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El desamor tiempos de Twitter… | Historias de hojaldras y otros panes


“¿Qué pasará si así me sigo hoy, cazando vidas como si fuera un felino?” Así comenzaba la última canción que me dedicó. Yo no conocía tanto a Café Tacvba, no me llegaban sus canciones y no identificaba quién era cuál. Pero él era un fan incondicional desde que iba en la primaria, así que cuando decidió dedicarme “Qué pasará” no me sorprendió.

Nos conocimos por una amiga en común. Ella me recomendó que me metiera al “tuiter” para conocer gente. Yo estaba un poco harta de las relaciones y me daba pánico volver a salir. No le hice mucho caso al principio hasta que un día me mandó un email: “Hola, como no me pelas ya te abrí tu cuenta. Ahora serás @parisdenoche …” y me explicaba cómo entrar y comunicarme con los demás.
Primero lo hice con ciertas reservas. En las noches era cuando más escribía. Comencé con un simple “hola”, que nadie leyó, por supuesto. Luego entré a los hashtags y poco a poco me fui haciendo de “followers”. Me chocaba decir eso. Yo pensaba que todos eran mis amigos.

Un día me llegó un mensaje muy lindo. “Hola, te he estado leyendo. Soy amigo de @fresaconkiwi y me gustaría conocerte más”.

Yo caí redondita.

Platicábamos todo el tiempo, nos dedicábamos canciones y el intercambio de emails no se hizo esperar. Lo demás llegó rápidamente: las sesiones por skype y vernos con la cámara.
Yo pensé que no vivíamos en la misma ciudad (la verdad nunca pregunté) y cada vez que recibía algo de él me sudaban las manos y me ponía muy nerviosa. Un día me dijo: “Voy a verte, ya no puedo más. Quiero saber si tenemos la misma química en la vida real”.

Era el cuento de hadas perfecto. Staring at the sun de Tv on the radio sonaba una y otra vez mientras yo decidía el atuendo para verle. Estaba muy nerviosa. Elegí ropa interior de encaje, medias al muslo, tacones de 10 cm. Me puse el perfume que, según él, provocaba que perdiera el control. Era fácil, después de unos meses de escribirnos diario yo sabía qué lo prendía, sólo era cosa de ponerlo en práctica.

Como no nos conocíamos quedamos de vernos en un lugar público. Mucho amor, pero nunca se sabe. Estuve casi tres horas junto a los cines, tomando café y leyendo. No tenía teléfono con Internet, pero él ya me había mandado mensajes al celular antes, así que decidí esperar pacientemente.


Nada. No hubo nada. No se apareció, mandó mensajes o llamó.

Decidí regresar a mi casa y revisar mi correo. No sabía qué pensar o qué sentir. Mientras la compu se prendía, mi iTunes me regaló “Diamantes” de Los abominables. Era irónico, pues esa resultaba ser “nuestra canción”. No entendía nada. Terminó de prenderse y ví que sólo tenía un correo…y no era de él.

Una mujer me había escrito explicándome, de manera muy educada y cortés que ella era la esposa. ¡LA ESPOSA! ¿De qué me perdí? Me pedía que me alejara de su marido. Que había encontrado su cuenta de tuiter abierta y había leído todo lo que nos escribíamos. “No es la primera vez que lo hace, pero nunca había estado tan entusiasmado hasta que te conoció, por favor déjalo. Aléjate. Por favor, no me lo quites. Me moriría si él se va”.
No supe, de nuevo, qué pensar. Él nunca habló de una esposa, novia o alguna otra relación. Debí haberlo imaginado, pero estaba feliz pensando en que había encontrado al príncipe azul que me dedicaba canciones y con el que tenía encuentros diarios en skype.

Le llamé a mi amiga para ver si ella sabía algo. No me contestó, dejé mensaje de voz y le envié un email. Ella sí tenía un teléfono con Internet y, además, era obsesiva con su teléfono.

Me dio mala espina desde el principio, pues siempre contesta a mis llamadas. Sólo deja de hacerlo cuando está con un chico y hasta donde yo sabía ella no estaba saliendo con nadie.

Si la esposa me estaba escribiendo era porque lo había cachado. Pero él estaba en mi ciudad, yo ví los boletos de avión en la cámara. No me engañaría con eso. ¿Y si había pasado algo en el vuelo? Pero me habría enterado. Su último status decía que ya había llegado a la ciudad.

Me quería volver loca. ¿Dónde estaba? ¿Por qué me había dejado plantada? ¿Sería cierto lo de la esposa? Y lo peor ¿Por qué tenía ese horrible presentimiento que no me dejaba respirar?

Decidí leer una y otra vez la historia en común. Los emails, los mensajes, escuchaba las canciones. Nada me decía que había algo raro. Ni un indicio con el cual yo pudiera comenzar a sospechar.

Pero entonces, cuando comenzó a sonar “Escena final” de Belanova, se me ocurrió leer las conversaciones públicas entre mi amiga y él. Ella y yo nos conocíamos desde siempre. Fuimos vecinas desde los 4 años y compartimos escuelas, fiestas, amores y desamores. Hace un par de meses comenzamos a alejarnos. Yo pensé que era por su trabajo nuevo y porque nuestros horarios no coincidían.

Fue cuando él llegó a mi vida.

Revisé todo y entonces me dí cuenta. No sólo había engañado a su esposa. Tenía conversaciones coquetas con muchas chicas y era encantador con todas. Casi nos hablaba igual a todas. ¿Cómo no me dí cuenta antes? Creo que no quería verlo.

Viví 5 meses pensando que yo era la única a la que le mandaba ese tipo de mensajes y que sólo conmigo quería estar. Por eso me sorprendió su “Qué pasará” de Café Tacvba. La escuché hasta el cansancio, pero sentí que me faltaban elementos para entenderla. Sentí que la vida se me hacía pequeña cuando estaba como loca cazando si mi amiga comentaba algo nuevo o actualizaba algo. Estaba segura que estaba con ella.
Sobra decir que no volví a saber de él. Esa misma noche me había bloqueado del Facebook, me borró del tuiter, no encontré su contacto en skype y no respondió a mis llamadas. Cambió sus cuentas de correo y ni siquiera se despidió.

Mi amiga me llamó un par de días después. Su abuela se había puesto muy enferma y tuvo que ir a cuidarla. Con las prisas dejó su celular en el departamento y estuvo sin comunicarse con el mundo exterior durante cuatro días. Supe que era verdad por que la acompañé al funeral.

Un mes después de eso recibí otro correo de la esposa. Esta vez sólo tenía una palabra: “Gracias”. Yo seguí mi vida como antes, dejé de conectarme y conocí a alguien en una cafetería.

De vez en cuando pienso en él y trato de encontrar respuestas donde no las hay. Después de todo, bien lo dicen los Flaming Lips: “All we have is now”.