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“Los sismos, al igual que el gobierno, nos quieren aplastar y desaparecer”: Abel Barrera

En una emotiva carta publicada en La Jornada el Director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan Abel Barrera expresa su solidaridad con los damnificados con el terremoto del pasado 19 de septiembre y compara la tragedia con lo que han pasado los últimos 3 años que se cumplen este 26 de septiembre:

Te compartimos un fragmento:

Fundidos en un abrazo en medio del dolor

El sismo de este 19 de septiembre también lo sentimos estando juntos en la normal, cuando planeábamos nuestras actividades en la capital del estado y en Ciudad de México. Todo se cimbró, creíamos que nuestra escuela se derrumbaría. Nos mantuvimos en pie y también los edificios permanecieron incólumes. Ya no pudimos realizar nuestro acto político cultural de las 43 esperanzas, porque la tragedia nos embargó a todos. Varias compañeras y compañeros que se encontraban en México sintieron cómo se estremecía la ciudad, y ante el colapso de los edificios fueron testigos de cómo llegó la gente de todos lados para extender sus brazos y rescatar a las personas atrapadas.

Sentimos muy fuerte su dolor, porque sabemos lo que significa luchar sin descanso para encontrar a los seres que amamos. Los sismos, al igual que el gobierno, nos quieren aplastar y desaparecer. Se obstinan en sepultar lo que más queremos: la vida y el futuro de nuestros hijos. Pese a esta arremetida de la naturaleza y de un poder impúdico, tenemos en México una fuerza muy grande expresada en la solidaridad de miles de mexicanos que han salido a las calles para adentrarse en las oquedades de los edificios para rescatar vidas. Esa vitalidad de la sociedad que va en auxilio de la gente que es víctima de la devastación, es la misma gente que nos ha abrazado, que nos ha acompañado en las grandes marchas de Ciudad de México. Es el gran movimiento de ciudadanos que nos ha dado la fuerza para romper el muro de la impunidad y resquebrajar un sistema de justicia obtuso que protege a los perpetradores y que encubre a los policías y militares que participaron en la desaparición de nuestros hijos. Estos brazos que hoy pasan de mano en mano los botes de concreto, son los mismos brazos que se han extendido para cobijarnos y hacer menos cruento nuestro dolor.

Por ellos nuestra lucha sigue viva. Gracias a su acompañamiento nos mantenemos unidos y con el espíritu combativo. Hemos llegado muy lejos ondeando la bandera de los 43. La misma CIDH ha emplazado al gobierno federal para que atienda las líneas de investigación del GIEI. La loza más pesada que no hemos podido remover es la postura inflexible del gobierno que defiende a ultranza su verdad histórica. Cuando hemos empujado en las investigaciones propuestas por el GIEI, los lacayos del gobierno nos obstruyen el paso para remachar que la incineración de los 43 estudiantes en el basurero de Cocula es su hipótesis más consolidada.

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