Un presunto acercamiento a la obra de Alejandro García.
“La memoria puede ser vil, repulsiva y brutal, como los niños. ¿Pero podemos vivir sin ella? La razón se sustenta en ella, ¡no afrontar la memoria es negar la razón! ¿ Y entonces? Qué nos obliga a ser racionales?”.
The Joker.
Nací en una década ambigua, acelerada, con un ritmo vertiginoso hacia lo indefinido, una velocidad impetuosa y soberbia que no se descifra con la acción, sino con la pasividad que observa y sonríe ante una realidad que se desploma. Eran buenos tiempos, lo cual no quiere decir que hayan sido los mejores, pero eran buenos en verdad. Todo era más sencillo, menos formal, y absurdo, con una ligera pizca de ironía y sarcasmo. Una manera muy bonita y simple para definir una vida que se deslizaría por la tangente del recuerdo.
Pertenezco a una generación perdida, sin nombre, sin un titulo ostentoso y rimbombante, una camada de seres indefinidos e inconclusos que buscan su identidad en las manifestaciones y sucesos del pasado. En mi época no existió un Gandhi, un Martin Luther King, unos Beatles, o una guerra apocalíptica. Las personas no iban por ahí regalando flores cubiertos con ropajes coloridos y sicodélicos, tampoco había un compromiso hacia una causa política o existencial. No me toco ver matanzas estudiantiles ni la experimentación sonora de agrupaciones como Pink Floyd o King Crimson, mucho menos el auge de la ideología Marxista o la irreverencia de Marcel Duchamp.
No a mi no me toco eso.
Yo crecí entre los placeres de un mundo pagano y superficial. En la periferia de la problemática humana y al borde… casi, casi en la esquina de lo que podría llamarse una conciencia de estado o de credo político.
A decir verdad, el mundo me importaba una mierda.
Yo pertenezco a la generación Mazinger a la comuna de las figuras de acción y de los comics, a los que con ahincó y entrega gritábamos todos los días a las cuatro pm – THUNDER THUNDER, THUNDER, THUNDERCATS OOOOOOOOOOOOH- soy de aquellos que crecieron con un Transformer en la mano, que despertaban temprano todos los domingos para ver el programa de Chabelo, que se pasmaban frente al televisor viendo Kit el auto increíble, que tenían sueños húmedos con la Winnie Cooper de Los años maravillosos. Pertenezco a los que se perdieron en una inmensidad de imágenes e iconos del pasado, y que hoy hacen el vano intento por encontrarse en los vestigios de un paraíso perdido.
¿Cómo definir la obra de Alejandro García, siendo objetivo e imparcial? Creo que es sumamente difícil, sobre todo si compartimos muchas diferencias y puntos en común. Suena algo paradójico pero así es. Definirla sería algo así como encasillarla, enclaustrarla en un solo cajón, donde solo hubiese cabida a un juicio meramente “artístico” y “tendencioso”.
Por lo que entonces me limitare a una sencilla tarea: DESCRIBIRLA.
En estos momentos en que la palabra casi ha perdido su valor, en los que los conceptos suelen ser tan trillados, manoseados, amasados y vueltos a freír, mi pregunta es la siguiente ¿Por qué no revalorar nuestros modelos ideologicos? Es más ¿Por qué no re significar nuestros paradigmas y todo aquello que ha influenciado en nuestra (de) formación humana?
Supongamos que ET no es solo aquella historia del extraterrestre cursi y bonachón, si no la peripecia de un héroe, una especie de Ulises moderno en busca de Ítaca, de su origen, de su raíz, de todo aquello que lo define como ser viviente. Podría parecer pretencioso y estúpido pero hagamos ese intento de suponer que dicho personaje no es solo eso que nos han planteado por años sino algo más.
Adentremonos, y visualicemos todas aquellas caricaturas y series de televisión que veíamos en la infancia, busquemos la complejidad de su significado:
Mazinger Z o la similitud del Prometeo moderno, el mundo post apocalíptico y caótico de Conan el niño del futuro, el conflicto y hermandad entre seres distintos que conlleva al racismo en Wizards, la tragedia del héroe y su destino de muerte en los caballeros del zodiaco. Etc etc etc.
García toma y se apropia de estos modelos para resinificarlos, casi podría decirse que los reinventa, los adapta a un contexto distinto y de ahí crea su propia historia o simplemente ahonda en ella.
Pornografía, estrellas de rock, leyendas del pasado, figuras de acción, comics, una pluralidad de imágenes y objetos albergan la obra de este artista mexicano, que valiéndose no solo del dibujo si no también del video, la pintura y la escultura nos brinda un claro ejemplo de que todo puede transformarse para ser rediseñado, re inventado o re valorado en una sociedad que cada vez más se pierde entre el consumismo y la decadencia.
FOTOS: EMILIO VALDES.