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Desvistiendo al cibersexo

Taxistas, escritores, secretarias, afanadoras, periodistas, meseros, ingenieros, cajeros de supermercado, dependientes de tiendas de la esquina, amas de casa, vendedoras de quesadillas, contadores, maestros, directoras de jardín de niños, padres solteros, diseñadores web, empresarios de la industria de la construcción, comerciantes de frutas, todos los mencionados y más, han tenido, lo tienen o quisieran tener sexo.

El ir y venir del día a día, el trabajo, el estrés, las preocupaciones, las dificultades económicas, los momentos de crisis emocional, las complicaciones del tránsito, los horarios extras, el desempleo, la muerte de alguien o el cocinar para diez, todo puede ser un obstáculo para el intercambio de fluidos con el sexo opuesto, o con alguien del mismo género, según sea el caso.
Ellas, la mayoría, asegura no pensar en sexo tantas veces al día ni estar obsesionadas con el tema, pero lo hacen; ellos, aceptan que no sólo lo piensan, lo imaginan, lo desean, lo planean, lo presumen, lo adivinan, lo sueñan y lo hacen a diestra y siniestra.
Cada vez con más frecuencia ellas recurren a los auxiliares a falta de un ejemplar de carne y hueso. Los dildos ya son artículo casi de primera necesidad.
Para ellos las pelis porno resultan ser las mejores aliadas. Algunos, erróneamente, las hacen su manual de uso, sin considerar que todo aquello que se ve es un artilugio y que, en la vida real, una mujer no siempre gemirá como desesperada; no necesariamente tendrá sesiones maratónicas de sexo oral, ni por regla general estará encantada con que le jalen el cabello o la tundan a nalgadas.
A ellas, sin generalizar, sí les podrá gustar usar ropa sexy y hacen un espacio en sus finanzas para invertir en ello; piensan y adquieren zapatos que la hagan parecer chica mala, pero al mismo tiempo buscan aceites para masaje, condones de sabores o anillos vibradores y sábanas de seda suavecita y sensual.
Muchos, y digo muchos sin temor a equivocarme, hacen del cibersexo otro de sus mecanismos para la satisfacción que no requiere pagar un hotel, usar un condón, invitar las bebidas, ni contagiarse de nada.
Aunque casi la mayoría lo niegue, muchos suelen recurrir a esta práctica que, dicho sea de paso requiere de habilidades especiales.
El cibersexo no es tan fácil ni efectivo como suena, los orgasmos reales son resultado de lenguaje fluido, de  conocimientos anatómicos, de dominio del idioma sexual, de conocimiento de posiciones de penetración y de un amplio diccionario sobre las distintas formas de llamar a los genitales.
Saber que se tendrá cibersexo no podrá ser siempre un acto planeado, es decir, no dices “me voy porque a las 8 tengo una sesión de cibersexo” al despedirte de tus amigas.
Se trata más de un acto voluntario, espontáneo y de disfrute consensuado en el que ambas partes de cada lado de la pantalla de computadora y/o smartphone, estén dispuestos a dejarse llevar por la imaginación de lo que se escribe.
Hay aquellos que pueden tomarse el tiempo al llegar a casa y en la comodidad de su cama o sillón, pero los hay quienes le agregarán algo de adrenalina practicándolo en horarios de oficina.
Los hay incluso quienes, impedidos de contar con una computadora en la casa, acudirán a los mal llamados cafés internet (en la mayoría ni café hay y se carece de privacidad).
Las herramientas para su práctica van además de la computadora o el teléfono, un chat de mensajería instantánea ya instalado. El resto es absoluta, llana y simple imaginación.
No siempre lo que diga será cierto, no siempre lo que se piense también lo será; es un juego, y como tal no debe tomarse tan en serio.
Suele ser estimulante para la producción de endorfinas; activa la capacidad de desarrollar escenarios, motiva a la creatividad y por supuesto genera orgasmos lo que, realmente pudiera ser el objetivo esencial.
Sin embargo, si el extásis no suele ocurrir por algún impedimento externo que bloquee la concentración de alguno de los participantes, no deberá cejarse en el intento, ya que lo que menos puede tenerse a la hora de practicar cibersexo, es frustración.
Para los que sufren de timidez extrema o no necesariamente tienen suerte en la conquista, puede ser un auxiliar para evitar el frente a frente con la o el susodicho en cuestión.
Hace unos años a la descripción escrita se sumó lo visual con las webcams, sin embargo, y es mi muy particular modo de pensar, eso ya no es cibersexo, es sólo un acto voyeur mediante una computadora.
Ahora bien, no todo es dulzura y candidez. Los riesgos existen, siempre será mucho mejor saber quién está del otro lado, incluso haberlo conocido ya en persona.
Los extorsionadores, pederastas, niños precoces queriendo experimentar o chicas adolescentes sin orientación parental siempre podrán aparecer en el espectro del internet, de ahí que mi recomendación es que siempre será mejor saber con quién se está tratando.
Otro de los inconvenientes será hacer del cibersexo el único mecanismo de relación sexual con el otro, es decir, que no se vuelva vicio porque entonces se podría estar frente a una patología que requeriría de una atención médica personalizada y profesional.
Como sexóloga no soy, sólo una investigadora de las redes sociales y sus alcances, todo lo que pueda surgir respecto al cibersexo será materia de particularidad y exploración, inventiva y deseo de quien lo practique.

 

Atención: este post no es copyleft. Se reproduce aquí solamente con permiso de la autora.

Nancy Escobar vive en Ciudad de México y es periodista. También escribe en el blog My Punto Web, y puedes seguirla en Twitter a través de @calexicon.

Imagen: Sara Musico

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