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La comida moderna y sus efectos drásticos en la salud

Invaden las estanterías de los supermercados y, cada vez más, las alacenas de muchos hogares. La comida moderna excesivamente procesada y refinada provoca subidas alarmantes de la glucosa en sangre. Con el paso del tiempo, el desarrollo de la resistencia a la insulina mantiene niveles crónicamente elevados de insulina, con toda su toxicidad y efectos perjudiciales para la salud.

Puedes leer más sobre los efectos de este tipo de “alimentación” en este artículo: “La comida moderna nos trajo las enfermedades modernas”.
Su refinamiento y su ausencia de fibra provoca bruscas subidas de la glucosa en sangre y picos de insulina constantes.  El colesterol es un inocente ratoncito al lado del elefante que es la insulina, aunque los médicos no lo queramos ver. Y por último (aunque no lo tocaremos en esta entrada), las grasas trans (logradas mediante la hidrogenación de los aceites vegetales), mantienen la vida útil de todos estos productos artificiales para que no se enrancien. Pero sus efectos a nivel de salud son horribles.
Ni el colesterol, ni la mantequilla, ni los huevos, ni la carne de buena calidad, ni el queso ni otras grasas saturadas son las responsables de las enfermedades cardiovasculares y del cáncer que nos azota.
De hecho, nos protegían antes de las enfermedades que ahora nos invaden. Entre otras razones, porque elevaban nuestro querido HDL…
Los culpables son otros muy distintos, entre ellos el azúcar, el refinamiento de la comida procesada  y el uso de  grasas trans
¿Qué es lo que hace que tengamos hoy en día tanta patología cardiovascular y cáncer?
El colesterol?
La grasa de la dieta?
Así nos lo han querido vender.
Sin embargo los inuitas y los masais no hacían más que comer carne y grasa animal y no tenían nada de patología cardiovascular ni de cancer…

El colesterol siempre ha existido (por suerte para nuestra supervivencia) y nunca ha causado ningún problema. Apenas se documentan infartos antes de los años 1.920. El propio Sir William Osler, padre de la medicina moderna, comenta en sus escrito que en el año 1.910, tras trabajar durante una década en el Montreal General Hospital no vio ni un solo caso de infarto.

Sin embargo, a partir de los años 50, con los infartos sucesivos que tuvo Sir  Eisenhower, el primero en 1.955, la epidemia de infartos se ha ido extendiendo hasta nuestros días. Curiosamente, la última analítica del presidente Eisenhower antes de su primer infarto revelaba un colesterol total de sólo 165 mg/dl (la mitad de los infartos se dan con un colesterol bajo, como ya sabéis). El presidente empezó a cambiar la mantequilla por la margarina, dejó de tomar huevos, manteca de cerdo, nata y las sustituyó por aceite de soja y siguió una dieta baja en grasas saturadas, a pesar de la cual tuvo varios infartos posteriores, el último de los cuales, en 1969, acabó con su vida.

Desde los años 50, la incidencia de infartos, de cáncer, de hipertensión ha ido en aumento y en los últimos 30 años, también la obesidad.
Algo debemos estar haciendo mal (que no tiene nada que ver con el colesterol) que nos está matando.

El pueblo americano (y el resto del mundo), guiados por Ancel Keys y su hipótesis lipídica, decidió que la causa era la grasa y empezamos a comer comida “baja en grasa” y alta en carbohidratos, con pan, harinas, azúcar. Todo valía siempre que fuera “bajo en grasa”, incluido el yogur azucarado “light-bajo en grasa”.

Este es un poco el resumen de la primera parte (que recomiendo leer al que no la haya leído, pues es muy interesante y además mucho más corta que esta segunda parte).

Continuamos aquí la charla del Dr. Jason Fung en la que explica el nexo de unión de todas estas enfermedades cardiovasculares y patologías (cáncer) que nos invaden.
Foto: Monica Kaneko
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