La Historia la cuenta o, mejor, la escribe, esa minoría que tiene acceso a la cultura gráfica. En nuestro tiempo, el texto se reivindica a sí mismo a través de los medios de comunicación de masas. Puede decirse que el texto le ha ganado la partida a la imagen.
Sin embargo, en otras épocas, una inmensa mayoría de las personas era del todo ajena a estas prácticas. Su paso por este valle de lágrimas apenas dejaba huella. En vano se buscará en los libros de historia testimonios de su paso por la tierra.
Pero hay una excepción: la necesidad extrema que obliga a pedir auxilio ante quienes podían proporcionarlo. Estos últimos eran los que habían constituido fundaciones dedicadas a socorrer a los menesterosos. Ni siquiera los pobres de solemnidad podían vivir completamente de espaldas a la escritura.
La ayuda de las instituciones benéficas se registraba a través de su estructura administrativa, que anotaba todas sus actuaciones. Estudiamos estos fondos en el proyecto ALDICAM-CM. Se pueden encontrar más detalles en el libro La beneficencia madrileña (2019).
La ‘burocracia de la caridad’
Se conservan registros de entradas de niños, notas de abandono, “libros de lactancias”. Estos recogían los contratos con las amas de cría. Hay también las cartas de súplica para ingresar a un enfermo. Es lo que podemos denominar “burocracia de la caridad”, cuyas reglas están todos obligados a seguir.
Por ello, no faltan casos en los que estos grupos de estatus más humilde se atreven a tomar la pluma. Con rudimentarios trazos aprendidos trabajosamente, dan a entender sus necesidades más urgentes.
Encontramos muestras de ello en los fondos de la Inclusa de Madrid (Archivo Regional de la Comunidad de Madrid), fundada hacia 1572, y de la Hermandad del Refugio, en 1615.
Ciertas personas se veían en la tesitura de abandonar a un niño recién nacido por falta de recursos para criarlo. O bien por una situación considerada entonces deshonrosa, como el nacimiento fuera del matrimonio. La última esperanza era que una institución benéfica, como la Inclusa, acogiera a la criatura y se encargara de su crianza. Para ello, solían indicar en un pedazo de papel el nombre que se le había de poner y si estaba bautizada.
La escritura de los más desfavorecidos
Algunas notas ofrecen detalles sobre la salud. Otras, sobre la identidad de los padres y la intención de acudir a rescatar a estos niños cuando las circunstancias mejoraran.
Esta niña no está bautizada mas le echaron agua. Yo suplico a vuestra merced que mire por ella, que es hija de buena gente. (1601)
este niño ba boictizado i se llama bizente albarez año de 1738 i es mene tener cuidado con nel quea deser ombre debien que su padre adeir luego por el. (1738)
La documentación muestra diferencias entre quienes escriben, muchos de ellos ocasionales. Salen así a relucir rasgos llamativos no documentados en otros textos: buama ‘un ama’, nanutural ‘natural’, se cheo ‘se echó’, entre otras.
‘Güérfanos y póberes’
A lo largo de los siglos XVIII y XIX se muestra la pronunciación propia de personas de escasa cultura: butismo “bautismo” (1738), güerfanito “huerfanito” (1756), ahuelos “abuelos” (1817), póberes “pobres” (1741) y páderes “padres” (1816), enclusa “inclusa” (1715), marillas “amarillas” (1841), ceula “cédula” (1715), Madriz (1741).
En la pronunciación destacan los numerosos testimonios de un hipotético seseo madrileño. Sucede así en saguán (1738), bautisado (1738), dose (1755), nasió (1839). Novedoso es también el registro de un posible yeísmo: yamar, apeyido (1817), bayeta (1839).
Para la gramática, llamamos la atención sobre la marca de femenino en el sufijo -nte, como suplicanta (1755). O la falta de preposición en expresiones de lugar (“vive calle Tudescos”).
Coloquialismos y humor
El léxico muestra el proceso de abandono y asistencia. Ejemplos son pesebrón “cuna”, sin rayo de leche “sin leche materna”, echar “dejar el niño en la Inclusa”.
No faltan coloquialismos como teta o posibles “medios económicos”. Ni en estas circunstancias falta el humor:
su padre se llama Chite y Calla y su madre María Búscala. (1594)
Celestino Antonio Fernández me llamo.
Búsquenme un ama
y verán cómo mamo. (1741)
Algunas notas reflejan el habla y la mentalidad popular:
Nuestra Señora de la Soledad te guarde, niño hermosso, y te defienda de bruxas y echiceras, amén. (1740)
Otras reflejan escuetamente el dramatismo de la escena:
Su madre murió parto. (1695)
A la pobreza se unía muchas veces la enfermedad mental. La atención a los llamados “dementes” y su traslado a Zaragoza para evitar su presencia en la villa y corte da lugar a una documentación que nos pone ante los ojos un capítulo desconocido de la asistencia social. Pero esta es ya otra historia.
Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.
Fuente: The Conversation (Creative Commons)
Author: Delfina Vázquez Balonga, Profesora Ayudante Doctora de Lengua Española, Universidad de Alcalá