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“¡Esos anarquistas comeniños!” o la criminalización e incomprensión de nuevas formas de protesta

 

Una relación de 4 policías por cada manifestante encapsuló la marcha desde su salida
Una relación de 4 policías por cada manifestante encapsuló la marcha del pasado 8 de enero desde su salida resultado del clima de criminalización a la protesta social existente en la Ciudad de México

No se conciben movimientos sin líderes y sin hilos detrás

Durante los últimos cinco años medios de comunicación, las autoridades del Gobierno del Distrito Federal e incluso voceros de movimientos políticos tradicionales han señalado una y otra vez los supuestos hilos detrás de las nuevas expresiones de movimientos que han surgido en el país y en la Ciudad de México y que ahora son nuevos actores en la vida política y la vida social: los movimientos red, horizontales y sin líderes.

Desde el surgimiento del movimiento en 2009 de #InternetNecesario, el #VotoNulo hasta el #YoSoy132 y las expresiones nuevas como #PosMeSalto como también la coordinación de colectivos de defensores de DDHH, activistas y periodistas tras el #1Dmx han supuesto un reto para la comprensión de medios y autoridades que en el peor de los casos han derivado en la criminalización de la protesta, la detención arbitraria y el encarcelamiento de activistas y periodistas de los llamados nuevos medios de comunicación.

La irrupción visible de las redes de coordinadoras anarquistas protestando en la Ciudad también han supuesto un enorme trauma para la comprensión de autoridades y medios de comunicación que han optado por el camino fácil de la criminalización que ha justificado abusos, persecuciones, señalamientos  y detenciones arbitrarias que ha impedido ver que desde hace 5 años ha nacido en México una nueva de organización gracias a las herramientas en red que ofrece internet y las redes sociales, que repitiendo la palabra aunque sea pleonasmo son herramientas de comunicación que permiten nuevas formas de organización y articulación, horizontales, sin líderes y auto replicables conocidas como movimientos red.

“¡Esos anarquistas comeniños!”

Casi diariamente la Secretaría de Seguridad Pública o las Procuradurías elaboran complicadas correlaciones entre supuestos agentes de movimientos extranjeros, sindicatos, periodistas y demás actores de la sociedad para tratar de demostrar que los nuevos movimientos surgidos desde hace 5 años tienen un líder, un patrocinio o forman parte de una conspiración abominable.

Esto lamentablemente ha derivado en el encarcelamiento y la persecución de personas inocentes, en la criminalización de las manifestaciones públicas, de las redes sociales, la elaboración de leyes anti protesta y la oficialización del espionaje masivo a ciudadanos junto al acoso y persecución de activistas, defensores de derechos humanos, periodistas y estudiantes. Un política latente en la Ciudad que lleva más de un año y en el país más de 5 que lo único que ha demostrado es el profundo desconocimiento que se tiene de las nuevas expresiones de descontento social y sus nuevas formas de organización.

La aparición del #YoSoy132 como respuesta colectiva al agravio sufrido a estudiantes de la Ibero el pasado 11 de mayo de 2012 fue un parte aguas  muy traumático para toda la clase política, para los analistas, autoridades y medios de comunicación. No faltó quien lo llamara un movimiento organizado por el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador o en los extremos un grupo organizado por asesores internacionales del caos. La necesidad de encontrar una mano que mueva los hilos de las nuevas formas de organizarse ha derivado en una respuesta violenta hacia la población, pues por más que han tratado las autoridades y medios, no han encontrado esa oscura sombra que suponen existe mostrando solamente el tamaño de su ignorancia como reacción a la aparición de estos movimientos pacíficos que no pueden controlar ni ocultar a pesar de la reiterada persecución.

La criminalización que se hace de una ideología como es el anarquismo ha llevado al absurdo por parte del estado mexicano de expulsar a filósofos como el reciente caso de  Alfredo Bonanno que fue deportado sin apenas pisar territorio mexicano o la más absurda violentación a ciudadanos brasileños y españoles acusados de “dirigir” el movimiento #PosMeSalto. Y también la vergonzosa persecución a manifestantes discriminados y criminalizados por su forma de vestir y pensar haciendo la terrible asociación de anarquismo con violencia.

La insurrección también ha florecido en la Ciudad de México

Es algo que debe también reconocerse. La irrupción visible y en masa de coordinadoras anarquistas y grupos comunistas actuando en red y reivindicando la acción directa contra el muro de policías el pasado #1Dmx en San Lázaro supuso un profundo desazón a medios y autoridades que quizás no concebían la actuación tan grande de grupos de protesta bien organizados y coordinados.

La respuesta por parte del gobierno federal fue inmediata, ya muchos periodistas como San Juana Martínez han documentado la participación de grupos de choque para provocar enfrentamientos con estos actores que -aunque no nuevos- ahora son más visibles desde el pasado 1 de diciembre. 

Quizá sea la necedad de ocultar por todos los medios posible que también el corazón del país vive una insurrección civil producto de los recientes fraudes electorales, del aumento en el costo de la vida, de la falta de oportunidades, de la desaparición de libertades y derechos sociales que leyendo los comunicados en que estas coordinadoras basan se destacan como la base de su argumentación y  justificación para la protesta utilizando la acción directa.

Ha sido escandaloso también como opinadores e incluso voceros de otros movimientos se han referido a estos grupos como infiltrados al no responder a la naturaleza tradicional de otras estructuras de organización política. Siendo también lamentable la utilización de elementos policiacos haciéndose pasar por manifestantes para validar esta absurda tesis.

Se debe reconocer que existe una insurrección en la Ciudad de México, como existe en todo el territorio nacional la cual se debe comprender y analizar con las razones de fondo del por qué un sector de la sociedad busca nuevas maneras de organización tanto pacíficas como de otro tipo.

México está a punto de estallar y es más que la opinión de quien escribe este texto, ya The Economist ha publicado un reciente estudio con indicadores sobre la posibilidad de un estallido social en México y otros países una realidad latente en un país que ya vive una velada guerra civil producto de la llamada guerra contra el narco, una guerra económica y una profunda desigualdad y desencanto por las vías tradicionales de organizarse no solo en lo político, sino en lo laboral, en lo social en casi todos los aspectos de la vida pública.

Ocultar la verdad, inventar maquinaciones no solo no detendrá a la sociedad que busca nuevas formas de liberarse de una condición continuada por más de 30 años de explotación, de pérdida de bienestar y de oportunidades, sino que también perpetuará la profunda violencia cotidiana, las leyes totalitarias y el clima de persecución ante cualquier forma de protesta.

Nada daña más a un país como una guerra y la violencia, pero aunque no estemos de acuerdo quienes preferimos actuar pacíficamente es también necesario entender y comprender a quienes han optado por otras formas de manifestación y protesta.

México vive una profunda crisis que no termina de expulsar la viejas formas para permitir el florecimiento de una nueva sociedad. Mientras solo seguiremos viendo cómo la vieja sociedad se opone al cambio inevitable, a una transición que tras más de 3 décadas ya no se puede postergar.

Mientras solo seguiremos viendo como  lo viejo trata de impedir -de todas las formas autoritarias- el surgimiento de lo nuevo y que siendo una batalla perdida para lo antiguo, es inevitable.

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