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Gachupineando: patoaventuras de una española en México

Qué complicado es ser española. Qué complicado llevar a cuestas esta nacionalidad ya de por sí frágil, constantemente amenazada por el doble azote de los nacionalismos autonómicos y la losa de una pseudo-democracia fundada sobre las bases de un golpe de estado que aún hoy –si, precisamente hoy, 18 de julio, celebramos el aniversario de tamaña injusticia- se resiste como gato panza arriba a ser llevado ante la justicia como cualquier país con algo de honor propio debería hacer. Y qué difícil resulta asumir esta nacionalidad, ya de por sí compleja y resbaladiza, en un país como México, antigua (¿?) colonia española, donde o bien es legítimamente sospechosa o bien es elevada a las más altas glorias de un primer mundo que España –ya les confieso- nunca fue. Ambas situaciones son tan comunes como incómodas.

Y es que si ya es difícil ser española en España -donde andamos a la greña decidiendo si somos vascos, catalanes, gallegos, franquistas, republicanos, de izquierda, de derecha, europeos, africanos o un poco de todo y mucho de nada- imagínense nada más qué resulta de intentar contarle eso a un mexicano sin parecer loca de atar. Cuéntame qué pasó en tu país, me pidió un amigo. ¡¿Ahorita?! Contesté yo, francamente espantada ante la inconcebible idea de dar respuesta a semejante pregunta.

¿Eres española? Me preguntan los mexicanos, muy retóricamente, muy educados ellos, y proceden a continuación a enumerar con pelos y señales –para gran desespero de una servidora- el listado de saqueos cometidos por empresas españolas en territorio mexicano, listado bastante extenso, por cierto. Bueno, ¡es increíble cuántos mexicanos están al corriente de estos innobles negocios! Sin duda el ejecutivo en pleno se echaría las manos a la cabeza si se molestara en realizar una encuesta para conocer el nivel de consciencia política de sus ciudadanos. ¿Y qué contestar ante semejante acusación, de la cual soy inocente? Oigan, no tengo acciones de Iberdrola en mi cartera, apenas llevo veinte pesos, deje busco mi credencial homologada que me acredita como proletaria universal. Me rehúso a disculparme por la avaricia de unos pocos empresarios españoles que de ningún modo representan mi modo de pensar. Y a los de Iberdrola, un inciso: nos hacéis quedar fatal.

¿Eres española? Me preguntan otros, los menos, muy retóricamente, muy educados ellos, y proceden a continuación a enumerar con pelos y señales el deslumbrante desarrollo económico de mi país, faro y guía de México en la oscuridad de estos tiempos inciertos (“¡ustedes los españoles sí saben!”), claro modelo a seguir, apertura a la inversión extranjera, infinitas licitaciones, crecimiento sostenible, recorte del gasto público, potencia en deportes, Nadal, Alonso, Gassol, San Iniesta, transición democrática ejemplar, qué bueno que ya superaron el franquismo, largo etcétera, ya saben cómo va. Y ahora a ver cómo les comienzo a explicar lo del 20% de desempleo, lo de la salvaje burbuja inmobiliaria y lo de las corruptelas políticas –que no son de patente mexicana, siento desengañarles- para intentar evitar que me echen una regañina ejemplar por saber tan poco de mi propio país, hombre, dónde se ha visto, ¿seguro que eres española?

Y eso que ya ni les dije que soy catalana. O algo así. Otro día.

Altea Gómez

Altea Gómez radica a medio caballo entre España y México y es periodista, guionista y cuentacuentos.

Foto: Ernesto Fidel Romero Bayter

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