Miércoles. Dos y media de la madrugada. El usuario, crápula de profesión, me habla de una mujer que ya no está y sin embargo sigue intacta en la memoria de sus tímpanos. Locutora de radio, la mujer. Él se enamoró de su voz sin conocer su rostro.
Sus tímpanos alcanzaron tal volumen de amor que un buen día, nada más finalizar el programa de radio, mi usuario decidió plantarse a las puertas de la emisora en cuestión a esperarla. Como no conocía su rostro preguntó a todas las mujeres que salían por esa misma puerta: “¿Eres Teresa? ¿eres… Teresa?” hasta que al fin una Teresa con la voz de Teresa dijo que sí.
Teresa no resultó ser precisamente guapa; tampoco le importó. Cinco ramos de flores después ella accedió a cenar con él. Cien cenas después de la primera cena comenzaron a vivir juntos.
El 15 de febrero del presente año Teresa enfermó de la voz. Nódulos en las cuerdas vocales, según el médico. Teresa sufrió una afonía tan prolongada que acabó perdiendo su trabajo como locutora y a mi usuario como marido: Ya no tenía sentido vivir con ella sin el motivo sonoro que los unió.
Ahora mi usuario se dedica a buscar voces como la de Teresa por los bares de Madrid. Hoy estaba contento: La camarera del pub de esta noche tenía una voz similar. Volverá mañana.
Daniel Díaz es, según sus propias palabras taxista, o taxidermista (según la piel del viajante). Escritor a tiempo parcial y lector insaciable de espejos a jornada completa. Licenciado en Espejología del Profundismo por la Universidad Asfáltica de Madrid (UAM). Bufón y escaparatista de almas. Conduce un taxi desde donde observa la vida y vive en Madrid. Escribe en el blog Ni Libre Ni Ocupado. Síguelo en twitter @simpulso
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Foto: Ni libre ni ocupado