No acostumbro dar explicaciones pero pregunto todas las razones para encontrarlas. Cuido mi privacidad más que cualquier otra cosa, aunque parezca de broma. Alguien tan expuesta a medios sociales como yo y que, además, disfruta del exhibicionismo como es mi caso, parecería disfrutar la absoluta falta de “vida privada”. En el momento en que las personas que leían mis cuentos comenzaban a tratar de dilucidar qué parte era ficción y cuál realidad, se involucraban con los personajes, me preguntaban si era cierto que tenía tantos o tan pocos amantes y tomaban partido por unos u otros, me di cuenta que había pasado una barrera conmigo misma. Se mezclaron personajes con personas reales. Siempre he firmado como “hojaldra” pero también ese personaje comenzó a ser más persona que yo misma. Me perdí.
Lo que empezó como una columna en la que se darían “consejos de amor” terminó siendo una antología cuentera con un hilo conductor que no termino de entender, pero que resultó entrañable para algunos lectores.
Muchos relatos fueron regalos, otros peticiones especiales y los más una combinación de sentimientos intensos con ganas de salir de manera intempestuosa, casi igual que mis ganas de enamorarme.
Definitivamente, lo confieso, mi repentina falta de inspiración resulta íntimamente relacionada con mi aversión a lo público y la combinación con mi estado sentimental. La eterna enamorada del amor se había, por fin, enamorado sólo de uno. Resultaba completa y absolutamente absurdo para mi intelecto aceptar que el corazón le había ganado la partida y se me acabaron las historias.
Durante más de un año escribí cada semana sobre una historia amorosa, intentando que fuesdn distintas. Cada lunes salía “el pan”, como fue cariñosamente apodado y acogido por ustedes, queridos lectores anónimos, conocidos, casuales y recurrentes. En él, muchos de ustedes se sentían acogidos, reflejados, identificados. Mientras más comentarios llegaban diciéndome lo acompañados que se sentían…yo más sola estaba.
Me involucré tanto sentimentalmente con mis cuentos que para cuando me llegó el amor en un otoño cualquiera yo estaba muy mal parada y entró hasta la cocina. Como dicen en mi pueblo: “ni las manos metí” y he estado en un constante enamoramiento físico, cósmico e intelectual del mismo hombre desde hace un par de lunas…(quizás más).
Las historias dejaron de fluir. Pensé que ya no necesitaba cuentos para encontrar al único amor..lo tenía entre mis piernas, entre mis brazos, entre mis labios, en todo mi corazón…pero era (es) tan privado que no podía gritárselo al mundo más que en cuentos. Ja! Una siempre se cae de bruces con sus propios relatos… Y más cuando los usan para juzgar tu manera de vivir y ver la vida. No todas somos Jackie Kennedys pero tampoco todas somos Marilyn Monroes… No todo es blanco o negro, saben? A veces se vale ser la Audrey Hepburn de la historia y en el momento menos pensado convertirse en Mae West.
Un día se acabó “el pan”. Por más horas que pasaba frente a la computadora, con los dedos frente al teclado, no pasaba absolutamente nada. Mi mente pensaba en las mismas ñoñerías de las que he escrito siempre, pero ya no sabía cómo contar historias. Me daba miedo que cientos de personas se identificaran con mis estados de ánimo, me sentía insegura de la calidad de mis cuentos y, peor aún, me daba pánico comprobar que no existía ese amor único, así que dejé de escribir en un intento fallido de cerrar la caja de Pandora, abierta mucho tiempo atrás, que incluía todo lo anterior, con el plus de las ganas de salir corriendo para comprobar que lo que yo sentía no era un amor verdadero. Ganas de joder y sabotearse, diría mi terapeuta.
Así que decidí soltar los amarres y enfocarme en lo que más me hacía falta en ese momento: derrumbar el edificio entero de los departamentos de mi corazón y permitirme la caída libre con aquel que me robó, completita, desde el primer momento en que tengo recuerdos difusos de haberlo visto: sentado en el asiento delantero de coche con destino a una de esas vacaciones que me cambiarían la vida. No me arrepiento. Con él he recorrido todas las constelaciones a nuestro alcance, incluyendo hoyos negros y viajes en estrellas fugaces.
Al reflexionar mucho sobre estos meses sin “el pan”, recordé que después de haber terminado cierto número de relaciones tortuosas en mi vida, es decir, cuando me cansé de toda esa mierda que había vivido y decidí experimentar con los “amores peregrinos”, alguien muy sabio me dijo: “el amor de tu vida nunca es el que se va. Siempre es el que sigue”. La verdad es que sigo sin entenderlo, pero hoy creo que hay diferentes tipos de amor, de relaciones, de intensidades y, sobre todo, formas de contarlas. Creo que aún hay “muchos panes” por contar.
En el momento en que escribo esto, confieso que ahora veo al amor parada desde otra pendiente. Pendiente? Sí, para mi nunca es lineal, siempre siempre siempre es como una montaña rusa. Fácil? Jamás. Estable? Casi nunca, sólo a momentos. Intenso? Todo el tiempo. Para mi, no es la tranquilidad a lo que aspiro. Ni me pasa vagamente por la mente. Soy una junkie del amor.
Así que, querido lector, querida lectora, la pregunta es si aún hay lugar para “el pan” en su corazón.
“What it takes” de Aerosmith está dedicada para los junkies del pan, a los cuáles no sé cómo dejar ir.
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Foto hexenesi (CC) Flickr!