Compartido de Rebelión bajo licencia (CC) 4.0
Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa
Con la votación del pedido de impeachment de la presidenta Dilma Rousseff en el plenario de la Cámara este domingo nada se definirá. La crisis de representación que afecta al Ejecutivo, Legislativo, Judicial, partidos políticos, medios de prensa, y movimientos sociales más estructurados no va a pasar de una hora para otra con el rechazo o aprobación del impeachment para que el Senado prosiga el rito. Aunque los ánimos del mercado señalen que el impeachment es muy probable -las alzas de la bolsa y derretimiento del dólar van en ese sentido- el hecho es que nadie está en condiciones de afirmar lo que acontecerá el domingo.
Una cosa es cierta: lo que fuera decidido por el Congreso más cuestionado de la historia no va a cambiar mucho los desafíos que se tejen en el terreno de la lucha, que es donde podemos esperar cambios. Esta constatación se debe al hecho de que el gobierno Dilma por sí sólo es indefendible, y no señala ningún cambio de postura en el sentido de una apertura democrática para discutir los rumbos del país caso permanezca. Por otro lado, un gobierno Temer promete ser ultra-liberal con su “puente hacia el futuro”. Por tanto, cabe trazar algunos escenarios teniendo en cuenta que todos los principales actores políticos que actúan en el ámbito de la representación parecen ser responsables por este impasse político que ya dura por lo menos cinco meses.
[contextly_auto_sidebar]Es importante subrayar: lo que está en curso no me parece ser un golpe en el sentido estricto, que remite a 1964, mucho menos un golpe que toma al gobierno Dilma de sorpresa. Se trata de una agudización de la tensión en el ámbito de la coalición gubernamental que se deshace. Si fuese un golpe mismo, no habrá siquiera tiempo de negociar acuerdos en torno de cargos y enmiendas como está siendo hecho abiertamente. Sin hablar que el gobierno Dilma puede entrar con una acción en el STF (Supremo Tribunal Federal), contestando el parecer favorable o incluso la regularidad de los tales créditos suplementarios. Hasta ahora, el gobierno Dilma y el PT no han producido ningún cuestionamiento en relación al rito del impeachment. Nada mejor que el tiempo para mostrar el juego político: estamos asistiendo a una disputa por el poder con las debidas patadas en la canilla sin pudor alguno.
La narrativa de “no va a tener golpe” parece apartada de toda base social -más allá del izquierdismo practicado por una parte dominante de la izquierda institucional-, limitando el contacto con la mayor parte de la población en el juego de la opinión pública, que es lo que se disputa en las calles y en la redes, mirando lo que pasa arriba, en la institucionalidad. Esa narrativa parece apartada en relación a la opinión pública, y tiende a una lógica propia, más próxima de los intereses económicos que rigen sus mandatos.
A lo máximo se trata de un golpe lento y paciente lanzado por el pelo PMDB sobre el PT, que moviliza su base de apoyo de forma justa para intentar equilibrar un juego que le es cada vez más desfavorable conforme el tiempo pasa; basta ver la decisión del PP (Partido Progresista) de votar a favor del impeachment incluso después de todas las coimas que le ofrecían, hasta el Ministerio de Salud.
Voy a trabajar aquí con el escenario menos probable en este momento en que los conteos de voto de los diputados favorables al impeachment suman 320 votos de los 342 necesarios, o sea, a la permanencia de Dilma. Para comenzar, un elemento importante: la Operación Lava Jato va a ser encajonada independientemente de lo que ocurra este domingo. Por lo menos el juez Moro ya dijo que cierra en diciembre y de allí por delante es el STF, lo que significa un paso más lento. Con la permanencia de Dilma en un gobierno fisiológico y su incapacidad de dar alguna guiñada democrática (no estoy hablando de nada a la izquierda) los ajustes van a continuar y viviremos rendidos a los humores del capital financiero.
Para tener una idea, analistas del mercado proyectan el dólar a a R$ 3 en un gobierno Temer, lo que significa que cualquier valor encima de eso es especulación y juego político. Tendremos que lidiar con un ajuste severo y precisamos mantener la articulación en torno de la permanencia de este gobierno para contestarlo. Y donde veremos quién es quién en el juego de la articulación social. En la práctica, la permanencia de Dilma significa dejar que el PT haga su juego sucio para mantenerse en el poder y decidir más adelante, en 2018, incluso si es hora de volver a ser oposición. De la misma forma, caso Temer asuma, si el PT tiende a volver inmediatamente a la oposición. Precisamos tener claridad de que ya no es posible ninguna ambigüedad en relación al PT.
Por fin, parece que las nuevas elecciones perdieron fuerza en el ámbito del TSE (Tribunal Supremo Electoral), que por lo inédito de la acción, sólo debe votar el procedimiento el año que viene, lo que daría a convocatoria de elecciones directas. Tal vez por eso, Marina e Aécio se declararon a favor del impeachment. Los más probable es que tengan que esperar hasta 2018. En el fondo, la agonía no termina el domingo, ella va a atravesar el país con sus crisis y parece que va a continuar hasta que consigamos instituir una democracia que más allá del voto, se haga a partir de la sociedad contra el Estado y la representación podrida.
Ese es el desafío de la lucha política: tejer la democracia a partir de demandas concretas y no de íconos que nos dominan. En ese sentido, las luchas pueden ser tenidas como estratégicas y las elecciones como tácticas en determinados momentos, Sólo que la lógica es inversa, por eso la agonía sin fin.