Le dice al oído en una de las arremetidas: quedáte quieta chiquita, si te movés no puedo. Te prometo que no te va a doler.
Así, hablándole muy despacio y acariciándole el pelo, logra que se calme. Con un rápido movimiento, le aplica la inyección que surte efecto de inmediato. Primero dobla las rodillas y luego cae al suelo sobre su costado sano.
Cuando sus ojos finalmente se opacan, le quita las anteojeras y llama al petisero que observa la escena desde las tolvas. –Entiérrenla Cipriano y después preparáte que vamos a cazar a ese maldito.
Claudia Sánchez escribe desde Buenos Aires, Argentina. En su blog reúne minificciones y minirrelatos. ¡Visítalo!
Imagen: Aki Hänninen