La llegada de Netflix, Amazon, HBO y otras plataformas de streaming ha generado un debate entre aquellos que consideran que puede ser una buena oportunidad para el sector audiovisual global, y el español en particular, mientras que otros opinan que puede suponer otra losa sobre la maltrecha industria nacional. A esta situación se añade que las plataformas son al mismo tiempo sus propias distribuidoras, y plantean una amenaza añadida a las ya castigadas salas de cine. La pandemia y el confinamiento han llegado para dar lo que parece el definitivo golpe mortal a las segundas.
Sin ir más lejos, tras el cierre temporal de salas, mientras muchos estudios “tradicionales” han optado por posponer estrenos de sus grandes producciones a un futuro incierto, otros han preferido estrenar directamente en plataformas online. Ejemplos son el retraso de la última entrega de las aventuras de James Bond, Sin tiempo para morir (Cary Fukunaga, 2020), aliviado por la promesa de la productora de programar un lanzamiento simultáneo en cines y hogares; o el caso del estreno online de Trolls 2: Gira mundial (Walt Dohrn, 2020) debido al COVID-19, en cuyo lanzamiento se recaudaron 100 millones de dólares (lo mismo que consiguió su precedente tras cinco meses de explotación en salas).
La polarización suele ser habitual cuando un medio nuevo hace acto de presencia; es la vieja disputa entre lo viejo y lo nuevo, entre los apocalípticos y los integrados –haciendo un guiño al clásico ensayo de Umberto Eco–.
En mitad de la batalla, suenan los ecos de voces conciliadoras, como la de Henry Jenkins, quien en su obra Convergence Culture sostiene que los nuevos medios no tienen por qué desplazar a los antiguos. Mas resulta necesario admitir que la aparición de un nuevo agente modifica las reglas del juego.
La pregunta que cabe formularse es, ¿lo hará para mejor o para peor?
Netflix Hub y Cía. Nuevas vías de financiación
El anuncio de la apertura en Madrid del hub de Netflix, en colaboración con el grupo Secuoya, supuso el pistoletazo de salida de una aventura ambiciosa. La promesa de ventajas fiscales y la alta cualificación de los profesionales españoles atrajeron el interés de la citada plataforma. Esto, sin duda, supone una notable inyección financiera y mediática a los talentos locales. No sólo técnicos y directivos, sino también guionistas, escritores, directores, actores y actrices, e incluso agencias de literatura para cine (como Scenic Rights) y un largo etcétera.
Sensibles a estas sinergias, surgen proyectos e iniciativas como El Estudio, productora creada por Enrique López Lavigne, Pablo Cruz y Diego Suárez, afincados entre Madrid, Los Ángeles y México, y con una visión que engloba todo el territorio hispanohablante y que transita de manera fluida de la sala de cine a la pantalla de televisión y cualquier otro dispositivo móvil.
Asimismo, cabe señalar algunas de las producciones propias que se han convertido en auténticos éxitos. Así encontramos el caso de Netflix y Klaus (Sergio Pablos, 2019), junto con Buñuel en el laberinto de las tortugas (Salvador Simó, 2019), la película de animación española que más premios ha cosechado –incluida una nominación a los Oscar– este 2020. O la serie de ficción El vecino (Nacho Vigalondo, 2020). Amazon, por su parte, produce la faraónica El Cid y HBO hace lo propio con Patria, basada en la novela homónima de Fernando Aramburu.
Una segunda vida para series y películas
Así mismo, la llegada de plataformas como Netflix ha propiciado una segunda vida, en ocasiones sorprendente, a series como La casa de papel (Álex Pina, 2017). Sus dos primeras temporadas fueron producidas inicialmente por Atresmedia, y pasaron más o menos desapercibidas hasta ser distribuidas por Netflix, logrando un alcance internacional sin precedentes en la industria española. La tercera temporada de la serie fue directamente producida por la plataforma de streaming.
Netflix también coprodujo la tercera temporada de la serie de Televisión Española El ministerio del tiempo (Pablo y Javier Olivares, 2015), si bien la cuarta temporada volvería a estar financiada por el ente público, una vez vencido el plazo de explotación de la serie por parte de la plataforma digital.
Del mismo modo, películas que tuvieron una tibia acogida en taquilla ven cómo tienen un largo e interesante recorrido gracias a su alojamiento en este tipo de medios. Baste señalar los casos de Quién te cantará (Carlos Vermut, 2018) o Tu hijo (Miguel Ángel Vivas, 2018), ambas incluidas en el catálogo de Netflix.
O el de El hoyo (Galder Gaztelu-Urrutia, 2020) que, a pesar de haberse alzado con el galardón del público en el Festival de Cine de Toronto y ser estrenada en Europa en el Festival de Cine de Sitges, tal vez no hubiese tenido el recorrido e impacto que ha experimentado tras ser alojada en Netflix –la misma plataforma en la que se estrenó Hogar (David y Álex Pastor, 2020), cuyo prestreno estaba previsto en el Festival de Cine de Málaga, pero que tuvo que ser cancelado dadas las circunstancias de confinamiento–.
Siguiendo la tendencia internacional, numerosos actores y actrices, directores y directoras (tales como el ya mencionado Vigalondo, o Koldo Serra), comienzan a fluctuar del cine tradicional al formato serie, ampliando de este modo sus horizontes y explorando otro tipo de narrativas y, por qué no decirlo, teniendo acceso a más oportunidades laborales.
¿Apocalípticos o integrados?
Algunas voces advierten contra este modelo, pues, a su juicio, podría llegar a generar un nuevo monopolio que, de manera progresiva, vaya deshaciendo el tejido empresarial tradicional. Si la asistencia a las salas disminuye, ¿qué será de las producciones que no financie y distribuya alguna de las plataformas de streaming?
Nótese que, a diferencia de otros sistemas como Filmin (que también cuenta con un modelo de suscripción) o Amazon (que también cuenta con un servicio de alquiler), el espectador no paga por visionado. Y la productora se limita, por norma general, a percibir unos ingresos por derechos de explotación —-lo que no suele cubrir los gastos de creación de la obra-—.
De este modo, sostienen, la variedad de la oferta también podría verse afectada.
Cierto que estas plataformas no suelen ofrecer datos de audiencia de sus series y películas. De lo que sí hay constancia, empero, es del alarmante descenso de la asistencia a salas de cine tradicionales, donde sí se concentra cada vez más la oferta, limitándose en la práctica totalidad a blockbusters y películas destinadas a un público amplio o familiar.
El viaje acaba de comenzar y sólo el tiempo nos dirá si hemos llegado o no a buen puerto. La buena noticia es que podemos disfrutar de la travesía desde nuestro propio sofá.
Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.
Fuente: The Conversation (Creative Commons)
Author: Gabri Ródenas, Profesor de Comunicación Audiovisual, Universidad de Murcia