Realmente no, no estamos progresando. Al menos no en cuestión mediática. Es notorio que desde la televisión se condiciona, se dirige y se disuade. La “policía del pensamiento” –como la denominara Ignacio Ramónet– ha operado recientemente de manera flagrante y hoy puede constatarse que –salvo en contados espacios– su corrosivo modus operandi predomina en el gran engranaje de los medios de comunicación y que esto nulifica toda oportunidad de enriquecer el debate democrático.
Alrededor de 1997 se dieron a conocer las “aventuras sentimentales” del ex presidente estadounidense Bill Clinton, una tempestad mediática azotó el globo y el periodismo dedicado a revelar el lado “B” de quienes detentan el poder tomó la iniciativa.
En el momento en el que se dio a conocer el affaire presidencial las grandes cadenas organizaban mesas redondas, los espacios noticiosos multiplicaban la información y se daban el lujo de interrumpir inmediatamente sus transmisiones por cualquier eventualidad relacionada con el suceso.
Fíjese, lo que son las cosas. Quince años después, concretamente un 22 de Enero de 2012, la periodista Katia D’Artigues entrevistó a Enrique Peña Nieto, entonces pre candidato a la presidencia de México. Ahí, el tricolor dijo que tuvo dos hijos fuera del matrimonio mientras estuvo casado con Mónica Pretelini, quien falleció en 2007.
Luego de que la entrevista viera la luz, Maritza Díaz Hernández, la madre de uno de estos niños comenzó una campaña en Facebook y señaló la falta de atención del ex gobernador del Estado de México para con su hijo y aseguró que la entrevista con D’Artigues Beauregard estuvo “llena de mentiras”.
La sucesión de hechos derivó en un proceso irregular que por carencia de espacios –o por voluntad– es ignorado por las agendas mediáticas tradicionales. No se ha registrado una reverberación mediática importante, es como si la figura presidencial no pesara lo suficiente en el país como para hacer eco de un caso en el que de manera directa o indirecta se involucran aspectos que tienen que ver con incumplimiento de obligaciones y (tal vez con) abuso de poder.
¿Qué pasó con la “exploración de nuevos territorios informativos”?, ¿Por qué las televisoras no han podido –o querido– mostrar información significativa desde el inicio del asunto? Televisa y Tv Azteca son expertos en hacer TV trash (tele basura) ¿Por qué decidieron imponerse un candado y estar “fuera de juego”? ¿Por qué decidir no darle tiempo a un asunto que mueve fibras y abre debates? “Los de siempre” se han convertido en algo patético. Basta verlos para comprenderlo.
El caso “Peña-Díaz” es un acontecimiento político, periodístico y sobre todo humano ¿Por qué tomar la decisión de renunciar a la obligación de tratarlo en favor de su público? De eso se trata la caza de noticias, de la proyección de lo impresionante, como dicen los libros de periodismo ¿O no?