Se consideraba que el transbordador iba a ser una nave muy segura y, por lo tanto, era innecesario incluir un sistema de escape (el efecto Titanic)
– Wikipedia
El 28 de diciembre de 1985 tras 73 segundos de vuelo el transbordador espacial “Challenger” se desintegró en el aire. Fallecieron los astronautas Francis “Dick” Scobee, Michael J. Smith, Ronald McNair, Ellison Onizuka, Gregory Jarvis, Judith Resnik y la profesora Christa Corrigan McAuliffe la primera miembro del Proyecto Teacher in Space.
A continuación una reseña de la Wikipedia sobre los segundos de vuelo del Challenger:
0 a 3 segundos del momento del despegue
Ya en el mismo momento del lanzamiento, los gases calientes del acelerador derecho empezaron a salir al exterior. Esto indica que, tal y como habían advertido los ingenieros de Morton Thiokol, las juntas tóricas no estaban sellando bien los segmentos de los aceleradores. La junta primaria no estaba en su posición correcta debido al frío y la secundaria no estaba cerrando bien debido a que el metal que lo rodeaba se había combado por las fuertes presiones a las que la estaba sometiendo el lanzamiento. Las imágenes muestran que la fuga se produjo en la dirección del tanque principal de combustible. En el momento del despegue la nave cabecea (bambolea) 1 m lado a lado y esto lo hace nueve veces y coincide con cada escape de humo negro del estanque SRB derecho.
A pesar de esto, el Challenger despegó con normalidad, a los 2,5 s deja de ocurrir el escape sin que nadie se percatara del problema. Al cabo de 2,7 segundos de despegar las cámaras ya no registraban el humo. Se cree que la grieta quedó temporalmente sellada por la escoria de aluminio que contiene el humo procedente de los aceleradores.
58 a los 64 segundos
La llama que emerge del acelerador derecho.
Sin embargo las juntas tóricas, que están preparadas para resistir el calor, no podían soportar la erosión que producía el flujo de gas. Los gases procedentes de la combustión, a unos 2.760 °C, fueron minando la resistencia del improvisado tapón de aluminio. Con el tiempo, las juntas fueron desgastándose y una gran grieta -de unos 70cm.- se abrió al exterior. Esto ocurrió justo en el momento (58 s) en que el Challenger cruza una corriente a chorro poderosa.
A los 59 segundos del despegue las cámaras detectan la fuga de gases, transformada ya en una llamarada que emerge del acelerador derecho. A los 60 segundos la telemetría indica que este acelerador tiene menor presión en su interior que el izquierdo, confirmando así la fuga. La llama, por la ubicación de su base y la aerodinámica, afectó sólo a ciertas zonas de la nave, entre las que cabe destacar el depósito principal de combustible y la sujeción inferior del acelerador derecho.
A los 64 segundos del despegue la llama abrió una brecha en el depósito y el combustible empezó a salir por la brecha. La pérdida de hidrógeno fue inmediatamente detectada por la telemetría.
64 s a los 73 s
El depósito principal de combustible se desintegra.
A partir de los 72 segundos de vuelo una rápida secuencia de acontecimientos produjo la destrucción del Challenger.
1. La sujeción inferior del acelerador derecho se rompió y éste quedó fijado sólo por su parte superior.
2. A los 73 segundos se detecta una masiva fuga de hidrógeno del depósito, señal de que éste se está rompiendo.
3. Por el principio de acción-reacción la fuga de hidrógeno produce un impulso hacia adelante en el depósito.
4. El depósito de hidrógeno choca contra el de oxígeno. Además, el acelerador derecho choca contra la zona existente entre los dos tanques. Como resultado de estas dos acciones, se produce una fuga masiva de oxígeno.
5. El hidrógeno (combustible) y el oxígeno (carburante) del depósito principal entran en ignición.
6. El sistema de control de reacción del transbordador se rompe y el combustible (Hidracina) se mezcla con el carburante (peróxido de nitrógeno), produciéndose una explosión del sistema.
7. Incapaz de controlar sus movimientos, el transbordador quedó expuesto a severas condiciones aerodinámicas (en ese momento volaba a Mach 1,92 y la desaceleración que sufrió fue de hasta 30 Gs, mucho más del máximo soportable que es de 3 Gs) y se rompió en varios pedazos. Habían pasado 73 segundos desde el despegue y estaba a 16 km de altura.
74 s a los 110 s
El Challenger envuelto en llamas.
Contrariamente a lo que se suele decir, el Challenger no explotó en el sentido literal del término ya que sólo hubo combustión en zonas puntuales. Hay que recordar que el hidrógeno se almacena en el depósito principal a -250 °C y el oxígeno a -180 °C; además para expandirse y evaporarse consumen mucho calor. Todo esto hace difícil su combustión, que sólo se produjo en zonas puntuales.
En realidad la “explosión” consistió en la rotura del depósito principal, esto liberó la gran cantidad de oxígeno e hidrógeno líquidos que generó la nube observada.
Nube dejada tras la desintegración.
Los dos aceleradores sobrevivieron a la desintegración y siguieron funcionando hasta que se ordenó su autodestrucción desde tierra a los 110 segundos del despegue.
Fallecimiento de los tripulantes
Durante la desintegración la cabina experimentó una desaceleración muy elevada, de alrededor de 20 Gs. Esta aceleración, aunque suficiente como para romper la cabina o provocar daños en un cuerpo humano, se mantuvo sólo por breve tiempo. Así, al cabo de 2 segundos la aceleración era de sólo 4 Gs y al cabo de 4 s era prácticamente nula. De esto se deduce que ni la cabina ni los tripulantes debieron sufrir daños de importancia debido a la “explosión”.
La tripulación no tuvo oportunidad de escapar de la lanzadera. Aunque la NASA consideró durante el diseño de los transbordadores la inclusión de sistemas de escape, esto finalmente no se llevó a cabo por dos motivos:
1. Se consideraba que el transbordador iba a ser una nave muy segura y, por lo tanto, era innecesario incluir un sistema de escape (efecto Titanic).
2. La inclusión de dicho sistema hubiera supuesto una merma considerable de las capacidades del transbordador, bien aumentando su peso o bien disminuyendo el número de tripulantes.
Algunos de los astronautas parecen haber estado conscientes inmediatamente después de la desintegración, ya que se activaron tres de las cuatro máscaras de aire. Sin embargo, aunque parece que las tres máscaras se mantuvieron activas hasta el impacto contra el océano, se desconoce cuánto tiempo permanecieron conscientes. Esto es debido a que las máscaras suministraban oxígeno, pero a presión ambiental, por lo que no podían paliar una pérdida de presión en la cabina. Se cree que la cabina perdió su hermeticidad, se habría reducido la presión y, en apenas unos segundos, los astronautas habrían perdido la consciencia. Sin embargo, eso no es comprobable ya que el violento impacto contra el mar destrozó completamente la cabina y los cuerpos, imposibilitando la reconstrucción de los hechos.
2 minutos y 45 segundos después de la desintegración, la cabina impactó contra el mar a unos 333 km/h. La violenta colisión dejó a los astronautas sin posibilidad alguna de sobrevivir.
Recuperación de los restos
Inmediatamente tras la desintegración se ordenó a los barcos y equipos aéreos acudir a la zona donde estaban cayendo los restos para poder recuperarlos. Sin embargo, dado el peligro que suponía precisamente la caída de estos restos, la orden fue revocada y los equipos de rescate no entraron en la zona hasta una hora más tarde.
Las operaciones fueron llevadas a cabo por el Departamento de Defensa y la NASA, con la ayuda de la Guardia Costera. Se utilizaron diversos medios para recuperar los restos (aéreos, barcos, sónar, submarinistas, sumergibles…). El 1 de mayo, gracias a que ya se había recuperado la mayor parte del acelerador derecho, se dieron por finalizadas las operaciones.
Sin embargo, continuaron apareciendo piezas bastante tiempo después. En 1996 dos grandes piezas fueron localizadas en Cocoa Beach.