Cuba ha demostrado una vez más su internacionalismo, tan criticado a veces, al enviar médicos a Italia para luchar contra la COVID-19. Algunos de los 53 empleados (personal sanitario y administrativo) que llegaron el pasado 22 de marzo a Lombardía habían participado en 2014 en la lucha contra el virus del Ébola en África.
África ya se había beneficiado de la ayuda logístico-militar de la revolución cubana durante su proceso de independencia (basta recordar las intervenciones en Angola o Mozambique, o incluso el apoyo a Argelia).
También América Latina ha sido campo de múltiples operaciones médicas y humanitarias impulsadas por Cuba, como la Operación Milagro.
Médicos reconocidos en todo el mundo
Las misiones de distinta índole apoyadas por Cuba en todo el mundo continúan activas en medio de la actual crisis sanitaria planetaria. Cuba “exporta” sus médicos porque son reconocidos internacionalmente. Sus epidemiólogos y virólogos han adquirido una reputación internacional irrefutable: su ayuda en la lucha contra el cólera después del terremoto de 2010 en Haití fue decisiva.
En una línea similar, investigadores cubanos están colaborando actualmente con sus homólogos chinos para desarrollar un remedio, llamado “Interferón alfa-2b”, utilizado en Cuba desde hace años en el tratamiento de otras enfermedades.
Y el Gobierno francés asumió la petición de unos diputados que habían escrito a finales de marzo al primer ministro Edouard Philippe para pedirle que recurriera a la experiencia cubana en la gestión de la crisis de salud que experimenta el país galo. Los médicos de Martinica habían pedido el refuerzo de sus colegas caribeños.
Más ejemplos: el personal médico cubano ya se encontraba en Guyana, Jamaica, Surinam, Granada y Nicaragua.
El debate está abierto: Habrá quien acuse al Gobierno cubano de querer obtener contratos, dinero o cualquier ganancia (como hacen muchos otros países a distintos niveles). Otros, los que defienden las ayudas, argumentarán que el internacionalismo es parte del ADN de la Revolución cubana. Sea lo que sea, la isla ha activado tanto en el extranjero como dentro de sus fronteras todos los engranajes de su sistema de salud.
Una población bien preparada
Por otra parte, la población cubana está bien preparada para el azote de la COVID-19. El virus ya está presente en la isla, con centenares de casos detectados en pocos días (48 casos confirmados el 24 de marzo de 2020, 57 el 26 de marzo, 119 el 29 de marzo, 288 el 4 de abril, 350 el 5 de abril, 564 el 10 de abril). Se han contabilizado quince muertes por el momento, y aproximadamente 2 000 personas están hospitalizadas por presentar los síntomas de la enfermedad.
Los primeros casos han sido “importados”, por lo cual los cubanos entienden la decisión del Gobierno de cerrar las fronteras del país, a pesar de que depende en gran medida de la fuente financiera del turismo internacional (que, por ejemplo, supuso unas ganancias de más de 3 mil millones de dólares en 2018). Los turistas que todavía están presentes en la isla han sido puestos en cuarentena.
Escuelas cerradas
El presidente Miguel Díaz-Canel también anunció el cierre de las escuelas durante un mes, y agregó que el hecho de que los niños se queden en casa y no pasen el día en la calle es una responsabilidad familiar. También enfatizó en la necesidad de respetar el distanciamiento social para frenar la propagación del virus, incluso en las colas que los cubanos conocen muy bien (especialmente delante de las tiendas estatales), antes de que se declarara la cuarentena el 4 de abril.
A través de los canales oficiales se está difundiendo una gran cantidad de información sobre la transmisión de la COVID-19 y los medios a implementar para evitar su propagación. Todo el mundo parece haber asumido el papel que tienen que representar en la batalla contra este enemigo invisible y desconocido. Así, muchos ciudadanos se dedican estos días a coser máscaras de tela, porque faltan las mascarillas quirúrgicas.
La población cubana comprende la gravedad de la situación y reacciona con calma, incluso si los temores a una crisis alimentaria son fuertes (el fantasma del período especial en tiempos de paz, causado por la caída de la URSS, todavía ronda sobre la Isla). Los gestos barrera se entienden y aplican como medidas de civismo. Los CDR (Comités para la Defensa de la Revolución) ayudan a difundir las instrucciones transmitidas por el gobierno y controlar la aparición de síntomas entre la población.
Es una crisis sin precedentes para millones de personas en todo el mundo, pero desafortunadamente los cubanos están acostumbrados a vivir en medio de cambios radicales y violentos, ya sea causados por los estragos de un huracán o por el bloqueo financiero y político impuesto por Estados Unidos, aún más fortalecido desde la llegada al poder de Donald Trump.
Por lo tanto, no hay riesgo de ver imágenes de cubanos peleando en los supermercados por unos rollos de papel higiénico, ellos que viven desde hace décadas con una «libreta», y han integrado la escasez a su vida cotidiana.
¿Hacia una flexibilización del embargo?
Queda pendiente la cuestión del embargo, que los cubanos llaman bloqueo. Ellos que pueden estudiar medicina de forma gratuita (al igual que los estudiantes internacionales acogidos por la ELAM, la Escuela Latinoamericana de Medicina), que se benefician de una tasa más que respetable de médicos por habitante, y que no siempre tienen acceso a los medicamentos más básicos debido a las leyes extraterritoriales de los Estados Unidos.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha pedido a este respecto que se relajen las restricciones y sanciones vigentes para ayudar a la isla a desarrollar tratamientos contra la enfermedad.
Sin caer en el angelismo, esta nueva evidencia del compromiso cubano en frentes lejanos pone en tela de juicio las nociones de países “desarrollados” y “en vía de desarrollo”. ¿Para qué sirve el desarrollo si no está vinculado al ser humano? Esta ayuda de un país del que hablamos poco, o que solo conocemos a través de los estereotipos (la tríada “puros, ron, Che”), a una gran potencia europea indudablemente debe llevarnos a la reflexión.
Janice Argaillot does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.
Fuente: The Conversation (Creative Commons)
Author: Janice Argaillot, Maître de conférences en civilisation latino-américaine, Université Grenoble Alpes