Pertenecemos a los más de 250 miembros de la comunidad académica y de investigación en Demografía y Salud de la Población que han hecho una seria advertencia a países en América Latina y el Caribe: es necesario incrementar la cobertura de pruebas COVID-19 en la región mientras haya tiempo. La experiencia de otros países debe ayudar a planear e implementar medidas pertinentes y asertivas para contener y mitigar la pandemia. Aún hay tiempo, pero poco. De no actuar, otros países pronto experimentarán la situación que aqueja a Ecuador, un país que se ha convertido en un foco de la enfermedad.
Mucha de la atención internacional está enfocada en la evolución de la pandemia en regiones de ingresos altos y medianos. Quizás esto de deba a que el virus se originó en China y luego se esparció al este asiásico, Europa y Norteamérica. Los países en estas regiones, por lo general, se han caracterizado por realizar grandes cantidades de pruebas, a diferencia de países en regiones del sur.
Una gran cantidad de pruebas es crucial, pues el número de casos reportados de COVID-19 en un país no puede ser mayor que la cantidad de pruebas realizadas. De hecho, esta cifra es nada más la punta del iceberg, pues una persona puede ser testeada varias veces o pueden haber problemas con los resultados de las pruebas.
Pruebas y casos
No debería sorprender que los países en América Latina y el Caribe que han realizado más pruebas per cápita, Chile, Panamá y Perú, estén entre los que reportan más casos de COVID-19. Poseen información envidiable para lidiar con la pandemia. Esto incluye aislar y tratar a personas contagiadas, asignar recursos a las áreas más necesitadas e interrumpir cadenas de contagio identificando nuevas posibles infecciones a tiempo.
Aún así, en la región se realizan un número muy bajo de pruebas. Países como Honduras, Brazil y México reportan unas de las menores tasas de pruebas COVID-19 a nivel mundial (de acuerdo a la escasa información disponible).
Esto se suma a otras circunstancias que aumentan la vulnerabilidad de la región ante la pandemia. Muchos países cuentan con sistemas de salud precarios y una alta prevalencia de enfermedades crónicas como la diabetes e hipertensión arterial. Estas, a su vez, aumentan el riesgo de fallecer por COVID-19.
Los altos niveles de informalidad en la economía y de desigualdad económica hacen que las medidas para restringir el movimiento de la población, los llamados confinamientos, sean difíciles de mantener por periodos prolongados. La situación se complica más, ya que los nietos suelen vivir bajo el mismo techo que los abuelos, lo que aumenta el riesgo de contagio para la población mayor. Hay indicios, además, de que casos de violencia doméstica contra la mujer, comunes en la región, han aumentado durante el periodo de contención.
Los países deben implementar campañas masivas de detección de casos desde un inicio. No es suficiente realizar pruebas o buscar síntomas en áreas fronterizas o aeropuertos, pues muchas personas infectadas no muestran síntomas de la enfermedad.
Países como Guatemala se han negado a realizar campañas de pruebas a gran escala a pesar de contar con solo 56 ventiladores para todo el país. El gobierno mexicano también ha cuestionado la necesidad de implementar medidas rigurosas e incrementar la cobertura de pruebas COVID-19.
Subestimar el número real de casos puede generar un sentimiento de seguridad infundado, sobre todo si las autoridades usan estas cifras para evidenciar un manejo efectivo de la situación. En vista de las condiciones actuales de la región, un número bajo de casos puede también reflejar la falta de políticas para monitorear y contener la enfermedad.
La importancia de los tests
Expertos han atribuido el éxito inicial al contener la pandemia en Singapur y Corea del Sur a la expansión masiva de pruebas para detectar infecciones y a las medidas drásticas de distanciamiento social. El aislamiento de casos infectados ayudó a salvar vidas al interrumpir cadenas de contagio.
Estos dos países realizaron más de 7 000 pruebas por millón de habitantes. En América Latina y el Caribe, el promedio actual ronda las 680 pruebas por millón de acuerdo a nuestras estimaciones basadas en reportes oficiales de cada país. A inicios de abril, Bolivia realizaba menos de 100 pruebas por millón.
Toda estrategia para contener la pandemia debe considerar una expansión radical en la cobertura de pruebas COVID-19. Esto permitirá salvar vidas al identificar y tratar casos, interrumpir las cadenas de contagio y prevenir que la enfermedad vuelva en un futuro. Esta estrategia es costosa, sin contar con las dificultades de acceder a los reactivos y equipo necesarios en tiempos de crisis. Latinoamérica y el Caribe es una región diversa y con recursos limitados. Acciones pertinentes a cada contexto pueden traer grandes beneficios a largo plazo para la sociedad y economía de la región.
Sin una estrategia agresiva de detección de casos de COVID-19, los gobiernos carecerán de la información necesaria para mitigar las consecuencias sociales y económicas de la pandemia. Una campaña de pruebas efectiva y generalizada puede reducir la necesidad de implementar medidas estrictas de distanciamiento social en el futuro, las cuales serán cada vez más difíciles de acatar para la ciudadanía y de implementar por parte de los gobiernos.
Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.
Fuente: The Conversation (Creative Commons)
Author: Diego Alburez-Gutierrez, Research Scientist – Research Area Chair (Aging and Generational Processes), Max Planck Institute for Demographic Research