Los cenotes eran una de sus principales fuentes de abastecimiento y además eran vistos como un ente vivo que se relacionaba con sus ciudades.
Hay evidencias de que hacían desde ofrecimientos ornamentales hasta restos humanos, indica la arqueóloga guatemalteca Bárbara Arroyo.
Los cenotes son frecuentes en el área de la península de Yucatán y las tierras bajas de Petén, Huehuetenango, Alta Verapaz e Izabal, esto gracias al tipo de piedra que compone sus superficies.
Algunos Mitos
La palabra cenote viene del término maya d’zonot, que significa: caverna con depósito de agua, y se refiere a un cuerpo acuífero subterráneo que tiene una abertura hacia el exterior.
Los cenotes en la época prehispánica eran muy visitados. “Eran una especie de centro de peregrinaje”, indica Arroyo. Los ritos de sacrificio fueron divulgados al mundo occidental por Fray Diego de Landa en su libro Relación de las cosas de Yucatán (1566). “En la tierra proveyó Dios de unas quebradas que los indios llaman zenotes, que llegan de peña tajada hasta el agua, en algunos de cuales hay muy furiosas corrientes y acaece llevarse el ganado que cae en ellos y todas estas (corrientes) salen al mar”, describe.
“Algunas veces echaban personas vivas en el pozo (cenote) de Chichenizá creyendo que saldrían al tercer día aunque nunca más aparecían”, cita De Landa, en su libro.
Vía Prensa Libre