Bogotá, 2.600 metros de altitud, 7,5 millones de habitantes. Domingo 30 de abril. Daniel Libreros, impulsor del Movimiento Ecosocialista, Camila C. (23 años) y John F. (24 años), miembros del CADTM en Colombia, acaban de venir a buscarme a las 8,30 h al hotel del centro de la ciudad para reunirnos en un barrio popular colgado en la montaña a 2.800 metros de altitud. Tras 45 minutos de automóvil por la zona urbana llegamos a un barrio que se encuentra en el límite entre la ciudad y la reserva natural donde nace el río Fucha, con cerros de más de 3.500 metros.
En esa localidad de Bogotá, llamada San Cristóbal, 5.250 familias repartidas en 7 barrios viven en terrenos donde han construido casas sin permisos de construcción y sin títulos de propiedad durante los 30 últimos años. Tenemos una cita en una sala del barrio La Cecilia. La sala se llama «lluvia de ideas» y la construyó el comité del barrio. Nos unimos a 30 personas que ya han comenzado la reunión. 24 de ellas aparentan entre 18 y 30 años como máximo. Las personas que animan la reunión viven en este barrio. Han invitado a los líderes indígenas del pueblo nasa (alrededor de 200.000 personas) que vienen del norte del valle del Cauca (1.350 km de longitud); a los militantes sindicalistas de una empresa eléctrica, CODENSA, perteneciente a la multinacional italiana ENEL; a los miembros del CADTM Colombia; al grupo ecosocialista; a mí mismo y a jóvenes activistas de Bogotá y alrededores.
Los cuatro jóvenes animadores de la reunión, dos mujeres y dos hombres de los barrios populares, explican la lucha que se lleva a cabo en los siete barrios de San Cristóbal. Las ocupaciones de tierras para construir las casas se remontan a 1985. A partir de 2006 los habitantes obtuvieron el acceso al agua potable, a la electricidad y después al gas ciudad. A partir de 2015 las autoridades de Bogotá anunciaron a los habitantes que iban a regularizar la situación. En principio parecía una victoria pero después los habitantes supieron que la regularización solo concernía al 50 %. Los demás debían aceptar marcharse y que los realojaran en otros lugares de la ciudad. La regularización de unos estaba condicionada a la marcha de los demás, la comunidad se opuso a esta perspectiva y la situación de momento está bloqueada.
Regularmente en Bogotá se llevan a cabo operaciones de demolición de construcciones precarias. El 25 de abril, en otro barrio, las autoridades ordenaron la expulsión de cientos de familias de sus casas y mientras la policía ejecutaba la operación un incendio destruyó la mayor parte de ellas. Varios habitantes sufrieron quemaduras.
En el barrio La Cecilia la población es solidaria y la sala de reunión es un lugar activo de coordinación de actividades locales. El armazón es de bambú y la fachada una plancha de zinc decorada con un hermoso fresco mural. El resto se compone de grandes placas translúcidas que convierten la sala de reuniones en un lugar muy luminoso. A 500 metros de aquí el barrio «Los Laureles» tiene un huerto colectivo llamado «Huertopía». La defensa de la Tierra Madre frente al capitalismo depredador ocupa el centro de las preocupaciones.
Después de escuchar la narración de las luchas y las iniciativas tomadas en el barrio salimos todos para ir a pie por un camino de tierra hacia la densa naturaleza a la entrada de la reserva natural. Un auténtico placer, una naturaleza exuberante a pesar de que está marcada por las señales evidentes del capitalismo verde. Una gran parte de los árboles son eucaliptos plantados debido a su rápido crecimiento y por lo tanto por su rentabilidad económica. Los eucaliptos reducen fuertemente la biodiversidad. Afortunadamente cuando se avanza por la reserva natural los eucliptos acaban dejando paso a la vegetación normal de los bosques de altura.
Al descubrir esta naturaleza espléndida se empieza a comprender por qué los habitantes establecidos en San Cristóbal quieren permanecer aquí, en el lugar de donde son: todos tienen la posibilidad de cultivar un trozo de tierra. La contaminación atmosférica es débil. El agua del río que atraviesa el barrio es pura, viene directamente de la montaña y es abundante. Hay una auténtica vida de barrio y la colaboración funciona bien. El centro de la ciudad está apenas a 30 minutos de autobús.
Por su parte, las autoridades de la ciudad quieren desarrollar un proyecto de urbanización para los ricos y para la industria turística. Quieren crear un corredor «ecoturístico» en la reserva natural. A los lados de dicho corredor se construirían hoteles de lujo y urbanizaciones residenciales para la élite de Bogotá. Para hacerlo es necesario desalojar a una gran parte de los habitantes de los barrios populares. La sala de reunión está condenada a la destrucción.
Para convencer a los habitantes de los beneficios del proyecto de «renovación urbana», las autoridades anunciaron que se construiría un teleférico. Hay que decir que en ciudades como Medellín o Caracas los teleféricos de buena calidad sirven de transporte público. Esto, de entrada, interesó a los habitantes pero después comprendieron que el teleférico no conectará su barrio con la ciudad. Se construirá al final de la reserva natural y llevará a los turistas a las cumbres montañosas… en resumen, no facilitará el transporte público entre el centro de la ciudad y este barrio popular.
Después de pasear durante una hora por la reserva natural y haber podido admirar el río que desciende de la montaña, escuchar los trinos de los pájaros y observar la vegetación, volvemos a la sala de reunión. Los militantes del barrio explican que se ha intentado presentar a los habitante como invasores, destructores del medio ambiente, personas peligrosas, cuando en en realidad respetan y protegen la naturaleza.
Un poco después me explican que la situación en el barrio es peligrosa. En Colombia los sectores de la clase dominante apoyan a las bandas armadas, las milicias, e intentan de manera permanente controlar los distintos barrios. Es lo que se llama en Colombia el paramilitarismo. En muchos barrios existen pequeñas redes de tráfico de drogas, incluso de tráfico de armas y de prostitución. Los grupos paramilitares vinculados a los sectores de la clase dominante combaten a las bandas locales con el fin de someterlas u ocupar su lugar. Ejercen una función de represión del movimiento popular amenazando o asesinando a los líderes populares. Muy a menudo la policía está en connivencia con esas bandas y saca comisiones de diversos chantajes.
En el vecindario de San Cristóbal, hace tres años, una lucha armada enfrentó a la banda de delincuentes locales con una banda externa vinculada a la alta burguesía. La banda local ganó la batalla causando varios muertos en la banda invasora. Los habitantes de San Cristóbal no quieren a la banda local pero consideran que es un mal menor que la llegada de una banda externa vinculada a los sectores del poder. La banda local no roba en las casas de barrio, se «limita» al microtráfico de drogas. Después la policía intervino para someter a la banda local: arrestos, condenas de dos años de prisión a algunos dirigentes. A su salida los expresidiarios reunieron a la banda pero el mes pasado dos de ellos fueron asesinados por personas desconocidas. Los militantes del barrio piensan que esto podría anunciar una vuelta más fuerte de la banda «invasora», quizá en complicidad con la policía.
Son conjeturas pero eso indica la dificultad de llevar a cabo la lucha de emancipación porque la época en que los militantes sociales urbanos fueron eliminados en masa no está muy lejos, una docena de años como mucho. Y los organizadores de los asesinatos siguen vivos y libres, empezando por uno de los princiaples comanditarios, el expresidente Álvaro Uribe , que piensa presentarse a las elecciones presidenciales de 2018. Uribe es uno de los principales responsables de las masacres de dirigentes populares que tuvieron lugar durante sus dos mandatos entre 2002 y 2010. Está directamente relacionado con las milicias paramilitates. Combatió el acuerdo de paz firmado entre las FARC y el Gobierno en 2016.
En el curso de la reunión, los dirigentes indígenas de la nación Nasa presentaron su lucha. Explicaron que quieren liberar a la Madre Tierra (Uma Kiwe en su lengua) de la explotación capitalista. En su región, situada a varios cientos de kilómetros de Bogotá hacia el nordeste en dirección a Ecuador, su organización se enfrenta a grandes propietarios que han desarrollado el monocultivo de la caña de azúcar. Estos pequeños campesinos han conseguido, explican, recuperar el control de miles de hectáreas que cultivan para producir alimentos (maíz, yuca, alubias, bananas…) respetando la naturaleza. Quieren justicia social y combaten el capitalismo. Según sus palabras se oponen al Estado colombiano, que está al servicio de los ricos. Los enfrentamientos con las milicias paramilitares de los grandes propietarios son habituales. Uno de sus compañeros fue asesinado el 22 de marzo de 2017 y a mediados de abril mataron a un gobernador indígena del Cauca. Saben que sus cabezas está puesta a precio, valen entre 30 y 50 millones de pesos (entre 10.000 y 17.000 euros) cada uno. En la parte del Cauca donde su movimiento es activo declaran haber liberado a la Tierra Madre en nueve lugares.
Invitan a los jóvenes de la ciudad a unirse a ellos para participar en los cursos de formación. Quieren desarrollar puesta en marcha con el movimiento ecosocialista desde hace algunos años. Por eso vinieron especialmente de Bogotá donde hn participado en todas las actividades públicas del CADTM desde hace seis días. Tienen una web: https://liberaciondelamadretierra.org/ Su movimiento forma parte de una coordinadora regional de pueblos indígenas, el CRIC (la Coordinadora Regional Indígena del Cauca) y están organizando en el municipio de Corinto, https://es.wikipedia.org/wiki/Corinto_(Cauca) un encuentro internacional para la liberación de la Tierra, que se celebrará del 4 al 6 de agosto de 2017.
A continuación tomaron la palabra tres militantes sindicalistas de la empresa de producción y distribución CODENSA, perteneciente a la multinacional italiana ENEL. Explicaron que libran un difícil combate contra el patrono de la empresa que quiere precarizar todavía un poco más los contratos y las condiciones de trabajo. Es una estrategia de conjunto que se desarrolla en todo el mundo por el capital contra el trabajo. Los sindicalistas están ahí para facilitar las convergencias entre los diversos sectores en lucha.
A continuación los organizadores de la reunión me pidieron que tomase la palabra. Expliqué qué es la Red Internacional para la Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM) y cuáles son sus principales objetivos. Desde hace 30 años he venido una docena de veces a Colombia para reunirme con los movimientos sociales y las organizaciones políticas de izquierda. Compruebo que en la ciudad se desarrollan nuevas formas de lucha, como la que se desarrolla en el vecindario de San Cristóbal. Esas nuevas formas de luchas en las que se comprometen las generaciones jóvenes se unen a las otras luchas, las los pueblos indígenas, las de los sindicalistas y otras. Forman un todo.
También he observado que en Colombia se ha puesto en práctica una estrategia perversa de desposesión. El Estado ofrece a los habitantes de construcciones precarias la posibilidad de regularizar su situación. En la zona rural concede títulos de propiedad a familias campesinas en diferentes regiones del país. Esto aparece como un enfoque positivo. Sin embargo las personas que se benefician de ese proceso de concesión de títulos de propiedad se ven empujadas a endeudarse para finalizar la construcción del alojamiento o para poner en valor las tierras. A menudo no consiguen hacer frente al reembolso de la deuda y acaban despojados. Un Estado al servicio del pueblo debería garantizar el acceso a la tierra y la vivienda poniendo a disposición de la población los medios necesarios sin que el ciudadano tuviera necesidad de endeudarse con el sector privado.
Despues de la intervención final de Daniel Libreros, uno de los impulsores del Movimiento Ecosocialista y del CADTM, todo el grupo acudió al «Huertopía» para compartir una comida preparada por la asociación del barrio y continuar los debates, en particular para preparar la participación en la manifestación del 1 de Mayo.
Eric Toussaint es maître de conférence en la Universidad de Lieja, es el portavoz de CADTM Internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia. Es autor de diversos libros, entre ellos: Procès d’un homme exemplaire , Ediciones Al Dante, Marsella, 2013; Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad , Icaria, 2010; La Deuda o la Vida(escrito junto con Damien Millet) Icaria, Barcelona, 2011; La crisis global , El Viejo Topo, Barcelona, 2010; La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos , Gakoa, 2002. Es coautor junto con Damien Millet del libro AAA, Audit, Annulation, Autre politique , Le Seuil, París, 2012. Este último libro ha recibido el premio Prix du livre politique, otorgado por la Feria del libro político de Lieja. Ultimo libro: Bancocracia Icaria Editorial, Barcelona 2015. Es coordinador de las publicaciones Comisión de la Verdad Sobre la Deuda.
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