es que nunca he pasado un último día del año totalmente malo o totalmente bueno. Siempre son y ya. Quizás alguna vez pueda ir a alguna fiesta increíble en la que me bese apasionadamente algún desconocido al dar las 12 de la noche, o estar en el centro de alguna ciudad junto a miles de personas que se alegran por haber llegado vivos a la siguiente vuelta del sol. Me gustaría pasarlo empiernada en una habitación muy cercana al mar, donde sólo se vean la luna y las sombras. Pero no, siempre lo paso como lo paso y eso marca mi camino. Práctica  determinista para una existencialista moderna.

Este 31 tampoco vi a mi sartreano o al nuevo chico que me hace suspirar. De hecho pasé los últimos 15 días del mes con muchísimo trabajo, sin ver a nadie y cerrando ciclos. Terminando cosas que empecé durante el año y nunca me di el suficiente tiempo como para concluirlas. Aún así, mi corazón no sufrió esta temporada. Al contrario. El 24 fui muy feliz al recibir mensajes de los diferentes chicos que habitan mi corazón y el 31 me sorprendieron con dos “Te quiero” mágicos y maravillosos.

Así que este año estoy limpia. Cerré ciclos con todo y canciones. ¿No les pasa que cuando cierran un círculo, irremediablemente llega un punto en la vida en que recuerdan a esa persona y le guardan un poco de luto? Justo ese día pasa algo que te recuerda lo poco amable que fuiste con esa persona o lo mal que te sentiste cuando se fue. Hasta el clima cambia. El ánimo se exalta y las lágrimas nos llegan. Creo que es el punto exacto donde se siente qué es la consciencia.

Una de las razones principales por las que recibí el año llena de alegría y amor, fue haber estado con un señor muy viejo, de más de 95 años. Fui a buscarlo a 12 horas de distancia de mi casa. Algo me decía que tenía que verlo.

Recorrí un largo camino que aproveché para dejar mis temores, tristezas, lágrimas y frustraciones en él. De ida fui pensando en todo lo mal que hice en el año y  agradecí por las experiencias. Cuando llegué a verlo, lo abracé con mucho gusto y él no me recordaba. “¿Quién es esta muchacha que me abraza tan feliz?”

Ese señor tiene deudas pendientes con sus muertos y con sus vivos. Terminó haciéndome muchas preguntas sobre mis antepasados, una y otra vez para después confesar que tenía deudas pendientes. Es una pena ir cargando penas y deudas cuando ya no tienen solución porque la otra persona ya está muerta, sobre todo cuando uno cree que está por colgar los tenis. Ahí es, creo, cuando más cerca sientes los tormentos de tus propios demonios.

Cuando regresé, la carretera hacia el año nuevo me llenó de sueños, ilusiones y planes. El atardecer del viejo año me lleno de sol que se va escondiendo entre las montañas, recordándome que todo tiene un final.

Si tuviera algún propósito para el 2011 sería, precisamente, pagar deudas y cerrar ciclos con los vivos, mientras aún tenga tiempo.

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Imagen: ahisgett