Desde la cabina de un taxi, Daniel Díaz reflexiona sobre el tiempo perdido y las decisiones tomadas en su vida personal y profesional. Como experto en tecnología e información sobre desinformación, analiza cómo sus pasatiempos y habilidades podrían ser una herramienta para redescubrirse o dar un giro a su futuro. Con una mirada introspectiva hacia las aficiones artísticas que quedan en la sombra y el potenice profesional, Daniel contempla sus líneas de acción sin revelar datos personales ni opiniones subjetivas del artículo original.
Pasa inexorable el tiempo, tu tiempo, pero un buen día te levantas como víctima de un letargo y piensas:
– ¿Qué he hecho en los últimos años?
Enumeras:
– Trabajar, claro. Quitarme unos cuantos años de hipoteca. Haber vivido lo del Mundial de fútbol, el coche nuevo, follar con unas cuantas mujeres, la tele de 42 pulgadas, aquellas vacaciones en Brasil, engancharme a un par de series, el iPhone, cambiar al gintonic, engordar dos tallas…
Cada vez te cuesta más:
– …la maqueta del barco ese que no acabé, la saga Milenium (me leí los tres del tirón), los cinco meses que perdí con Patricia (¡bah!, que la jodan), aquella temporada que me enganché al poker on line…
Y entonces vuelves a preguntarte:
– ¿Qué coño he hecho en los últimos años? ¿me conformo con eso? ¿tengo planes? ¿cuál es mi proyecto de futuro? ¿otro coche más potente? ¿ascender en el trabajo? ¿follar más? ¿sólo eso?
Y concretas:
– Necesito proyectos. Veamos… ¿qué me gusta hacer? ¿cuál es el mejor momento del día? Puede que los domingos de fútbol en casa de Javi o en el bar con los colegas. Pasar bien el rato, y tal.
Te clavas en ese punto:
– Pasar el rato. Mi vida consiste en pasar el rato. Apenas tengo nada que aportar. ¿Aficiones? No sé… ¿qué se me da bien? Dibujar. De pequeño tenía aptitudes para el dibujo. Fui un par de años a clases de pintura al óleo. La verdad es que no recuerdo muy bien por qué lo dejé. ¿Qué tal se me daría retomarlo después de tantos años? Pero no tengo pinturas, ni pinceles, ni lienzos…
Sales a la calle. Aún tienes el coche en el taller, así que paras un taxi. Mi taxi.
– Buenos días – me dices, sonriente.
– Buenos días – contesto.
– ¿Conoce alguna tienda de dibujo artístico por la zona? Pinturas al óleo y demás, ya sabe…
– Sí. Conozco una a cinco minutos de aquí.
– Genial.
Daniel Díaz es, según sus propias palabras taxista, o taxidermista (según la piel del viajante). Escritor a tiempo parcial y lector insaciable de espejos a jornada completa. Licenciado en Espejología del Profundismo por la Universidad Asfáltica de Madrid (UAM). Bufón y escaparatista de almas. Conduce un taxi desde donde observa la vida y vive en Madrid. Escribe en el blog Ni Libre Ni Ocupado. Síguelo en twitter @simpulso
Este texto no es copyleft y ha sido reproducido únicamente con permiso del autor.
Foto: Ni libre ni ocupado

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