Skip to content

Ni libre ni ocupado: Dolores Promesas

Circulando a trompicones Claudio Coello arriba llamó mi atención una tienda en concreto no por su ropa expuesta, ni por la joven dependienta del otro lado del cristal, sino por su inquietante nombre: Dolores Promesas.

Se presentaba escrito así, sin una coma central y con mayúsculas iniciales, como si de un nombre propio con su correspondiente apellido se tratara. Dolores, en efecto, es nombre común, al menos en la España profunda de los pueblos de antaño (fruto de un parto difícil, tal vez), pero nunca antes había escuchado semejante apellido, Promesas, y en plural, en consonancia con el plural del nombre.

Podría tratarse de un extraño y antagónico juego de palabras camuflado por la solemnidad aséptica del nombre propio: Las Promesas no cumplidas generan Dolor, o Dolores de distinta graduación, según su peso. Tal vez la dueña de aquella tienda (o tiendas, no sé) se llamara, en efecto, Dolores y quisiera Prometer algo a través de sus diseños, o Prometerse o comPrometerse con el Dolor de crear su propio estilo de ropa a partir de la nada, estilo un tanto naïf, por cierto: el Dolor de esas Promesas de la infancia que jamás se cumplieron. Puede que aquellos vestidos del escaparate fueran su método para cubrir o esconder el Dolor que generan las Promesas incumplidas y aferradas a la misma piel, tatuadas con la tinta invisible de la experiencia fallida.

Pensé en todas aquellas promesas que me hice y no se cumplieron. Eran muchas. Son muchas.

Vi un hueco, aparqué y salí del taxi en dirección a esa tienda. Ya dentro, le dije a la dependienta:

– Quiero el vestido rojo.

– ¿El del escaparate? – me preguntó.

– Sí.

– ¿Qué talla?

– Es para… mi mujer. Alta, como yo. Y ancha de hombros – mentí.

…………………………………………………………………………………………………………………………………………………….

Nota: Escribo este post desde casa, con mi cuerpo embutido en el vestido de Dolores Promesas. Me siento raro. Con los errores de mi pasado a buen recaudo pero con frío en los brazos y en las piernas.

Daniel Díaz es, según sus propias palabras taxista, o taxidermista (según la piel del viajante). Escritor a tiempo parcial y lector insaciable de espejos a jornada completa. Licenciado en Espejología del Profundismo por la Universidad Asfáltica de Madrid (UAM). Bufón y escaparatista de almas. Conduce un taxi desde donde observa la vida y vive en Madrid. Escribe en el blog Ni Libre Ni Ocupado. Síguelo en twitter @simpulso

Este texto no es copyleft y ha sido reproducido únicamente con permiso del autor.

Foto: Ni libre ni ocupado

Salir de la versión móvil