Los colores y el nombre de las ciudades proceden de los misterios milenarios, de aquellas leyendas que quedaron guardadas en las memorias de nuestros ancestros.
Las abuelas decían que el nombre de cada lugar tiene una historia oculta, misteriosa y profunda, y que sólo quien ama y se sintoniza con su entorno y los seres que lo habitan, recibirá la esencia y simbolismo de la razón de ser de ese cielo, mar y tierra que le bendecirá, dándole sustento y protección, tal como lo hace nuestra madre naturaleza.
Por ello contaremos la historia de la ciudad a la orilla del mar: Zamá, que significa amanecer, hoy conocida como Tulum, ciudad amurallada.
De las tres pirámides que se ven, se debe buscar el punto exacto donde se alinean con la luz del sol, esa es la puerta del mar a este paraíso, es un faro natural. De lo contrario la embarcación encallará en el arrecife.
En el sublime momento de la creación, la ciudad de Zamá apareció como una diosa del mar, sobre la soberbia cima de un pedestal de piedra caliza; erguida frente al viento azul para capturar el oro de los madrigales; es el faro de la idea que da rumbo al navegante; ante a ella se arrodilla el Caribe, ella es la hija del sol.
Cuando llegaron los conquistadores con un hambre insaciable de dominio, esta ciudad del amanecer Zamá, donde en las noches de luna la Diosa Ixchel bajaba a danzar, decidió protegerse creando una muralla, así es como cambio a Tulum, pero no fue suficiente, tenían el peligro latente de ser invadidos.
Fue entonces que en una luna azul pidieron ayuda a la Diosa Ixchel para proteger a su gente, ella les entregó el Zaztún, la piedra sagrada, les pidió que reunieran a todos frente al mar: niños, mujeres sacerdotes, artesanos, escribientes y guerreros. Y al aparecer los primeros rayos de luna debían tocar la arena tres veces con el Zaztún.
Fue en ese momento mágico que se abrió un túnel que pasaba bajo las aguas, cuando el último maya entró las arenas nuevamente se cerraron.
El ruido de los loros y las chachalacas anunciaba el nuevo día, en los árboles cercanos ya estaba el canto del cenzontle de cuatrocientas voces. Pero la ciudad ya estaba vacía. Por eso cuando los conquistadores penetraron dijeron que la ciudad había sido abandonada.
La Diosa Ixchel hizo más por mis ancestros: Ella protegió a la princesa maya, la guardó en huevo de jade en las profundidades de un cenote que aparece solamente en los días de la luna azul. Transcurrirá el tiempo terrestre y el tiempo del calendario de las lunas, pero el día que ese huevo surja de las profundidades y ella recuerde su linaje, los mayas nuevamente regresarán.
Vía Sipse