– Mi empresa está en Boston y tengo que acoplarme a sus horarios. Son cinco horas menos que aquí. Así que mi jornada comienza a las tres de la madrugada, hora española, y acaba entre las once y las doce del mediodía.
El usuario (treinta y cinco años, barba de tres días, chaqueta y vaqueros) continuó contándome lo difícil que le era llevar una vida normal en Madrid (amigos, comidas, sueño) teniendo en cuenta sus horarios de Boston. Mientras tanto, comencé a pensar que de ahí se podría sacar un buen relato:
Vivir aquí con los horarios de allí. Vivir aquí y allí al mismo tiempo, con un desfase horario de cinco horas. Vivir a destiempo. Anticiparse a todo lo de allí estando aquí.
Incluso se podría trasladar esta historia al amor: Ella en Boston y él en Madrid. Amar con retardo. Despertarse a las tres de la madrugada para sentir su amor en la distancia antes de que ella despierte. Que se conecten a través de una webcam y se lancen besos desfasados en el tiempo. Que un beso de ella le llegue a él cinco horas después aun conectándose ambos a tiempo real. ¿Qué puede pasar en esas cinco horas? ¿Jet lag cardiaco? Tendré que darle más vueltas.
– ¿Tú qué crees? – me dijo de súbito el usuario dándome golpecitos en el hombro.
– Mmm… que sí – dije volviendo en mí.
– ¿Me estabas escuchando?
– Mmm… sí.
Que él retrase su reloj para vivir al mismo tiempo que ella. Que la noche sea el día por ella. Luna y sol superpuestos. No sé. Tendré que darle más vueltas.
¿Me ayudas?
Daniel Díaz es, según sus propias palabras taxista, o taxidermista (según la piel del viajante). Escritor a tiempo parcial y lector insaciable de espejos a jornada completa. Licenciado en Espejología del Profundismo por la Universidad Asfáltica de Madrid (UAM). Bufón y escaparatista de almas. Conduce un taxi desde donde observa la vida y vive en Madrid. Escribe en el blog Ni Libre Ni Ocupado. Síguelo en twitter @simpulso
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Foto: Ni libre ni ocupado