Alguna vez creí completa e inmaculadamente en las relaciones monógamas y en no pensar en nadie más mientras estaba con esa persona. (Comienza Follow you down de Gin Blossoms a sonar y decido esperarme hasta el coro para seguir escribiendo. Everywhere you go, I´ll follow you down…). Creí que todo era una sola vez y para siempre. En ese tiempo era menos cínica, más romántica y totalmente inocente.
Esa fue la primera ocasión en que me enamoré perdidamente. Se llamaba Terry Manchester, tenía el pelo largo, ojos grandes, era un auténtico malcriado y su mejor cualidad es que era un personaje de un dramón japonés llamado “Candy Candy”.
A la protagonista, una huérfana a la que le pasa de todo (se le muere el novio, la meten a un internado, nadie la adopta, la hacen menos, etc.) también le ponen el cuerno. Justamente se lo pone ese cliché, ejem.. digo, ese personaje guapo, irreverente, fumador, con ganas de desafiar a la vida. Le promete amor eterno a la protagonista y luego se encuentra a otra (otras). Al final la deja por una actricilla a la que le cae una tramoya en el pie y se queda coja. (sí, aún no le perdono a Terry que se quedara con Susana). La historia más conocida y repetida de los tiempos, sólo cambien “huérfana” por quien quieran, “actricilla” por amiga que quedó embarazada, ex – novia que apareció de pronto, etc.
No estoy diciendo que esto sólo es cuestión de hombres. Oh no. También tenemos el caso de “Rubí”, la descarada. La hermosa mujer a la que no le importaba nada con tal de poseer lo que quería, aunque eso implicara cuernear al novio, bajarle el casi marido a la mejor amiga y seducir a cuanto chico podía.
Pero esos son casos extremos, a mi parecer. En mi historia particular nunca he sido muy afín con el concepto de uno sólo y para siempre. Claro que he tenido novios convencionales y relaciones en las que me han pedido que haya fidelidad absoluta. La primera vez que accedí a eso, el chico terminó por decidir que quería fiestear con más antes de meterse en algo tan serio. La segunda yo sentí que no estaba lista para dejar de pensar en otros (y menos besarlos). La tercera y última, hasta ahora, terminó haciendo pedacitos los sueños de una casa tradicional, una boda tradicional, una vida tradicional: él con un boleto a Europa para seguir a una chica, de la que según él no se había enamorado pero le movió el tapete y yo con una vida nueva, la cual agradezco de aquí al infinito.
(Evil de Interpol me hace sonreír maliciosamente mientras sigo escribiendo el relato). En el inter hubo experimentaciones de mi parte. Así como que blanca palomita tampoco soy. Por ejemplo, una vez a una chica super cercana a mí se le juntaron dos galanes en un cumpleaños. Ella me encargó a uno de los monigotillos que le gustaba, mientras fue a besuquearse al otro. Sobra decir lo bien que entretuve al muchacho. Lo malo, para mí, es que luego se hicieron novios y hoy viven juntos. ¿Porqué malo? Resulta que en una pelea que tuvieron, él le contó que tuvimos algo que ver y aún cuando ellos ni novios eran, me costó la relación con la chica y casi me piden la mudanza a Siberia. Es día que ni la palabra me dirige.
Mi modelo a seguir han sido Aspasia, Mata Hari, Simone de Beauvoir, Remedios Varo y Mae West, entre muchas otras. Con ellas aprendí que el concepto de “fidelidad” como única manera de vivir se quedó en las formas convencional, en la sumisión, en la doble moral. Ojo, esto no quiere decir que yo tenga mi comuna jipiteca y que sea más promiscua que la Monroe. Eso ya es asunto de cada quien.
Mi punto es que el cuerneo es deshonestidad y no estoy de acuerdo con eso. Todos somos libres de pensar, platicar, abrazar, besar y sexear con quien se nos dé nuestra real gana, siempre y cuando no nos llevemos los corazones de los otros entre las patas. De ellos y de ellas.
Por ejemplo, se me hace un cuerno imperdonable el que estén pensando en alguien más mientras me besan, por ejemplo. Prefiero que sea al revés. Perdono fácilmente si mi pareja decide explorar ciertas cuestiones físicas con alguien más, pero si se trata de asuntos mentales, entonces ya es cuando brinco. (Guaranteed de Eddie Vedder me acompaña en estas cavilaciones). Al final, como dicen los Killers, it was only a kiss, it was only a kiss. Pero ya cuando el beso se acompaña de admiración, deseo, espera, pasión y es con otra persona, es cuando comienzan los problemas.
La infidelidad llega cuando una/uno no es lo suficientemente calzonudo para decirle al otro: Quiero una relación abierta, o quiero una relación cerrada, o tú y yo nos vamos a morir juntos y sólo probaremos nuestras mieles, o lo mío es estar contigo cuando estoy contigo, y estar con otros mientras estoy con otros. Eso implica que no sólo será abierta, cerrada, a la mitad o como sea que queramos vivirla de nuestro lado y que la otra persona también hará de su vida un papalote. Es cuestión de honestidad y de llegar al justo medio con la otra persona. Nada sencillo, al principio, pero luego va tomando forma.
Esta semana aprendí que casi todos los pajaritos son monógamos, pero que con cierta paciencia y dedicación se puede alterar esta “característica” y promover que tengan varias parejas a lo largo de la vida. Entonces, pienso, ¿Si la monogamia está predestinada, porqué la infidelidad es condicionante de la felicidad? La felicidad también está predestinada, ¿No?
Para eso sirve el libre albedrío, con el perdón de mi filósofo de cabecera y habitante permanente de mi corazón, que seguro saltará cuando lea esta historia. Me fastidia llegar al punto en el que las relaciones se vuelven Wittgenstianas, esas en las que “de lo que no hay que hablar, hay que callar”. Claro, no es que las relaciones Sartreanas sean lo mejor, hay para todos, como veíamos hace dos semanas, hasta Platónicas. El quid del asunto, según yo, es elegir la que nos haga sentir felices, intentarla, explorarla, compartirla y ya.
Eso sí, jamás me he metido con los chicos de mis amigas mientras son sus chicos. Lo firmo donde quieran. Se me hace poco ético y muy mala leche, así el tipo sea un bombón. Las relaciones deben partir de ciertas reglas: honestidad, libertad, experimentación, ser conservadoras, ser abiertas; en fin, cada quien pone las que le convienen y las negocia con el otro.
This love de Maroon 5 me acompaña en esta parte, mientras reflexiono en que justo salí con un chico que me gusta mucho y sentí maripositas amarillas en la panza cuando me tomó de la mano. No sé cuándo lo volveré a ver y ahora tengo que arreglar asuntos con ciertos habitantes del multifamiliar me han estado dando lata, sobre todo dos de los PH. Uno me hace caso a medias, marca sus límites con cincel, me aleja pero me acerca y el otro quiere redefinir las cosas. Yo sólo sé que he tenido más diversión siendo cortesana que como princesa, aún de mi propio castillo.
(Justo empieza a sonar Everybody Hurts de REM y me niego a cerrar con esa canción, no quiero suicidios en mi consciencia, así que cambio rápidamente y me regalan El Baile y el Salón, de los tacvbos para dejarlos bailando en medio del lugar).
Foto: (CC) qthomasbower
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