“Una fotografía no es un poema, una sinfonía o una danza, no es una imagen bonita o sentimentaloide ni un conjunto de técnicas encaminadas a la pura calidad del positivado. Una fotografía es o debería ser, una afirmación penetrante de nuestro mundo interior que impresiona por su impacto y excita la imaginación.”
J. MONTOYA
No, lo admito, nunca he soportado lo “bonito” en el arte, nunca he podido digerir las imágenes placenteras y condescendientes de artistas que buscan el agrado o la fácil comunicación para con el espectador. Esa algarabía por lo correcto, lo estable y armonioso causa en mis adentros cierto malestar, como una comida mal condimentada o una cerveza tibia servida en vaso de plástico.
Admito también que lo que muchos llaman bello y sublime yo lo encuentro aburrido, monótono y sin chiste. Con dicha opinión me he ganado muchas críticas que han desembocado en maldiciones y mentadas de madre. Opinión muy válida pero que a decir verdad, poco me ha importado.
Que si Liszt
Que si Neruda.
Que si La Mona lisa.
Que si El Quijote de la Mancha.
Que si esto que si el otro. Que si el arte como salvación del alma…en fin definiciones y ejemplos que para mí solo tienen como punto de partida un pensamiento seudohippie-intelectual-bohemio de “weva” digno de todo cafecito pequeño burgués de la condesa o de Polanco (colonias Yuppies de la ciudad de México).
Sé que hay quienes opinaran lo contrario, y me dirán con bases y sustento lo taaan pendejo y absurdo de mi comentario. Pero en fin así es esto, hay mucho de WEVA (tedio, flojera, aburrimiento) en el arte y esto seguirá así piensen lo que piensen los críticos de closet.
Por eso heme aquí escribiendo esto para presentarles a un tipo que se ha ganado mi agrado y simpatía por una sencilla razón, su total IRREVERENCIA. Esa burla hacia lo cotidiano y santificado por los cánones culturales de hoy en día, que solo han traído una regresión y estancamiento en el pensamiento actual.
Jam Montoya, toma dicha irreverencia como punta de lanza para un discurso que se aleja de parámetros donde la búsqueda por una estética plana y complaciente llena toda expectativa.
Vestido con un lenguaje critico, obscuro, sexual, desbordado en sus límites, las imágenes de este fotógrafo nos envuelve en una complicidad de malicia y lujuria óptica. Con una técnica bien definida y trabajada, Montoya se comunica con el otro, por medio de semblantes, de cuerpos desnudos con penes erectos, de santos y angeles extraviados en un coito infinito.
“Lo maravilloso debe usar mascaras horrendas para quedarse grabado en los corazones de la humanidad”
F. Nietzsche.
En cierto capitulo de Confesiones de una Mascara del maestro Yukio Mishima, este narra la experiencia de su primera masturbación al ver la imagen de San Sebastián en un libro de la biblioteca de su casa. Cuenta esta anécdota como algo sublime, algo que sobre pasa la moral y la ética, que catapulta el impulso y el deseo hacia la estratosfera. Una eyaculación perfecta y portentosa que salpico la superficie de aquel escritorio de madera y lleno de satisfacción cada partícula de aquel diminuto y pálido cuerpo.
Recuerdo esto por la sensación que brota de observar el trabajo de Montoya, esa visión que pasa por encima del morbo y el lívido, que se estaciona en un lugar recóndito del inconsciente.
Un despliegue de circunstancias dramáticas que terminan en una felación digna de todo amante terrenal.
NOTA: Espero puedan disfrutar y apreciar el trabajo de este hombre, asi como yo espero nunca volver a citar a Nietzsche en ninguno de mis artículos.
Un lindo fin de semana para todos.