No escuchaba sonido alguno. Dudaba entre estar despierto o dormido. Me entró al cuerpo esa extraña paranoia de no saber qué estaba pasando y no tener el control de mi cuerpo. No podía moverme, no veía nada, no pensaba en nada.
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De pronto, sentí vibraciones del sonido a lo lejos, dentro de los párpados. Era una canción. Casi podía apostar que era Sometimes de James. Eso sólo sirvió para que comenzara a desesperarme y entonces me di cuenta que estaba atado. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado que no recordaba nada?
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Los recuerdos comenzaron a llegar poco a poco, de manera dispersa y confusa. Estaba destanteado con las horas, las personas y los acontecimientos.
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Parabola de Tool me acompañó mientras manejaba por esa gran avenida, venía pensando en nuestra cita, como de costumbre. Tu sonrisa se me aparecía en los pensamientos, las pecas en tus senos provocaban mi constante excitación. Me gustaba pensarte cerca de mí, con ese olor a cítricos y tu cabello lacio, dorado, que bajaba por tu espalda.
Casi desde que te conocí comencé a quererte, a desearte, a esperarte. Con esa forma tan poco convencional de ver la vida me hacías querer tenerte irracionalmente. Despertabas todos mis instintos hasta el punto de perder el control.
Y ahora estoy en no sé dónde carajos, amarrado, sin poder ver y tengo miedo. No entiendo, no me acuerdo de nada. Trato de mover los dedos del pie y no lo siento. Esta angustia me está llenando y aún así sólo puedo pensar en ti.
Recuerdo tu cuerpo, la lencería cara en el piso, Ashes to Ashes de David Bowie, tus besos. En algún lugar de mi mente hay imágenes de vidrios rotos, gritos, mucha adrenalina, un dolor de cabeza insoportable.
Siento que ha pasado mucho tiempo, siento que ha pasado poco tiempo. Creo que ya no soy yo. No siento nada. No estoy aquí.
Esto que estoy pensando poco a poco se evapora y ya no puedo pensar. Las palabras dejan de unirse unas con otras. Sólo llega la nada, el silencio, sonidos muertos. ¿Por qué apareces llena de sangre? ¿Por qué cuando abro los ojos no veo nada?
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Despierto, doy una bocanada de aire. No, no es un sueño. El cuarto está lleno de sangre. Estoy amarrado. Ya puedo ver. Quisiera no haber abierto los ojos. Vuelvo a cerrarlos. Sólo veo tu cuerpo en pedazos, rodeándome. No pude verme, no puedo sentirme. Me atormentan las imágenes de sus extremidades a los cuatro lados de mi cama.
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Duermo, pienso en ti. En tu cabello dorado, en tu boca roja, besándome. Desapareces, te busco. Trato de mover las manos. No puedo. Despierto. Sigo amarrado. Ya no veo la sangre. Ya no hay nada. Despierto en la nada.
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Reconozco la melodía. Es Sonne mund und Sterne de Starseeds. Comienzo a respirar. Intento tranquilizarme. No pasa nada. Me siento en ese silencio muerto de nuevo. La boca comienza a hacer estragos y siento un extraño sabor a centavo viejo. ¡Ya siento!
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No sé si la melodía habita mi cabeza o está afuera, en el entorno. Tengo miedo de nuevo. Creo que voy a morir. Cierro los ojos. Ya no escucho nada. No estás. Tu voz se evapora. Respiro y escucho Monkey gone to heaven de Los Pixies.
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¡Qué buena canción para morir!
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Imagen: gaelx