Esta es nuestra participación en la Audiencia de hoy del Grupo de Trabajo del Senado que discute el Tratado Internacional contra Falsificaciones mejor conocido como ACTA. Es también una historia personal de cómo de pasar a ser afectado por internet logré entenderlo y dedicarme ahora a lo que me gusta y vivir de ello:
Vengo a hablar como obrero de la palabra. En Pateando Piedras vivimos del contenido que generamos y compartimos en Internet. Celebro que podamos ejercer nuestro derecho a opinar y es un privilegio que estén todas las partes.
Cuando escribí mi primer libro de poesía y descubrí lo que me correspondía como autor en regalías supe que debía cambiar de profesión. Trabajé en los periódicos justo en la transición del papel impreso a Internet. Me tocó la crisis de la publicidad y víctima de un recorte, dejé de tener empleo. Sin embargo no podía culpar a la mayoría, a los lectores. Esa crisis laboral y personal era señal que debía cambiar de rumbo. Y así como los 2 millones de jóvenes que dejan México cada año, tuve que dejar mi país.
Estando fuera y conociendo otros modelos de negocio entendí que se podía vivir de Internet.
Quienes vivimos de Internet nos debemos a los consumidores, a los lectores. Este es un nuevo mundo en el que quienes producimos contenido debemos adaptarnos necesariamente y de forma constante a los patrones de consumo. Lo que valía hace 6 meses ya no vale hoy. Es una constante evolución.
Los bloggers que éramos las estrellas en 2006, con la llegada de Twitter en 2009 tuvimos un enorme desafío: ya no éramos relevantes. Ahora la gente se informaba a sí misma y decidía qué es importante.
¿Acaso pedimos censurar Twitter y satanizarlo?
La sociedad, los fans y los lectores ahora dictan los cambios y no al revés. Nos debemos a ellos. Sospechar y verlos como “posibles delincuentes” o verlos como “el enemigo” no es el camino.
Compartir no es robar. Y eso que quede muy claro. Internet no es el problema, si no la solución.
La web, las redes sociales son en realidad la misma sociedad conectada. Limitarla no es posible. Y en África del norte justo ahora nos lo demuestran.
Quienes trabajamos de generar contenidos tenemos derechos, derecho a un sustento y por supuesto nuestro trabajo debe generar riqueza. También comemos, no somos robots. De igual manera tenemos obligaciones. Pero pensar en un modelo irreal, disonante con lo que la gente hace en la práctica, nos condena a la ruina.
Nos queda escuchar a la audiencia, nos queda colaborar y entendernos. Tratar de regular comportamientos humanos como dice el Doctor Pisanty, regulando el libre flujo del mercado y la tecnología no es la vía.
Los medios y los obreros de la palabra no podemos apostar a ganar dinero cada que nuestra obra es copiada, citada y compartida o cada que cantan nuestras canciones… pensemos en otros modelos que funcionan y existen. Abrámonos a conocerlos. Acérquense a quienes hemos sabido vivir del modelo de negocio que implica que nuestrso contenidos sean copiados. Existen redes hispanas que generan millones de dólares entre más sus contenidos sean copiados.
Quiero cerrar mi participación parafraseando al saliente Presidente de la Academia de Cine Española: Alex de la Iglesia:
Si como autores pedimos respeto a nuestro trabajo, respetemos también. A los consumidores nos debemos.
También quisiera hacer llamado a los Senadores que nos honran con su presencia:
Tener la tarifas más altas de Internet en el mundo frena la nueva economía, cierra oportunidades a nuestros jóvenes que a veces no tienen otro camino que la delincuencia.
Reformen la leyes y creen las condiciones para que los autores, cineastas y poetas se beneficien más de su obra en lugar de los distribuidores y las televisoras.
Retomen la propuesta de Luz y Fuerza del Centro de un internet popular gratuito aprovechando la red electrica y la fibra óptica.
Una nueva industria resultará de esto, que generará desarrollo.
Es tiempo de sumar y apostar por el futuro.
Muchas gracias.