“Cuando leemos los discursos de Peña Nieto en el ámbito internacional, extrañamos aquella voz de México cuando tenía una política exterior que era admirada por el mundo entero, y que hizo que muchos latinoamericanos consideraran a México “el hermano mayor”. Por ello, el TLCAN ha tenido implicaciones dramáticas: ha desgarrado el tejido social indispensable para llevar adelante una lucha”
Entrevista a Ángel Guerra por Por Juan Manuel Karg y Agustín Lewit | republicado de Rebelión bajo licencia Creative Commons
– 10 años después, ¿Cuál es tu balance de aquellas jornadas de Mar del Plata 2005? ¿Por qué se venció al ALCA desde los gobiernos pero también desde los movimientos populares?
– Creo que, indudablemente, América Latina tuvo un punto de giro en su historia, en toda su historia, a partir del ´entierro´ del ALCA, como lo calificó el Comandante Hugo Chávez en Mar del Plata. No era poca cosa: se trataba de un instrumento que pretendía deglutirnos; recolonizarnos; subordinarnos política, económica, cultural y militarmente; convertirnos en un área de seguridad nacional de EE.UU: en un gigantesco Puerto Rico, con el que todavía estamos en deuda por su independencia.
Y eso fracasó: y fracasó por la acción resuelta de Hugo Chávez; de Néstor Kirchner, que era el anfitrión y por lo tanto tenía una importancia vital, al ser el presidente que preparaba la Cumbre; y de Lula, fundamentalmente. Hay que decir siempre que estos líderes llegaron a su lugar en la historia, a la presidencia de sus países, a consecuencia de que en América Latina se produjeron grandes movimientos populares contra las políticas del “Consenso de Washington”, conocidas como neoliberales. Es decir: estas figuras, en otro momento histórico, no hubieran surgido.
Surgieron como una necesidad de la historia, como expresión de las luchas populares de todo un continente; de las luchas de América Latina de todo los tiempos, y en la época contemporanea fundamentalmente por el precedente de la Revolución Cubana, porque esta fue capaz de resistir contra viento y marea. No solamente el bloqueo y las agresiones de EE.UU, sino además la desaparición de la URSS, su aliado soviético, que implicó que la isla perdiera un 35% de su PBI en 3 años. Algo que ningún gobierno, ningún régimen político, hubiese podido resistir en el mundo. Y la Revolución Cubana no sólo lo resistió, sino que además fue capaz de elaborar una estrategia de resistencia, de supervivencia, y de desarrollo -pero sobre todo, en un primer momento, de supervivencia, para enfrentar aquella catástrofe-.
Al desaparecer la URSS y los países socialistas del este de Europa, se apoderó de importantes sectores de la izquierda el desaliento, la falta de fe, el cinismo. Pero en América Latina se produjo este ciclo de luchas populares que pudiéramos datar a partir del Caracazo, en febrero de 1989 en Venezuela. Son estas protestas, del Caracazo, las que generan las condiciones que llevan, tres años después, a la rebelión del Teniente Coronel Hugo Chávez y sus compañeros, precisamente contra la aplicación de esa política, y contra los crímenes que se habían cometido en defensa del paquetazo neoliberal de Carlos Andrés Perez.
Pero esto no paró allí: en 1994, un 1ero de enero, se produjo la rebelión india de Chiapas, justamente el día en que entraba en vigor el TLCAN -Tratado de Libre Comercio de América del Norte- que, en los planes del imperio, era el primer paso para luego hacer un Tratado de Libre Comercio que abarcara desde Alaska hasta Tierra del Fuego: ese era el ALCA. Y eso fue lo que se hundió en Mar del Plata, con la acción de estos líderes, y con la acción también decidida en las calles de representantes de organizaciones populares de todo el continente. Recuerdo que estaba el Nobel Adolfo Perez Esquivel; estaba Evo Morales, en la calle, porque todavía no había llegado a ser presidente; en representación de Cuba, que ni era invitada a la Cumbre, Fidel mandó a Ricardo Alarcón y a Abel Prieto, miembros de la Alta Dirección de la Revolución Cubana, para estar en la Cumbre de los Pueblos. También sabemos, creo que no es ningún secreto, que el líder piquetero Luis D´Elia estuvo en reuniones en La Habana para preparar todo aquello. Y me acuerdo también del “Expreso del ALBA”, el famoso tren que partió desde Buenos Aires y conducía a muchos de los participantes en la protesta: allí estaba la CTA -Central de Trabajadores de la Argentina-, que incluso decretó una huelga general.
Es decir: no se puede desvincular, para analizar este acontecimiento gigantesco de la historia nuestroamericana, la acción de los líderes -aquel discurso de Chávez, donde dijo “Alca, Alcarajo”- y la acción de las masas. Esto se venía desarrollando desde hacía años, al menos desde el Caracazo: con las puebladas en Ecuador, en Bolivia, y Argentina, que voltearon varios gobiernos neoliberales. En Argentina, en una semana creo que hubo 5 presidentes. Es decir: una verdadera sublevación, tremenda insurgencia popular, era lo que estaban representando aquellos líderes, frente a Bush y su alcahuete Fox -entonces presidente de México-, que pretendían imponer aquello y además que pensaban que iba a ser muy fácil. Ellos buscaban una declaración que incluso hablara de combate a la pobreza -es decir una seria de palabras que sonaban bien- pero ellos se conformaban sólo con poner una línea donde los mandatarios saludaran el ALCA. Eso no fue posible, entre otras cosas, por la acción decidida de estos tres líderes que mencioné.
– ¿Qué aportó cada uno de estos líderes, si lo tuvieras que sintetizar en una frase?
– Chávez decisión y audacia, Kirchner liderazgo y valor, y Lula el contacto con los trabajadores.
– Es interesante hablar con vos sobre el ALBA. Si bien nació antes, se suele decir que Mar del Plata le puso las alas…
– Exactamente. Hasta ese momento solamente estaban en el ALBA Venezuela y Cuba. Y efectivamente esa frase lo sintetiza muy bien: Mar del Plata le pone las alas al ALBA, que ya además de Cuba y Venezuela tiene nueve países más. Este es un mecanismo superior de unidad e integración respecto a los demás, en el sentido de que está basado en la solidaridad, está basado en una vocación socialista.
No en el sentido de imponer el socialismo: Petrocaribe es una extensión, para países muy pobres, para países muy desfavorecidos, para países que aún no pueden asumir posiciones tan radicales como los países del ALBA, porque entre otras cosas tienen una dependencia muy grande del exterior en sus pequeños estados insulares.
Al ALBA entraron Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Antigua y Barbuda, Dominica, San Vicente y las Granadinas, Granada. Ya son once, y creo que nunca debemos subestimar a los pequeños estados insulares del Caribe. Hay que ver el discurso de la Cumbre de las Américas de Panamá 2015 de Ralph Goncalvez, primer ministro de San Vicente y las Granadinas: fue un discurso brillante, como también lo fueron el de las primeras ministras de Jamaica, Portia Simpson Miller; y de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar Kamla Persad-Bissessar.
– Hablando de discursos, ¿cuáles te parecieron los más destacados de la Cumbre de las Américas de Panamá, ya que mencionas el tema?
El discurso de Raúl Castro en esa cumbre, tanto en el contenido como en la emotividad con que lo pronunció, como en la honestidad con que habló, es un acontecimiento histórico en si mismo. De la misma manera fuimos capaces de ver a un Nicolás Maduro muy grande, con una talla de estadista que nadie puede discutir, ni negar. No vamos a decir que ya es igual que Chávez: hombres como Chávez solamente se dan en la historia una vez cada cien años, cada doscientos años. Y el propio Maduro es el primero que no cesa de decir que no puede ser como Chávez. Pero realmente ha crecido mucho, ha adquirido mucha experiencia, y su discurso fue realmente el que correspondía en esa cumbre: no le faltó nada, fue un discurso muy bien articulado, muy bien pensado, muy bien argumentado. Como también lo fue el de Rafael Correa, pese a ser muy breve, y el de Evo. Luego vino el de Cristina, y creo que hay dos aspectos de su discurso a destacar, en su última cumbre: en primer lugar, cuando le dijo a Obama “yo sé que a usted no le gusta la historia, pero la historia es indispensable para proyectarse hacia el futuro, para saber donde estamos”. Y le dijo además que la teoría del fin de las ideologías tenía que ver con los fundamentalismos que han ido surgiendo, de aquellos que matan en nombre de un Dios.
Acá hay que remarcar que en realidad las ideologías son conquistas civilizatorias, de la humanidad, y son indispensables. Pero el neoliberalismo una de las cosas que decretó fue el fin de la historia y las ideologías. Yo creo que Cristina en ese sentido se anotó un tanto muy importante en una nueva América Latina y el Caribe. Porque nuestra historia, además de ser hermosa, a EE.UU y su presidente Obama no les gusta, porque también es una historia donde se muestra la inescrupulosidad, la doble moral, la hipocresía, el cinismo, la agresividad de EE.UU. Esa es una realidad que, hagan lo que hagan, no la pueden tapar. Y además de eso, ahora que estamos enlutados con la desaparición física de Eduardo Galeano, creo que más que nunca se impone el compromiso, por parte de todos nosotros, los que luchamos por una América Latina mejor, unida, integrada, de promover la lectura, el estudio y la discusión de “Las venas abiertas de América Latina”. Es un texto obligatorio. Cualquier persona que quiera llamarse latinoamericana debe hacerlo. Para los jóvenes, es verdaderamente un texto hermoso, poético, que dice enormes verdades y además enseña a pensar al revés. Es decir, enseña una historia que es completamente contraria a la que nos han enseñado muchas veces en las escuelas y en los libros de texto.
En ese sentido creo que Cristina, que evidentemente es una estudiosa de la historia americana -y recuerdo un diálogo inolvidable de ella con Chávez más de una hora sobre ese tema-, intervino de forma muy precisa en Panamá. Y la otra cosa que dijo ella, que a mi me puso los pelos de punta, y me emocionó extraordinariamente, fue aquello de “aquí no está Cuba por un estrechón de manos. Cuba está aquí porque su pueblo resistió heroicamente durante más de cincuenta años, y porque sus líderes condujeron sin faltar a sus ideas”. Qué verdad tan grande aquello que dijo Cristina allí. Obama se fue ahí: ya no quería escuchar más verdades.
Y allí también se habló del decreto ejecutivo de Obama contra Venezuela: es una total desproporción, un despropósito. Como dijo Evo: “nosotros no amenazamos, los países de América Latina y el Caribe no amenazamos a nadie”. ¿A quién se le puede ocurrir que cualquiera de nuestros países puede amenazar a esa potencia que tiene tantas armas nucleares, que tiene una economía como la que tiene, un poderío militar con despliegue de bases militares, etc?
No hay duda que Mar del Plata fue una rampa de lanzamiento para la proyección de todo lo que hemos cosechado: los diez años siguientes en los que surgieron un ALBA más amplio, mucho más fortalecido y con realizaciones, unido a Petrocaribe; surge Unasur…
– Sobre eso te queríamos consultar: Unasur y CELAC. ¿Cuál es tu evaluación particular de cada una de estas iniciativas?
– Bueno, es indiscutible que Unasur ha resultado ser un mecanismo mucho más ágil, mucho más decisivo. Y esto, como en todas las agrupaciones, tiene mucho que ver con la correlación de fuerzas a su interior. O sea: hay una serie de gobiernos antineoliberales dentro de Unasur con un peso tremendo. Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, el caso de Chile, que también hay que considerarlo ahora. E incluso la visión de Estado de un líder indiscutiblemente de derecha, aliado de EEUU, pero que en ciertas cuestiones hace equipo con el resto de América Latina, como es el presidente Santos.
Este es un ingrediente muy interesante, porque indudablemente Unasur tiene una pluralidad: no todo el mundo piensa igual, de hecho Colombia es parte del Eje del Pacífico, de la Alianza del Pacífico, al lado de Perú, México y diría, en menor medida, Chile -digo menor medida porque con la presidenta Bachelet se ve una inclinación a ir dejando la subordinación absoluta que había en la época del presidente Piñera, y cierta autonomía mayor en las acciones tanto al interior como en la política exterior-.
Luego CELAC son 33 países. Ahí hay una variedad ideológica enorme, y hay una lucha de ideas allí dentro. Yo creo que debemos ver a la CELAC como la unidad en la diversidad. Pero la CELAC, por ejemplo, condenó el decreto de Obama contra Venezuela. Y a mí me parece que eso es fundamental. Creo que CELAC se ´vistió de largo´ cuando los 33 países que la integran llegaron al acuerdo de rechazar y exigir que se derogue ese decreto. No es cualquier cosa: eso es un hecho histórico, sin precedentes en América Latina, que esos 33 países se hayan posicionado así -entre los cuales además hay pequeñísimos Estados, como los insulares del Caribe, o como algunos de los centroamericanos, extremadamente dependientes de la ayuda exterior-. Esta decisión de CELAC es muy importante, y habla muy a favor de la importancia de ese organismo.
También lo que fue el antecedente de CELAC, que era el Grupo de Río, rechazó la agresión de Colombia a Ecuador, cuando se atacó el campamento de las FARC, allá por 2008. Todos los presidentes rechazaron aquello, en la reunión que presidía Repúbica Dominicana. La misma cuestión de que CELAC esté viabilizando la integración y las relaciones comerciales, económicas y culturales con China y Rusia, los países árabes…
– ¿Cómo se buscan vincular estas nuevas instancias integracionistas con los BRICS, por ejemplo? ¿Se puede entender la relación América Latina-BRICS sin entender los 10 años del No al ALCA?
– No. Por supuesto que no se puede entender. Además, hay algo que no se valora con frecuencia. Se habla de una multipolaridad que estamos transitando, se ponen de ejemplo los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-, pero hay polos de poder también en América Latina. Y ese polo de poder ha sido la construcción de esta lucha de los pueblos de la que estábamos hablando, y de estos gobiernos, independientes, antineoliberales, que han surgido. Y también de esta estructura, esta arquitectura, como dice el vicepresidente de Bolivia, García Linera, creada por la imaginación de Chávez, con su ímpetu y su decisión. Chávez fue como un meteoro. Una estrella fugaz: se nos fue de las manos sin darnos cuenta, pero cuando miramos hacia atrás, decimos “cuanto hizo Chávez en diez años”. Es verdaderamente asombroso. Es algo admirable, porque además, es el resultado de una actividad constante, con mucha sistematización. Creo que eso también tiene que ver con el posterior deterioro de su salud: fueron muchos años sin dormir, o durmiendo muy poco, dedicándole muchas horas al estudio, a la reflexión, y al mismo tiempo al trabajo práctico, de construir todas esas alianzas.
En la existencia de los BRICS también está la mano de Hugo Chávez. Ni hablar de la resurrección de la OPEP, que estaba prácticamente muerta: allí aparece la mano de Hugo Chávez. Y en la visualización de Rusia y China como elementos fundamentales de esta nueva configuración geopolítica del mundo, también está la mano de Chávez. El fue el primer líder latinoamericano que realizó innumerables viajes a Rusia y China, e incluyendo incluso a los que estaban en la “lista negra” de Washington, como Irak, Irán, Libia. Como consecuencia de eso, tanto Venezuela como América Latina tuvieron una política exterior mucho más independiente, mucho más diversificada.
Y hoy disfrutamos, entonces, de una diversificación de relaciones diplomáticas, comerciales y económicas que no había antes de Chávez. Eso hay que reconocerlo también. En realidad todavía es muy temprano para hacer una valoración del enorme aporte de Chávez a la historia de América Latina y el Caribe, y a la historia de la configuración de este nuevo escenario geopolítico en el cual ya se visualiza una multipolaridad, desde aquella unipolaridad surgida después de la desaparición de la URSS y los países del socialismo europeo.
– Cuba fue, durante décadas, el “blanco” geopolítico de Washington. ¿Cambió ahora ese papel, tras el restablecimiento diplomático, y es Venezuela ahora el nuevo eje de EEUU en América Latina?
– En primer lugar, creo que no hay dudas: EE.UU se caracteriza por un pragmatismo enorme. Y en el caso particular de Obama, que es un político muy pragmático, el llegó a la conclusión de que todo lo que habían estado haciendo respecto a Cuba hasta ese momento no había servido de nada. Y él lo dijo claro: “Nada de esto ha logrado ninguno de los propósitos que perseguíamos. Y lo que no funciona hay que sustituirlo”. Desde luego yo estoy de acuerdo con un análisis que leí, de Adolfo Sánchez, otro analista de La Jornada, en que dice que si el Departamento de Estado hubiese sido el que manejara esta cuestión, habría sido muy dificil llegar al 17 de diciembre
de 2014, cuando los dos presidentes de Cuba y EEUU anuncian que van a la reanudación de relaciones diplomáticas.
Sabemos que eso se negoció por personas de toda la confianza de los líderes, tanto por parte de Cuba como de EEUU. No había nadie de las cancillerías: eran personas muy allegadas a los presidentes. Sobre todo en el caso de EEUU, Sánchez se refiere a la tradición imperial, a la tradición colonial de la burocracia del Departamento de Estado, que le pone orejeras y un antifaz que le impide ver más allá de sus narices. Yo creo que en ese sentido, el presidente Obama realizó algo que a fin de cuentas, si nos remontamos al pasado, no debemos olvidar que cuando era senador ya abogaba por levantar el bloqueo a Cuba. Pero, como sabemos en política, los presidentes y otros políticos, cuando llegan a otro escalón, cambian el discurso. Y eso fue lo que ocurrió en el primer mandato de Obama: se adecuó a esa situación en la cual llegó a la presidencia de EEUU. Pero se ve claro que dejó para su segundo mandato la cuestión de Cuba; en el primero era riesgoso por la cuestión de que se proponía ser reelecto, aunque tomó algunas medidas de relajamiento del bloqueo que no llegaban ni siquiera -y hay que decirlo- a lo que había hecho Clinton, y que después Bush echó abajó. Pero en el segundo mandato Obama empieza ya a dar pasos, y luego tenemos estos 18 meses de negociaciones secretas, previas al 17 de diciembre.
Hay algo muy importante: reconocer la victoria de la resistencia cubana. Esto EEUU no lo va a decir y es lógico, pero es lo que significa. Por otra parte, creo que esto no hubiera sido posible sin el estoicismo del pueblo cubano: ese espíritu de sacrificio, esa conciencia colectiva de resistir a pie firme el bloqueo. Mucha gente que no ha estado en Cuba no tiene idea de los rigores que impone el bloqueo, todavía hoy, en todos los aspectos: un niño con una enfermedad oncológica no puede disponer del medicamento que le puede salvar la vida porque es de un laboratorio gringo, o es de un laboratorio donde hay acciones estadounidenses. Lo mismo pasa, por ejemplo, con los niños que tienen una serie de problemas cardiológicos, y no tienen acceso a una serie de dispositivos que pueden evitar operaciones a corazón abierto. Cuba, además, no tiene crédito internacional -salvo de Venezuela, Rusia y China, y de contadísimos bancos-. Es decir, ¿cómo se puede desarrollar un país pequeño, sin recursos naturales y además bloqueado, si no tiene acceso siquiera al crédito? EEUU persigue además las transacciones de Cuba con otros países, y hemos visto las multas millonarias que le pone a bancos que quieren negociar con Cuba.
– Ya finalizando, y agradeciéndote el tiempo y la amabilidad. ¿Cómo ves a México hoy, visto y considerando que estás radicado en ese país hace tiempo? ¿Por qué no fue parte del “cambio de época” que si transitaron otros países en la región?
– Aquí hay un artículo de la Constitución que prohíbe a los extranjeros participar en política, pero voy a hacer un análisis de carácter académico, basado en un principio constitucional mexicano, que es el de la libertad de cátedra. Creo que hay que remontarse al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Y sabemos que los Tratados de Libre Comercio no son acuerdos sólo comerciales. Un dato para entender esto: el ALCA era peor que el TLCAN. Imagénense, algo peor que el TLCAN, que ha arrasado con México, con el campo, con la agricultura, con las cadenas productivas, con los pequeños y medianos empresarios. El TLCAN ha desecho el tejido social, y ha conducido a una virtual guerra civil en la que hay más muertos que en muchos países que tienen una guerra en desarrollo. Desaparecidos, desapariciones forzadas, y más: estamos hablando de decenas de miles de personas muertas. Personas que son asesinadas todos los días. Y no solamente por el narcotráfico, vamos a dejarlo claro. En muchos casos son las autoridades.
El TLCAN no era sólo comercio: por ello implicó un desmantelamiento del Estado mexicano, en la medida de un Estado que antes proporcionaba derechos a sus ciudadanos. Derechos sociales y económicos. Sabemos que en México, los derechos políticos durante muchos años estuvieron limitados, pero indudablemente allí había cierto Estado de Bienestar -no como los europeos, pero que sí cubría a una parte de la población-. Se construyeron decenas de universidades, de instituciones culturales, se desarrolló el muralismo, surgió una gran camada de intelectuales que no se pueden desligar del fenómeno social de la Revolución Mexicana y del brillante sexenio cardenista, del general Lázaro Cardenas. Allí se nacionalizaron el petróleo, los ferrocarriles, se estimuló el surgimiento de organizaciones obreras, campesinas. Se armó a los campesinos para que se defiendan de los terratenientes. Se solidariza además con la República Española –a la que ayuda, siendo el único país además de la URSS-. Y luego ese ejemplo extraordinario de recibir a miles de exiliados republicanos que, de otra suerte, habrían muerto en los campos de concentración hitlerianos. Fue un gobierno realmente memorable, por muchas razones.
Y ahora el panorama es totalmente distinto. Hay un diagnóstico, de hace algunos años atrás, de autores muy respetables -Pablo González Casanova, Ana Esther Ceceña, Gilberto Lopez y Rivas, Luis Hernández Navarro, Magdalena Gómez- donde ellos, después de una investigación y un debate de varios meses llegan a la conclusión de que México es un país ocupado. Si esto fue hace 4 o 5 años, y ellos ya decían que México era un país ocupado, ¿qué podemos decir ahora?. El Congreso mexicano ha aprobado una ley que autoriza a los agentes de EEUU a circular armados por el territorio mexicano. Una cosa que en un país como México es realmente sorprendente. Porque además México es un país que recibió a los exiliados de todas las dictaduras militares latinoamericanas: de Chile, de Argentina, de Uruguay, de Brasil. Fue lugar de asilo, desde mucho antes, de todos aquellos que tenían que huir por razones políticas. No es casual que Fidel Castro estuviera en México cuando organizaba la expedición del Granma. Hoy claramente México está de espaldas a todo eso.
Cuando leemos los discursos de Peña Nieto en el ámbito internacional, extrañamos aquella voz de México cuando tenía una política exterior que era admirada por el mundo entero, y que hizo que muchos latinoamericanos consideraran a México “el hermano mayor”. Por ello, el TLCAN ha tenido implicaciones dramáticas: ha desgarrado el tejido social indispensable para llevar adelante una lucha. Ahora en México hay luchas locales, no hay una articulación. Acá hay una cuestión que no puede ser sólo imputable al TLCAN: hay también una falta de unidad de las fuerzas populares y de izquierda. Aquí hay una disgregación, hay una desarticulación de las fuerzas populares. No hay una unidad necesaria hoy en día. Por ende, y por la herencia del TLCAN hay una regresión, una involución, de todas las conquistas previas.
Angel Guerra, periodista cubano residente en México. Columnista de La Jornada