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Mi primera droga real y palpable… | Historias de hojaldras y otros panes

Estoy sentada, en un parque. El viento sopla y juega con mi cabello, alborotándolo. Pienso en lo mucho que a él le gusta verme con el cabello chino y alborotado. Sonrío, no puedo evitarlo. Suena What can I save you from de Kings of Convenience y Röyksopp. Tengo algunas pistas que mis primeros contatos con él fueron de lejos, escuchándolo cantar en su grupo improvisado o acompañando a uno de mis mejores amigos de la Universidad para saltarnos clases. No tengo nada claro, Aún así, la cadencia de la música me remite a la primera vez que lo sentí cerca, identificándola como el momento en que me enamoré de él, la primera vez.

Un maravilloso viaje por carretera a una playa durante cinco días me permitió. conocer qué era capaz de hacer mi cuerpo cuando tenía la sensibilidad a flor de piel y mucho más allá. Él fue paciente y durante varios días me enseñó cómo incrementar la sensación en el cuerpo, hasta llegar al punto máximo hasta ese entonces conocido. Después de todos estos años aún no se cómo pude estar tan cerca de él y tan lejos al mismo tiempo.
Yo sentí que el universo me había puesto junto a uno de esos hombres que marcan tu vida, pero tenía miedo. Aún no podia controlar la pasión y cuando sentí que mi cuerpo lo llamaba y él respondía de manera feroz, corrí de sus brazos. No estaba lista para lo que fuera que siguiera, no estaba lista para enfrentar a mi cuerpo deseoso, húmedo, violento. No quería perder la magia y tampoco quería alejarme de él. Pero mi mente decidió que lo mejor era alejarme, antes de enamorarme perdidamente de él…sin vuelta atrás.

Se acabó el viaje y lo ví muy poco después de eso. Si bien unas cuántas reuniones en común..
Pero siempre se quedó en mis pensamientos, en mis recuerdos. Él fue uno de los primeros hombres que me enseñó a ponerme en contacto con mis sentidos de una manera alerta pero relajada, intoxicada pero controlada. Él, quizás, fue mi primera droga real y palpable.

Such great heights de The Postal Service retumba en mi cabeza. Hace unos años lo encontré de nuevo. Se veía igual a como yo lo recordaba. Lo distinguí de lejos y mi corazón comenzó a latir muy rápido. Mi mente se coordinó con los sentimientos y de pronto decidí que esta vez no iba a correr. Quería, por lo menos, besarlo, sentirlo, abrazarlo, saber cómo era hacer el amor con él, tenerlo dentro, disfrutar cómo sus manos iban recorriendo mi cuerpo. El instinto no me dejó en paz hasta que lo tuve cerca. “Hola, cómo estás, qué gusto verte”, le dije mientras mis senos rozaban su pecho. Le sonreí con un brillito en los ojos y me despegué lentamente de él..Recordé lo bien que se sentía su prescencia en mi universo.

Después de eso, lo demás fue en cadenita. Platicamos mucho rato: “tienes facebook? Sí? Te busco” y así comenzamos a intercambiar mensajes durante muchos meses, el agregarnos al messenger y recaditos de texto fue automático. El acercamiento se tomó su tiempo. Un proceso largo y cotidiano.

De unos meses para acá se ha vuelto indispensable en mi piel, es visitante asiduo de mis sueños más vívidos y huesped de lujo en mi vida. Siempre ha estado ahí. Me aconsejaba, me escuchaba, me leía, compartíamos secretos y sueños. Se alejaba, me acercaba. El viento marcaba el ritmo, una cadencia compartida. Un tango erótico con un vaivén enteramente sexual. A veces cerca, a veces lejos. Siempre constante. Escucho Personal Jesus a lo lejos, me descubro tarareándola y sonrío. Recuerdo cuando él no estaba y cómo ahora forma parte de lo poco tradicional y constante que permito que existan en mi vida.

De pronto, un día, se presentó en mi casa. Dijo que iba por unos besos de buenas noches, largamente prometidos. No pude negarme, no quise correr. Ese primer beso fue mágico. Descubrí qué rico es sentirlo. Cómo mi cuerpo se altera cuando estoy con él y comienza a hervir. El hormigueo comienza desde las plantas de los pies y va subiendo rápidamente hasta la mente hasta intoxicarla. Con ese beso, teniéndolo tan cerca, donde no existe un milímetro de distancia entre nosotros, fue fácil descubrir que el instinto no falla, y que me gusta estar con él, sentirlo cerca, dentro, junto. Mi cuerpo lo ha esperando.

Con él las cosas se acomodan, los silencios están llenos de palabras. Nuestras manos encuentran los espacios adecuados para tocarnos sin tregua. Tenerlo dentro es una constante explosión de placer donde el tiempo se detiene y sólo existimos él y yo. Se aparecen los relámpagos, las luces de colores y las risas nerviosas que inundan los lugares comunes. La música recrea ambientes propicios para que la concupiscencia se recree a su gusto y solo existe el hedonismo. Explorar, moder, besar, lamer. Descubrí que existen los blackout entre besos y canciones. Que se abre el espacio sideral cuando me toma de la mano y conocí las luciérnagas que nos envuelven en halos luminosos cuando estamos juntos. Auténticamente se qué se siente en la sangre escuchar It´s a question of lust de Depeche Mode sin poder dejar de besarle.

He aprendido sus periodos maniacos, él me ha enseñado cuándo hay que acercarse y cuándo hay que alejarse. Pero, de un tiempo para acá, la relación se ha vuelto pasional en extremo, donde nada más importa. Sólo se buscan los momentos para estar juntos, desnudos, vestidos, dentro, fuera. El instinto no se puede controlar y de nada sirven las razones. Sólo quieres tu dosis de adrenalina y cada vez va subiendo el nivel de intensidad. Es la etapa en la que no puedes dejar de manosear a la otra persona, besarla, mirarla con perversidad.

Tenerlo cerca me rompió todos los esquemas. Nunca había experimentado una sensación tan extrema en tan poco tiempo por alguien y mucho menos por un habitante del multifamiliar. Con sus primeros besos recordé cuando no sabía cómo domar mi instinto, cómo controlar mi cuerpo pues su lengua me hizo recordar qué me pasa cuando todo mi cuerpo entra en contacto consigo mismo. Debo confesar que hay un punto con él, justo antes del primer orgasmo, en que muero del miedo de sentirme tan liviana y poderosa. De sentirme feliz, plena. De experimentar la sangre que sube como olas a mi cerebro.

El resultado después de una sesión de orgasmos compartidos y besos clandestinos: gruñí, enseñé los dientes y comencé a correr de nuevo. Ya había avanzado un buen tramo cuando algo me hizo detenerme.
Desde que él llegó, mi mundo se llenó de pasión desmedida, canciones, magia, fotos, risas, cuentos y letras. Mi corazón se volvió más grande, mi cuerpo huele a vainilla y cítricos no solo cuando estoy con él, mi risa más sonora y mis ojos más brillantes.

Él me hace feliz, me llena lo que me da, me gusta lo que me pide, me acurruca, me besa, me excita, me vuelve intensa. Amo que  no esperamos nada y pasa todo cuando estamos juntos. Amo a la persona que soy cuando no estoy con él: llena de vida, sonriente, cantarina. Y sí, estoy enamorada, con toda la intensidad y miedo que eso implica.Salen mis episodios maniaco- depresivos. Hay una lucha entre mi mente y mis sentimientos que había postergado mucho tiempo. Es algo que debo resolver y erradicar. Los fantasmas que se alimentan de la felicidad han vivido tanto tiempo que hasta los había olvidado.

A veces, aunque niegue todo, me esconda y quiera huír, sólo basta con verme los ojos para comprobar si estoy pensando en él o no. Es fácil, no dejan de brillar y brincar de alegría y el corazón late tan rápido que parece quiere escapar para ir con él.

Hoy se que quiero quedarme y dejar de correr. Me gusta cómo es el mundo cuando estamos juntos. Me gusta pensarte y escuchar “Tainted Love” cantada por Marilyn Manson, seguida por “Las Flores” de Café Tacvba.

Al final, me lo dijo el viento..Tú eres para mi..

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Foto: daquellamanera (CC) Flickr

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