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Literatura: ¿Por qué se murió Paris Hilton?

Por Gilberto Lastra Guerrero

LAS PAREDES ESTABAN manchadas con gotas de sangre, como si las hubieran lanzado al azar. Pero sólo había un cuerpo sin rasgos de violencia, salvo el charco de sangre que seguía la silueta de la muertita; una sandia con marcas de dientes el otro lado de la recamara. El Comandante Bambi llegó con sus compañeros de guardilla a la escena, salieron, y regresó solo a los 45 minutos después del aviso en la Policía Ministerial. Se peinó el copete. Entonó las primeras frases de: ¡Dicen que ya no me quieres cabrona!, y se lanzó al suelo para verificar el estado que se encontraba la fruta. Mientras bajaba su cara al ras de suelo, no dejó de imaginarse que estaría en la persecución de un delincuente que le gustaba coleccionar pieles de mujer para hacerse un vestido con lentejuela, o estar por resolver todos los casos de las muertas de Ciudad Juárez. Movió un poco la sandia, y la llevó a la sala. Regresó. Tomó el cuerpo, y con ligera inclinación buscaba por debajo de la espalda las laceraciones (que era sólo una herida pequeña por la bombilla de un foco quebrado en el piso), hechas por el novato asesino, como lo calificaría este investigador, hecho a imagen y semejanza del algún personaje de Beverly Hills 90-210. Pero al no encontrar ninguna, dejó caer el cuerpo y el charco de sangre se esparció más. Dudó un momento e inclinó por completo la espalda de la muertita, pero la holgada nariz de su cara, no le permitía el giro de ciento ochenta grados.

(¡That’s hot, That’s hot, That’s hot! Ya me tenía hasta la madre, mamá. Siempre decía lo mismo. Siempre arremedando a esa tal Paris Hilton. Que ganó la presidencia Caldera Chamagosa. ¡That’s hot! Qué fuerte, ¿no? Cada vez que repetía eso, de muy dentro de mí tuve unas ganas irrefrenables de meterle cualquier cosa por la boca, cualquiera: el tenedor, las tenazas, el control de la tele, una manzana, lo que me encontrara. Varias veces la amenacé con la pistola en su hocicote, y otras con unos pepinos la callé. Pero no entendía. That’s hot! ¿Quién sabe que habrá sido de ella? Me dijeron que andaba con los brigadistas de un candidato popular. De esos de sonrisa galante. Y que son místicos porque dicen tener el toque de Dios, y por eso son los que deben de dirigirnos. Mi chavo, ¿te lanzas a Perú? Le pide el hermano Francisco Salas que acababa de platicar con su madre).

Tienes el caso, Bambi. Pero, por favor, por favor. No te lleves a tu novia a follar junto a los muertitos. La última vez todas las pruebas que teníamos las embarraste con tu semen y toda la moronga en el piso, y Salas se nos peló. Ya fui a ver a la occisa. ¿Y qué encontraste de bueno? Una sandia. Bambi, no vamos a empezar con pendejadas antes de comenzar las investigaciones. Qué no ves que el procurador no nos va a creer. Y con la cosa que le vas a salir. De verdad, había una sandia en la escena del crimen. Lo que no comprendo todavía, es porqué a la jovencita ni la violaron ni mutilaron. Lo único que tenía era una herida en la espalda, por donde evacuó toda la sangre alrededor del cuerpecito tibio y lindo. Es un crimen atípico. El atípico eres tú. Dile a los del servicio forense que me manden todos los exámenes; los toxicológicos, de dióxido de carbono y carbono 14; los de sangre y por si las dudas los de SIDA… A lo mejor es uno de esos asesinatos pasionales porque le pegó los piojos. Y chin… Que se la echa toda. Ok. Pero no creo que sea de esos tipos de muertes. A mí se me hace que… A ti se te hace que te apuras con el material…la mató “Miringo” Salas. Toma a tu equipo y lánzate.

Torre de Babel

Ruega por nosotros

Casa de David

Ruega por nosotros

Rosa Mística

Ruega por nosotros

Caquita de Chango

Ponnos marihuanos

Hijos de Lynn May

Presten a su madre

Hombre de las nieves

Píntanos de blanco

Comandante Bambi

Píchate las chelas

Después del rezo subieron la camioneta y dejaron la procuraduría. Prendieron las torretas, y dieron una agreste vuelta antes de que el sonido de la sirena se perdiera entre los ruidos de las maquinas de escribir. Peiro se lamentaba el haberle dado el caso al soñador comandante. Al llegar al lugar de la llamada, una señora que no soportaba el mal olor de una bolsa de plástico, que tapó por varios días las cañerías: dentro de la bolsa, un brazo mutilado con varios días de encierro golpeó por su estado de putrefacción el rostro del principal colaborador del encargado de los Asuntos Internos. A lo que casi a punto de vómito: Este perro ya no sirve ni para barbacoa.

 

La copa se llenaba de fermentación de uvas, de años de historia, de prestigio y clase, del proceso de azúcar y de alcohol a vino, seduciendo, y embriagando a la sangre. ¿Rioja? Por favor. “Peiro el nuevo encargado del departamento de Asuntos Internos”. Con todas sus complicaciones. Salud, Ofelia Andugo responde, con una ligera inclinación de cabeza y una sonrisa. La relación se añejó entre la periodista y el funcionario desde que lo desemplearon, por falta de capacidad profesional para resolver los primeros dos asesinatos de la administración estatal anterior. Le dieron la oportunidad de reivindicar su posición y: “Ese caso de la mutilada está fuerte ¿no?” Las pistas que tenemos son los miembros y la recamara donde mataron a una muchacha. Pero la sangre en la pared del cuarto empata con la de la sobrina de Quijano. Lo que me sorprende es la forma cómo entregaron los pedazos: uno en la casa de una anciana y el otro en la central de autobuses. “¿El cuerpo no lo encontraron?” En mi equipo hay puros negados para esto. Trabajo con el Comandante Bambi.

Andugo ríe por el sobrenombre, pues puede ser el factor para el nuevo despido de Peiro, y otra vez: “¿Cómo piensas investigar, armar las piezas? Si te están entrecruzando las pruebas”. Hasta que no encontremos el cuerpo, no podemos saber cómo empezar. El otro homicidio es imprudencial. La casa es de un vendedor de crystal. Siempre hay gente circulando. Hay muchachillas que van saliendo de la escuela y se dan sus acostones con Salas para que les dé drogas. “¿Protegido?”. Es base. Se la pasa de un lado a otro. Trae coca de Perú en hojas de libros, y otra encapsulada; la rebaja y la manda a Phoenix. Casi se queda sin gente porque se la agarran en las aduanas, van como seis extraditados por delitos contra la salud. Consigue muchos ahorcados de lana y los manda. En los cateos que hemos hecho no encontramos nada en su casa. Está limpio.

(¡Cabrón, no hagas panda a la becerra!, dijo con aspavientos Miringo a su hermano. Continúa con las frases de convencimiento para que el más pequeño de los Salas, lleve el paquete a Lima: Ya no estamos en el rancho. Trajimos a mi amá a la ciudad para darle mejor vida. Sólo tienes que llevarte el cuerpo bien retacadito de mercancía, y dices que es una turista muerta por lanzarse de un cañón con un paracaídas que no sirvió. ¿Pues no que te molestaba tanto la frasecita? Hasta mi mamá la quiso callar varias veces. El otro se incorporó de un salto: ¡Te equivocaste de vieja! No carnal, todo está perfectamente medido).

La camioneta oficial avanzaba con pericia por las calles de la ciudad. En cada boulevard  la tensión subiendo cuando el piloto rebasaba por la derecha. Andaba de un lado a otros de los carriles, y la sirena se pierde a la distancia. La gente dentro de los autos que esperan la luz verde, los miraron pasar y dentro de la patrulla: ¿Anduviste con la sobrina de Quijano? Tú la mataste, pinche Bambi. “Nel.  Yo la vi una semana antes de que la mataran. Cuando le caímos al Salas en su changarro te platiqué. Te daba risa el ¡That’s hot!  El Miringo se encabronaba cada vez que la arremedaba. A la chava se le quedó la frasecita. Y lo mejor… Es que la usaba para todo. Y más cuando nos dábamos de revolcadas en la cama. Dijo una vez que fue a Grecia y en uno de esos antros fifís se encontró a una tal Paris Hilton. Y repetía mucho esa frase de aquí para allá”.

Esto no es “hot”. ¿Por qué no me dejas salir? Yo no te he hecho nada malo. Tengo que ir con los brigadistas. El candidato tiene cierre de campaña, y tenemos que estar todos. ¡Suéltame! ¿Qué son esas cosas que traes en bolsa que apesta tanto. (Este cabrón me quiere coger. Nada más es eso. Pero esa bolsa, ¿en esa bolsa qué trae?). Yo quiero a tu hermano, por favor, ¡suéltame! Prometo que ya no voy a decir “That’s hot”. Pero déjame ir. Ya no aguanto el olor de ese perro que traes. Nada más venía a ver a tu carnal para que me diera un pegue de crystal. Me tengo que ir. (¡Ah cabrón!, ¿a quién mató este pendejo?). No puede estar pasando. ¿A quién mataste, Miringo? Deja de golpear las paredes con esa pierna, por favor. Ya me asuste. (¡En la madre, este pendejo salió asesino…!).

(Ya se acabó. No siento nada. El pinche Miringo me mató. Se me hace que son mis piernas con las que le pega a la pared. No, era la que traía en la bolsa. Este compa ya me mató porque no siento nada. Nomás sentí un piquetito en la espalda. Y su hermanito ni las manos metió, ¡qué cuquis! Si le dije que ya no iba a decir “That’s Hot”.  Es que ¡cómo me pasa esa frasecita! La Paris es bien chidota. Un día voy a ir con ella a Mimokos, allá en Grecia por donde se pasea con su “matón”. Y probar de ese vinote que hace burbujas. ¡Ah, pero si ya me mató este güey! Lo bueno es que ya no voy a regresar a la colonia. Que se le caiga el techo a la cabrona de mi mamá. Para que me manda meter con sus viejos. Ella los trae y conmigo se acuestan. Si de jodidos nunca salimos. Lo bueno es que me dejó con los ojos abiertos, pero ya me encandiló la luz del foco. Se anda robando los focos de los taqueros para hacer unas chalupotas para el Cri cri.  Ya no sabe qué hacer conmigo. Me anda jaloneando de un lado para otro y sigue azotando la pierna contra la pared.

(Llegó la jefa. ¿Para qué me abre la boca, ñora? Si lo bueno es que ya estoy muertita, porque la sandía que me quiere meter, no entra ni con calzador. Siempre le quise decir a la señora que estaba bien ondeada, que se le van las cabras, gachote. Pero el Saúl, ya no me iba a querer dar mi dosis de macanco después de la escuela. Es que me pasa un buen el chichiflín. Lo bueno es que ya estoy bien muerta. Me encanta estar muertita. Las enfermas de mis amigas me van a extrañar. ¿Por qué se fueron todos?… Lo que me faltaba, un compa que me quiera dar pa’ mis chicles. Qué no se da cuenta que estoy muerta. Y todavía sus amigos le echan porras. La muerte me sienta bien. Ya no pasa nada conmigo. Nada. Estoy en el paraíso. Ya no siento asco. Aunque tenga encima a un poli. Ya se bajó. ¿Otro?… ¿Otro?… ¿Otro? ¡Ya párenle! Pos, ¿qué querrán? ¿De qué se ríe el que se quedó solo? Me quiere dar la vuelta. Ojala no me deje boca abajo no me voy a poder ver como en las películas. De esas policíacas donde El Santo pasa en su Jaguar plateado. Me van a llevar en una ambulancia como las de Tin tan y me pondrán en una plancha. Alguien va a contar mi historia. Entonces yo le voy a aconsejar para que no meta la pata. Y diga que no tuve tantos novios ni que salía con los candidatos a pistear, ni que me meto chichiflin hasta por las orejas, y que los amigos de mi mamá nunca me pusieron una mano encima. Tengo que preparar bien el guión. Chance y hasta algún día sale mi biografía en “E True Hollywood Story” y me haga famosota. Entonces si pueden decir que era bien atascadota. Que igual de reventada que la Paris Hilton).

Después de la copa de vino es un café el que comparten Peiro y Andugo. Y de nuevo la cantaleta de los infelices despidos. Andugo y Peiro repetían la misma escena, el mismo lugar, sólo que meses después: “¿El cuerpo lo encontraron?” No. Nadie pudo identificar nada, sólo los miembros. Pero de qué sirven. El procurador no me dejó ni siquiera explicar que fue los que pasó. “Y si no tenías nada de pruebas, ¿qué le ibas a explicar?” Pues que el cuerpo de la sobrina no lo íbamos a encontrar por ningún lado, porque tengo la teoría que se la llevaron para traficar con sus órganos. “En verdad no lo creo. ¿Para qué quieren el cuerpo de una reventada? La niña era medio aturradita”. Pues eso sí lo sé, pero tengo que justificar que no encontré el cadáver. Todo antes que me vuelvan a correr. “Oye, y sí le dices que el cadáver lo usaron para mandar droga a otro país y a ella la hicieron pasar por extranjera y se la llevaron a su país de origen”. ¿Cómo crees? Eso es una locura. Ni a Miringo Salas se le habría ocurrido.

Esto no es “hot”. ¿Quién diablos me metió en esta bolsa? No es cool. Que ni se les ocurra pegarme porque mi tío los va a capar. ¡Ábranme, cabrones! ¡Jani y Peter, déjenme salir! Si no, rajo con su papá que ustedes atropellaron a la chacha. (Esto se está pasando de la raya). ¡Sáquenme! (¿A dónde me llevan?). Por favor, esta bromita ya se está pasando de la raya. (El bronceado se va a echar a perder con tanto zangoloteo. Estos hijos de puta me van a echar a perder el make up. Toda la tarde en el estilista para que me tengan en una bolsa metida en una cajuela  y me lleven a no sé dónde. Es una fiesta sorpresa. Sí es eso, una fiesta sorpresa. Me van a festejar mi cumple. ¡Pero es mayo!). ¡Sáquenme de aquí! (¿Por qué dicen que me van a llevar a despoblado? ¿Para qué quieren las vías del tren? ¿Y para qué quieren llegar a las seis? No quiero morir. Tengo pendiente un viaje a Mc Allen y otro a Londres con la Chiquis. Tengo novio. No puede ser que alguien me quiera matar). Soy Popular. Soy la Reina Telcel: no me maten. No se vale que dos desconocidos me quieran matar. ¿Por qué me pegan? Yo que les hice nada. No quiero que me griten. ¡Sáquenme de aquí!

(Upss… ¿qué es esa luz tan brillante y que da tranquilidad? ¡Es una fiesta de espuma! No lo puedo creer. Una fiesta de espuma cómo las de Ámsterdam. ¿Y esa otra luz? Ya me quitaron el encanto estos nacos. ¿Por qué me sacan de la bolsa? A este par no los conozco. ¿Quiénes serán? Parecen los valet parking del Tec. Pero no, ésos están más cenizos. ¡Son los del Club Cien! Ese nuevo que siempre me miraba con ojos de lujuria. ¡Ah, caray! Son los que andaba persiguiendo mi tío. ¡En la mauser! Ya me fregué. Adiós Las Vegas, París, Grecia y el Spring break. No. Esto no me puede suceder. Yo no aborté a dos niños. Esto no es karma. Me traen como me ponen las tachas: todo se mueve. Veo pasar las ramas y los troncos. Empieza a llover pero no me puedo mover. Esto parece un clavo y muchas piedras. ¿En dónde me tiraron estos brutos? ¿No saben en cuanto me va a salir la hojalateada? ¿Por qué está pasando el tren? No me quieran mutilar las piernas. Tanta horas de bicicleta para que me las quieran cortar. No soy del Yunque. Es más, deje las porristas porque me querían llevar a misa. No es justo que muera en el olvido de la civilización.

(Otra vez de viaje. No puede ser. Voy a llegar tarde a la party de la Yuyis. Pero estoy muerta. Bueno… Eso es lo que me imagino. Sino por qué no siento nada. Y ya son varias horas las que me han traído a vuelta y vuelta desde que me acuerdo. ¿Dónde me pusieron ahora estos señores, hijos de la Funky? Están hablando que me quieren rellenar. ¿De qué? Si las costillas las tengo chiquitas y bonitas, con unos senos abombados y lindos. No creo que quepa mucho de lo que quieren meter. Algo que se llama Cri cri. ¿Cri cri?

(¿Pues qué quieren hacer conmigo? No entiendo nada. Le está diciendo como se tiene que mover para llevarme a la “pollada”. No sé que sea eso de “pollada”. Debe ser una fiesta con pollos, como en las que venden hot dogs, y tiene el nombre de perrada. Qué científica me oí. A mí se me hace que hay caníbales en Perú. Suena como salvajón ese país. No es nice ni hot ni intenso ni fuerte. Es un país naco. Voy a comunicarme por telepatía con estos chavos. Me van a escuchar. Pues qué se traen. Van a llevarme con las Yuyis.

(¡Me quedé coja! Acabo de ver pasar mi pierna. No. No… No. ¿Qué hicieron conmigo? ¡Mi brazo! ¡Hijos de puta, eso no es cirugía! Son unos nasty. Salvajes imberbes. Regrésenme mi pierna porque me voy a bajar del carro. ¿Por qué me subieron si no quiero viajar? Esto no es un taxi. Pero me llevan en el asiento de atrás.

(Me puedo ver en el espejo. Traigo bien ruborizadas las mejillas. Pero qué chiste. Yo me las pellizco, y éstos me las hicieron a moquetazos. Tanta educación y refinamiento, para que de buenas a primeras me tengan en el asiento trasero del carro de unos desconocidos, asesinos, y que me sostienen la cabeza con la mano. Ya que había aprobado mi beca para irme a China. No puede ser. Eso no es justo. Tanto tiempo que tarde llenando las formas. Bueno, primero para que las llenara como debía ser; y la segunda cuántas veces me las corrigieron los mamucos de la secretaría esa a la que fui.)

¿Ya ves, Bambi? Ya podemos ser internacionales. A lo mejor y hasta nos llevan de espías a la CAI. A la CIA buey. Que no sabes que somos tan efectivos que nosotros desde aquí resolvemos los de todo el mundo. Y mira lo que dice el periódico: Repiten patrones de muerte de Paris Hilton en Durango, Mex. Pos yo qué te puedo decir, tú eres el jefe del escuadrón. Recemos por el alma de las difuntas:

Torre de Babel

Ruega por nosotros

Casa de David

Ruega por nosotros

Rosa Mística

Ruega por nosotros

Caquita de Chango

Ponnos marihuanos

Hijos de Lynn May

Presten a su madre

Hombre de las nieves

Píntanos de blanco

Paris Hilton

Gracias por quitarnos a Peiro

Gilberto Lastra Guerrero, poeta, narrador y periodista. Textos suyos se han publicado en varias revistas de circulación nacional, y en Brasil y Portugal. Cuenta con tres libros publicados Génesis del Holocausto, El Coloso y Óleos Imperfectos. Seleccionado para la Antología de Poesía Mexicana 2006, del Fondo de Cultura Económica a cargo de Pura López Colomé. Parte de sus libros se encuentran en la Universidad de Yale en los Estados Unidos.

Imagen: Aimaness Photography

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