Aviso, hoy va de moralina leve. Apenas cuatro consejos tendenciosos, de cómo comenzar un poco la trifulca, aunque sea interna. Me pongo el traje de mosquito, busco dónde picar y clavo mi aguijón. Sabré si tu sangre es caliente o fría. En cualquier caso y como tábano eventual a media jornada anhelo molestarte. Para esto no hay repelente que valga, en todos los sentidos. Quito el seguro y disparo.
De cerca, eres gigantesco, una mole. A cierta distancia conoces lo que te rodea, te desenvuelves como puedes y deambulas entre tu presunta seguridad. Pero si me elevo eres diminuto. Me elevo, como un globo de esos que suben y suben, un globo sonriente, con cara de personaje de barrio sésamo, por ejemplo. Y las cosas como son, desde arriba, eres invisible, enanísimo punto entre el paisaje. Sigo alejándome y la canica azul se va haciendo pequeña. El zoom invertido me lleva hasta los planetas lejanos, y a la altura de Plutón, me giro y la Tierra es un leve punto azul pálido. La galaxia una suerte de ensaimada desgajada.
Pero céntrate. Imagina una isla. No está desierta, ni es la del tesoro. Está poblada de ávidos depredadores. Mordisqueando recursos que nunca se repondrán. Aniquilando orquídeas, anulando la fertilidad de la tierra, levantando ángulos rectos, asfalto y máquinas registradoras. Todo orquestado por una marabunta de vehículos que ennegrecen el cielo. Esa isla vive ansiosa y preocupada de visitantes e ingresos, parapetada de hoteles y flanqueada por cruceros gigantescos. Mientras, las atalayas defensivas se desmoronan.
Además la huída ociosa de la moral del trabajo/esclavo genera rocambolescas conductas. Extrañas costumbres arrastran a los visitantes de la isla… cada año una decena de personas mueren al caer por los hoteles, desde sus ventanas y balcones, al precipitarse al vacío por alcohol y osadía estúpida. Game over. Metáfora dura y oscura de cómo pasa el tiempo una parte de nuestra tribu.
En esa isla, una zona de una de las bahías va a ser remodelada, una franja con playa y hoteles por doquier. Estética del beneficio, pero que a pesar de lo malo o discutible, puede ser una oportunidad para frenar esa dura erosión de la tierra, el agua y lo verde. Sin embargo fórceps especulativos exprimen non stop cada resquicio de oportunidad. Botox sobre la maquinaria del turismo. Remodelar es maquillar, por eso deberíamos ser más valientes y menos perezosos y sentir lo que pasa al lado, como algo que nos pasa a nosotros. Pero esto no es un dar la otra mejilla, sino un sobrevivir, hacerse resistente, atreverse a golpear, a decir lo que piensas. Respecto a la remodelación de esta zona hotelera… ¿Qué puede suceder más allá del folletín político? …es difícil de pronosticar. Aunque el cinismo puede triunfar, en algún sentido lo que sucede es lo que dejamos que suceda. Tú también eres responsable, no te salvas. Despierta, estás en un ring, se abalanzan hacia ti… reacciona.
Ralentizándose la temporada alta, el contaminante mantra da sus coletazos de sombrillas, bañistas e infames motos acuáticas. Vivimos en contraste permanente. Del paro al ocio, del aburrimiento al ataque cardíaco. Ultra estimulados de sucedáneos de vida, hordas de turistas desconectan su cotidiano y fotografían sus escapadas. Un modo simbólico de darse un respiro, de darse sentido pasajero a la vida tan dibujada en el extraño bienestar occidental.
Tras los esquilmados derechos de personas y parajes únicos, surgen inundaciones titánicas en lugares remotos, a 2 horas en avión. Nadie viaja a la catástrofe, todos se refugian en la retaguardia interior del recreo. La milimétrica precisión de la aritmética de la felicidad marca pautas, mentiras encubiertas, y un bálsamo para el alma, aunque no mejore nada. Los turistas siguen tirándose sin paracaídas. También nos visitan ladrones de guante blanco y palos de golf, gamberros del no saber compartir y el sí acumular, grandes yates y sucias lanchas, esas cosas tan caras y tan vacías. Sumando a esto luchas silenciadas, llantos lejanos y dolor exótico nadie quiere mirar para ese lado. Ver las cosas muy claras acaba produciendo miopía del mundo. No va mal alejarse un poco, y derivar entre el dantesco mosaico de sucesos mundiales. El asunto es que es un desmorone de vidas y especies sazonado con guerras diversas y estrenos de cine. Un humor bastante ácido.
No lo negaré, el calor dilata, y las cosas del verano se vuelven más calmas, los periódicos y la ropa más liviana. Me estoy dispersando, ex profeso, como método inconsciente para vencer a la rígida lógica, al aburrido nada cambia. Ya está bien, por favor, vamos a lo que vamos. Apura tu vaso de tequila, pierde un poco los estribos. Suéltate ese botón. Respira, un poco más.
Enfoca bien: abraza lo que te pasa como único. La casualidad que te provocas es única, como le pasó a un amigo, que aceptó ir a esa playa y se encontró a esa persona, o como perder esa nota de papel en el bolsillo, o dormir como un lirón y soñar tus próximos pasos, o cruzarte con la persona de tu vida por puro azar y darte cuenta poco a poco, aunque algo de dentro te lo decía. Tantas capas de cebolla escondiendo miedos… limpia la cebolla, escoge el cogollo verdadero, atrévete a mirar a los ojos. El truco: sentir el chispazo, sentirte conectado a alguien. Y el ultra gran truco del almendruco: lo que te hace tilín en la vida es verdaderamente importante y te cambia y te hace ser mejor si revisando los pasos ves que todo lo que te sucedió, los puntos de azar, son arbitrarios por si solos pero unidos tienen sentido, los puntos se conectan hacia atrás. Nunca hubieses llegado ahí o propuesto ese viaje absurdo a las selvas perdidas a esa chica, da igual Málaga, Marrakech, Berlín, Lima, La Paz, DF, New York… acepta lo que te pasa, pero cambia tu realidad. Sé generoso y transfórmalo todo, dile chao al nervio, haz el amor con tu bloqueo, revienta tanta tontería.
Y como muestra del catecismo que te propongo: imagina, contrasta, entra en la montaña rusa de estimular las zonas dormidas, despierta de esa modorra permanente. Escoge un equipo, o acumulas o te deshaces de lo que no necesitas. No eres tus obligaciones. No eres excepcionalmente único si haces lo mismo una y otra vez. ¿Eres un loop musical? Cantinela erre que erre. Reconoce que muchas cosas no funcionan, acepta que te gustaría simplificarte, lo que es complejo. Por eso mejor lesiona tus seguridades, y bailando claqué con tus miedos ves despojándote de lo superfluo. Valora el detalle, el gesto, la simpatía, la generosidad. Regálate un poco. Y no huyas todo el rato de la batalla. Muchas trascurren cerca, en tu vecindario, en tu oficina o taller, cola del paro o aula, barra de bar o mesa de café.
Entonces: no hacer, puede ser la idea, el cómo detener ese azote insolente hacia tu planeta. Lucha un poco contigo mismo, pégate un puñetazo de realidad, un gancho a la línea de flotación de la normalidad. Esos golpes obviamente duelen y dejan cicatriz. Cuentan a diez y no te levantas. Estás molido. Forja tu carácter. Témplate. Levántate, no puedes rendirte. No eres ni el dinero de tu cuenta corriente, ni la sangre de los parásitos bancarios, o sea que muévete, desaloja esas oficinas, porque tampoco eres tu trabajo, no eres la empresa, ni su coche, ni su ropa, ni su casa, ni sus estudios, no, nada de eso es esencialmente tú. Nada de eso eres tú. Eso es un vestidito, un traje, un artificio. Tú, estás detrás de toda esa capa, tú eres el observador, quizá antes el observador dormido, pero ahora ahora mismo no. Tururú. Necesitas perspectiva. Pasar un poco del tú al nosotros. Plántate, sal del juego. Evoluciona, y ganas un mundo. Comparte, y ganas sentido. Ver lo que nos rodea, sentir nuestra escala, nuestra pequeñez habida cuenta de la destructiva soberbia. Como repóquer de ases final, el sagaz Carl Sagan, hablando de una foto que tomó el viejo, pero hábil robot Voyager 1. Se ve un punto azul pálido, y esa mota, es la Tierra tomada por la nave espacial a una distancia de 6 mil millones de kilómetros.
Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es casa. Eso es nosotros. En él se encuentra todo aquel que amas, todo aquel que conoces, todo aquel del que has oído hablar, cada ser humano que existió, vivió sus vidas. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de la civilización, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de luz del sol.
La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades visitadas por los habitantes de una esquina de ese píxel para los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina; lo frecuente de sus incomprensiones, lo ávidos de matarse unos a otros, lo ferviente de su odio. Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que tenemos una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este punto de luz pálida.
Marc Masmiquel radica en España y es periodista, diseñador independiente y creador de la Editorial Invisible.
Artículo reproducido con permiso de su autor, consultable en su blog Deriva y Vencerás.
Foto: Deriva y Vencerás